Solicitud 012132
Rock Lee
Registro: 012561
Inhalar. Exhalar.
Inhalar. Exhalar.
Tenía que estar tranquilo. Tenía que canalizar todas sus energías para dar su máximo esfuerzo y no decepcionar a su maestro.
¿Su maestro estaría informado?
Tenía la certeza de que un ANBU era un secreto, una sigilosa sombra que nadie vio, y nadie verá nunca, nadie conocía, nadie recordaba. Pero siempre estaban las excepciones, por ejemplo, nadie desconocía que Kakashi Hatake había sido ANBU en sus años más jóvenes, y de hecho había sido un prestigiado capitán. También estaba ese chico Sai, que de hecho usaba parte del uniforme todos los días como ropa cotidiana, o el capitán de este cuyo nombre no podía recordar.
Entonces, con esos antecedentes, sería perfectamente razonable que informaran a su maestro el motivo por el que no iba a presentarse al entrenamiento dominical.
O tal vez le dirían que estaba enfermo del estómago y Shizune expediría la constancia médica, pero entonces Shizune tendría que conocer el secreto.
Estaba confundido y sus cavilaciones solo le estaban causando innecesarios dolores de cabeza, todo lo relacionado a ese grupo le parecía confuso.
¿Eran o no secretos? ¿Eran los mejores o no? Y si lo eran, ¿por qué lo habían llamado, a él que dependía de la resistencia de cada uno de sus músculos y la fuerza de su espíritu, sin ser capaz de realizar un ninjutsu o genjutsu decente?
Durante una misión, se encomendaba a que sus oponentes fueran moles que pudiera abatir con sus puños.
—¡¿Que pasa contigo Rock Lee?! ¡Has llegado muy lejos manteniendo el espíritu el alto! ¡Gai-sensei se decepcionaría de ti si te viera! —exclamó levantándose de un salto y lanzando al aire dos puñetazos y una patada.
—¡Lo que eres ahora es por el entrenamiento y la fe de Gai-sensei! ¡Hay que hacer que se sienta orgulloso, lo sepa o no!
Volvió a patear dejando su pie muy por encima de su cabeza.
—¡Mi llama de la juventud debe arder ahora más que nunca!
Y reafirmando su filosofía empezó a dar saltos con juego de pies y ágiles puñetazos uno tras otro. Estaba a veinte minutos de la cita, se había levantado desde hacía casi tres horas y la mayor parte del tiempo se le había pasado en la deliberación sobre si tenía que ir personalmente a ver a su maestro y excusarse por la ausencia o confiar en que lo sabría de antemano. En el pergamino con el que fue dado su aviso venían algunas referencias al protocolo, la visita al médico, la ropa y el equipo que debía llevar. Pero no había nada que puntualizara sus relaciones con otras personas en tiempo previo a la cita.
—¡Secreto! —exclamó en cuanto estuvo frente a la puerta, justo antes de que se colocara la máscara.
—¡Oh! —exclamó mientras se la ajustaba —¡Es difícil respirar aquí adentro! —continuó despegándosela un momento para tomar una profunda bocanada de aire.
—¡Aquí vamos!
Dejó el departamento ágilmente, evadiendo cualquier mirada indiscreta, con su velocidad no había inconveniente alguno, una sombra ni siquiera se le asemejaba, porque a una sombra cuando menos se le podía ver como una vaga mancha por el rabillo del ojo, a él ni siquiera eso, y era perfectamente consciente de ello, un pequeño orgullo y presunción, aunque vanagloriarse demasiado atentara contra los preceptos de la llama de la juventud.