Capítulo Catorce- La melodía del viento que guía a las llamas

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Esa noche Wukong se mantuvo al margen del grupo, ya hacía algunos meses desde que entregaron las escrituras budistas y todos se estaban tomando un merecido descanso del inédito viaje al oeste. Al menos hasta que su viejo hermano mayor lo visitó en su montaña un día en busca de ayuda, Monkey King había tenido que hablar con su maestro acerca de la situación que el demonio toro estaba enfrentando, pronto todos los peregrinos se reunieron en una montaña helada para sellar el fuego samadhi lejos del alcance del príncipe Bull.

Y Wukong lo había jodido todo.

Estaba asustado desde un principio, inseguro del ritual y del fuego que, por lo que sabía, era una de las pocas cosas que realmente podía incinerar todas y cada una de las capas de inmortalidad que poseía. Era incómodamente consciente de que tendría que ver a los otros peregrinos durante un buen lapso de tiempo antes, durante y después del proceso; hablar con Niu ya representaba un reto enorme después de haber huido aquella noche de su reino de manera tan precipitada, su hermano y él no se habían visto en años, pero al parecer el amor por su hijo superaba cualquier odio que pudiera tenerle a Wukong, presentándole a su sobrino unas noches antes para discutir lo que harían para salvarlo. 

¿Y cómo decirle que no?, la vida del niño estaba en peligro, y Wukong sabía de primera mano lo que es la muerte de un hijo, no le deseaba eso a su hermano, y juró hacer lo posible para ayudarlo.

Pero... sabía que algo saldría mal, sabía que echaría las cosas a perder como usualmente lo hacía, de no ser por White Dragon Horse su maestro probablemente estaría...

—Sabía que estarías aquí— Una suave voz interrumpió sus pensamientos, el rey se tensó de inmediato al reconocerlo, una ola de culpa lo golpeó sin poder evitarlo, pero la figura siguió tan serena como siempre, tomando asiento a su lado mientras apreciaba la vista, sentados a la orilla de un lago dónde plantas nenúfar bailaban al compás de las ondas que agitaban las aguas cristalinas, reflejando el satélite natural como un espejo.—la luna siempre parece traerte consuelo— murmuró con una sonrisa, Wukong lo miró.

—Ao Lie...— El rey llamó, pero sus palabras murieron antes de poder expresar nada más, encogiéndose sobre sí mismo, retorció las manos en su regazo.—lo siento, no quería que nada de esto pas-

Antes de poder terminar, el príncipe dragón lo abrazó, envolviendo al cuerpo más bajito entre las mangas de su túnica, su largo cabello blanco le cubrió le hizo cosquillas en la oreja. Se quedó congelado, incapaz de devolver el abrazo mientras Ao Lie lo sujetaba con cariño.

—Estoy bien Wukong, algo quemado por dentro, pero estoy agradecido de que no haya afectado a mis deficientes habilidades para caminar en dos pies, eso sí hubiera sido una tragedia— se rio el habitante de río, el rey negó con la cabeza, intentando separarse de él mientras lágrimas pinchaban las esquinas de sus ojos.

—¿Cómo puedes decir eso después de lo que te hice?— preguntó con un hilo de voz.— ¡estamos hablando del fuego Samadhi!, esa cosa puede literalmente matarme— exclamó mortificado, siendo silenciado por la risita del caballo-dragón.

—Mi amigo, has obteniendo tantas habilidades a lo largo de tu vida que a veces creo que subestimas las de los demás— reprendió Ao Lie con gentileza, abrazándolo con más fuerza mientras sus ojos se apagaban levemente.— yo tampoco estoy seguro de cómo pasó, si te soy honesto... creo que tengo algo de miedo— Wukong negó con la cabeza, desando que Ao Lie dejara de abrazarlo y lo tratara como la basura que se merecía por haberle arruinado la vida.

—Por mi culpa ahora eres otro anillo— exclamó, como si estuviera intentando convencerlo, de hacerlo desistir y que se alejara antes de que fuera demasiado tarde, Lie sólo se encogió de hombros.

Full DisclosureDonde viven las historias. Descúbrelo ahora