Capítulo 3: Cumpleaños #25, Agust

46 13 6
                                    

Logró quedarse dormido en su catre luego del pequeño susto al escuchar las sirenas de policía. Despertó con poco entusiasmo viendo que sus compañeros aún no habían llegado a su guarida, escondida en el piso superior a un restaurant de ramen poco concurrido. Asimismo dicho restaurant era solo una fachada para el tráfico de narcóticos por lo que todos eran de la misma especie.


Cuando se desperezó y alcanzó a la pequeña cocina buscando como callar los rugidos de sus tripas lo primero que vio fue un calendario anunciando la fecha: 9 de Marzo. Sabía, sin tener que haberlo visto; que el corazón en tinta morada lo había hecho Jennie, lo más cercano que había conocido a una amiga. La chica había crecido igual que él y habían sido abandonados a su suerte con la mayoría de edad, él la acogió bajo su tutela y entre los encantos de la chica y sus habilidosas manos habían logrado adquirir gran parte de lo que tenían en su casa. Sin embargo, haló ese papel con aspereza y una expresión de hastío.


Odiaba su cumpleaños, nunca lo explicó a nadie, pero solo le recordaba el día que aquella pareja se llevó a Yoongi y lo dejaron solo. Lloró por más de una semana, según relataba la señora Kang del orfanato; a decir verdad él solo recordaba el crujido de su corazón cuando le arrebataron a su hermano, de allí en adelante no recordaba otra emoción así de intensa, ese dolor lo transformó en lo que era.


Tosco, rudo, patán y demás adjetivos le habían puesto en su vida; los era todos y quizás un poco más. Aprendió desde muy niño a defenderse a golpes, aprendió a ser carterista cuando aquellas señoras ostentosas llegaban buscando un nuevo niño que adoptar, por lo que cuando tuvo que despedirse de la señora Lee fue solo cuestión de tiempo para organizarse con otros chicos dedicados a lo mismo o ser apresado por las autoridades; lo que ocurriera primero.


Llevaba siete años en ese "oficio" y su única norma moral era la de no atacar embarazadas ni mujeres con niños en brazos, de alguna forma, era un respeto que demostraba a la figura de su madre. Sin embargo del resto no había límites para sus delitos que iban desde robos hasta secuestros, incluidas las pocas veces que fungió como proxeneta de algunas chicas desesperadas por salir de las calles. Agust era el cabecilla de su pequeña organización quienes llevaban el control de ese pequeño barrio de Daegu, cinco personas más, junto a Jennie y él; eran el terror del lugar pero muy en el fondo solo eran niños abandonados, lastimados, que no aprendieron en el mundo algo distinto a sobrevivir.


El rugir de su estómago volvió a hacerse presente, el par de mandarinas que había consumido no habían sido suficiente pero a excepción de una hogaza de pan no tenían más nada a su disposición. Volteó atento levantando uno de los cuchillos de la cocina cuando escuchó ruidos detrás de él para conseguirse con Jennie entrando en una corta falda negra contando un pequeño fajo de billetes:


- 1000, 2000, 3000... Creo que tuve una buena noche, oppa. –comentó con una sonrisa- Con esto tengo un poco más de cincuenta mil wones más lo que tengo guardado, podríamos ir a un café de esos de moda. –Dejó de hablar al subir la mirada y verlo apuntándole con un cuchillo- ¿Terminaste de enloquecer, Agust-oppa? –preguntó con un chillido- ¡Baja eso!


Agust bajó el cuchillo, volteó los ojos hasta dejarlos en blanco, empujó una de sus mejillas con su lengua antes de una forzada respiración. Volteó clavando sus ojos en la chica quien se arreglaba el cabello frente al trozo de espejo que tenían encima del lavamanos y ella le hacía una seña de corazón con los dedos.

Mi reflejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora