Capítulo Cinco.- No te gustará escuchar las verdades que se contarán

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Las puertas de la habitación se abrieron de golpe, la madera tallada se estrelló contra los muros de piedra, las bisagras rechinaron peligrosamente, amenazando con ceder.

—¡¿Por qué diablos no me habías dicho nada?!— Rugió furioso el mono de seis orejas, Wukong, quien había estado leyendo, levantó la mirada ante el alboroto.

—¿Mango? ¿De qué hablas?— Preguntó confundido, fijándose en el pelaje erizado de su pareja, su cola dando latigazos detrás de él. —¿Te encuentras bien?—

En lugar de responder, el guerrero arrojó un pergamino en la cama, que se desenrolló al caer sobre las sabanas, el sabio lo observó de reojo, palideciendo al darse cuenta del contenido, su boca se abrió y se cerró sin realmente decir nada.

—¿Qué pasa? ¿No tienes palabras ahora?— Macaque gruñó, cruzándose de brazos, la ira burbujeando por debajo de su piel como un volcán a punto de hacer erupción, Wukong se tensó, mirando apenas a su pareja.

—¿C-cómo...—Sus palabras murieron en su boca, sin saber qué decir, la sombra lo observó impasible.

—Lo encontré entre tus cosas— Ante su voz, el rey se sobresaltó.

—¡¿Husmeaste en mi armario?!— Bramó enojado, poniéndose de pie en un salto, Macaque también elevó su tono.

Los monos y demás animales que se encontraban cerca de la habitación salieron corriendo despavoridos ante el griterío, las cortinas se agitaron con una inusual ráfaga de viento, dejando el sol entrar con más fuerza.

—¡No lo hice a propósito!— Se defendió con los brazos en el aire. —Estaba buscando un libro que recordé habías guardado y eso estaba metido en el fondo— apuntó a la carta. —Más importante aún, ¡¿Cuándo planeabas decírmelo?!— Exigió, el rey agachó la mirada, su dedo pulgar acarició sus nudillos en un gesto nervioso.

—Macaque, mira, no es impo...

—A la mierda con un "no es importante" ¡estamos hablando del Reino Celestial!— Estalló el guerrero, el heroe se encogió más en su lugar. —¿Por qué no me dijiste nada?— Dejó caer sus hombros, el estrés martillándole la cabeza.

Wukong se movió para recoger el pergamino, volviendo a enrollarlo.

—No es que planeara ocultártelo, no quería que te preocuparás— Murmuró sin dirigirle la mirada, Macaque sintió los nervios de punta.

—Wukong, maldita sea... ¡Eres increíble!— Resopló frustrado, llevándose una mano a la cara, sin saber qué hacer con su cuerpo demasiado inquieto. —Creí que aquello de guardar secretos entre nosotros había terminado, ¿y ahora me entero que el reino celestial quiere te unas a ellos en el cielo?— El rey suspiró cansado.

—Es sólo una invitación, Macaque—Quiso tranquilizarlo, pero Macaque estaba más cerca de perder los estribos que de calmarse, ambos lo sabían.

—Una invitación que fue enviada directamente de las manos del emperador de Jade, nada menos, el tipo que lleva siglos queriendo tu cabeza en bandeja de plata— Reclamó apuntando en su dirección, Wukong se llevó una mano al brazo.

—no te dije nada porque sabría que reaccionarías así— Se encogió de hombros, Macaque rio histérico.

—Oh, disculpa, ¡¿pero de que otra manera quieres que reaccione?!— Gritó, las orejas del sabio se pegaron a su cráneo. —me dijiste que no habría más de tus viajes extraños ni travesías peligrosas, ¿y ahora me entero que has estado yendo al reino celestial a negociar tu puesto entre sus filas? ¿con qué razón?— Demandó con seriedad, Wukong quiso acercarse a él.

Full DisclosureDonde viven las historias. Descúbrelo ahora