XIV

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---Que no se te ocurra esa estupidez, Aoi--- fue lo que me dijo Nanami, bruscamente--- Tú amas correr.

---Lo sé, y tampoco quiero dejarlo, pero... ¿No sería lo mejor?--- inquirí, tumbada en el suelo del comedor. Mamoru, con la forma del pequeño jovencito que era, me tiró uno de los mechones sueltos de mi cabello recién limpio--- Ay, bueno. Pero igual tengo razón, si lo piensas, en realidad estoy...

---El esfuerzo hace bien--- dijo el pequeño monito travieso que se dedicaba siempre a rondar por la casa--- Tú puedes.

Sonreí y cuando lo vi volver a ser un pequeño amuleto con mucha energía, intenté acariciarle la cabeza... pero me mordió un dedo.

---Auch.

---Yo estoy de su lado--- espetó Nanami--- Bien hecho, Mamoru.

El pequeño enseñó un gesto de seriedad y determinación.

---Hmmm... pero es un poco peligroso. Si me descubren como el familiar que soy...

---Soy tu Diosa--- me señaló Nanami mientras gateaba hasta mi cuerpo somnoliento por las largas horas de la noche de verano--- Y te ordeno que participes... No, que ganes y seas feliz con ello, Aoi. Pasaste ya a la siguiente ronda, y Higurashi-chan estaba contentísima contigo cuando celebraron que ganaste, ¿No correrá ella contigo mañana?

---Sí.

Nanami colocó su frente sobre la mía, agachándose sobre mí.

---Ve y gana, nunca dejes de correr.

---¿Y si me cansara?--- en realidad no quería decir nada en particular, pero Nanami siempre sabía qué decir. Como si estuviese preparada.

---Sigue corriendo, porque habrá gente que correrá contigo, y hay gente que no lo hará. Pero no creo que... porque un idiota no corra contigo, signifique que todos vamos a dejar de correr. A mí no me gusta correr, pero... estaré para tí cuanto tenga que estarlo, porque te amo--- me dijo, y besó mi frente.

No estoy segura de en qué momento me dieron ganas de llorar, pero al momento, Nanami tomó una servilleta y limpió la lágrima que me se había escapado corriendo sin permiso.

---Entonces, ¿Correrás?

Me senté frente a ella, y le tomé las manos.

---Contigo, siempre. Una orden es una orden.

* * *

---No, de ninguna manera. Nunca, no--- espetaste con enorme determinación.

---No estaba preguntando, Aoi, estaba diciendo lo que debes saber, ¿Sabes? Iremos a Kioto y vamos a ayudar a...--- la interrumpí, y en momentos como esos era donde me daba cuenta de que en realidad ya no era el familiar recto que había llegado a ser y que, ahora era tan romántica en sentido de apasionada como mi Diosa.

---Oye, a mí también me molesta, y es una pésima persona. Y sé que sus energías son horribles pero la pobre chica ha sido ejemplo de divinidad desde que nació. Todos dependen de ella.

---Eso es parte de ser un Dios, Nanami, que no te engañe su victimismo--- fue lo que le dije. Aunque ahora creo que era bastante obvio que mis emociones más oscuras hablaban por mí, cosa que creo que Nanami siempre nota y que, siempre me hace recordar el centro de mis emociones... todo para llevarme a la paz de nuevo.

Creo que, en verdad, es ese el deber de una Diosa como ella y, mejor aún: es el talento especial de mi Diosa.

---Escucha, Aoi--- colocó uno de sus dedos sobre mi pecho--- Entiendo perfectamente que cuando tú serviste antes, tener menos de quince años y ser un santo devocional y un Dios era algo perfectamente natural. Sin embargo, hoy tenemos una cosita llamada madurez mental...

Another Date With The Moon || Kamisama HajimemashitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora