Familia

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Espero que les guste~

Llegar a su casa y encontrarse con Eber adentro no es realmente una sorpresa, porque sin importan cuanto lo intentara el demonio siempre encontraba la manera de ingresar a su hogar y hacer lo que quisiera.

Se abstuvo de insultarlo al notar las marcas de garras y los machones de barro qué ahora tenía su sillón, aprovechando que el chico estaba dormitando contra su hombro para señalarlo y articular en nombre del rubio con un gesto algo exagerado.

-¿Hunter?- se acercó con pasos cuidadosos, olfateando, acortando la distancia con más confianza al reconocer el aroma de sus dos amigos. -¿Cachorro?- jadeo, parpadeando con confusión ante el niño rubio y de ojos castaños, quien fue rápido en voltearse para verlo.

-¡Eber!- sonrió, removiéndose en una exigencia de ser bajado.

-Príncipe impaciente, te vas a lastimar así- Darius se esforzó en mantener un agarre firme, obedeciendo la demanda ajena y viendo con cierta diversión como Hunter se lanzaba sobre el demonio, quien cayó de sentón pero lo recibió con los brazos abiertos. Eber luce confundido, revisando al chico con algo de ansiedad, como si se estuviera asegurando del todo quien era y si estaba bien.

-Cachorro feliz- abrazo al menor, sin importarle al parecer las pequeñas manos que se aferraban a su pelaje. -Cachorro pequeño y feliz- esta fascinado, restregando su mejilla contra la cabeza rubia, manchándolo de barro en el proceso. Hay una risa infantil que llena la sala pero eso no evitó la ligera molestia del duelo del lugar.

-Pensé haberte dicho que si entrabas a mi casa, te limpiaras- el hombre frunció el ceño, asqueado ante la mugre sobre su mueble y su niño.

-Solo barro, no hay daño- se burla con diversión, riéndose de la mueca ajena.

-Es sucio- dibuja un círculo con su dedo y la sustancia abominable rodea al par, sujetándolos. -Al baño, los dos- y los lleva con su magia.

-¡Soy adulto!- el demonio gruñó y se removió perola sustancia que lo sostiene se amolda a sus movimientos y no cede.

-¡No, ya me bañe hoy!- se retorció, aunque su fuerza reducida no era nada comparada con la de la masa violeta que lo rodeaba. -¡Me voy a ensuciar de todos modos!-

-Eso no te da el derecho a ser un niño sucio- bufo, un poco divertido. El adolescente Hunter con el que había estado conviviendo usualmente era bastante obediente, siempre dispuesto a mantenerse limpio a si mismo y a su entorno, así que escuchar eso era gracioso.

-¡Me gusta estar sucio!- rio, frotando sus mejillas y terminando de manchar su rostro por completo de barro.

-Si te bañas sin quejas, te haré esa remera roja que tanto quieres- recurrir al chantaje es bajo pero esta dispuesto, especialmente si con eso consigue limpiar al menor.

-Esta bien- acepto. -¿Puedo tener una verde? ¿Y una violeta? Del color abominable-

-Las que quieras- va a tener que conseguir telas coloridas, agrega eso a su lista.

Al final, ambos terminan limpios y con un fuerte olor a una flor que no saben el nombre, Eber retorciéndose en el sillón con algo de incomodidad y Hunter contento de tener la prenda que tanto quería.

Así que con un conjunto de ropa recién hecho con algo de ayuda de la magia del hombre, sentarlo frente a un plato de comida ya no es problema. El niño está hambriento, comiendo a grandes bocados y haciendo pequeños sonidos de gusto ante el sabor. El demonio come a su lado, salvaje y hasta exagerado, divertido ante las quejas que se gana con su comportamiento.

Entretenerlo es fácil, porque parece encantado de seguir a sus pequeños abominable mientras el demonio toma una siesta y él mismo se permite descansar por el momento.

La paz se rompe cuando hay un toque en la puerta y al hombre no le queda más que levantarse para abrir.

-¡Hola señor Darius!- Gus sonrió, alzando la mochila que sostenía entre sus manos. -Traje las cosas de Hunter-

-Ya les dije que dejaran lo de "señor", me hace sentir viejo- bufo el hombre, haciéndose a un lado y haciendo un gesto, dejando al adolescente entrar.

-Eres viejo, papá- rio el rubio, levantándose para acercarse a su amigo con ánimo. -¡Mira Gus, tengo una remera roja!- alzó los brazos, dando una pequeña vuelta, mostrando su cambio con orgullo.

-Eso es genial, amigo- rio ligeramente, arrodillándose. -Traje tus cosas- abrió la mochila ajena, rebuscando dentro con un objetivo en mente.

-¿Mis cosas?- pareció confundido, aunque sus ojos brillaron ante lo que su amigo acunaba entre sus manos. Un palisman con apariencia de arrendajo y de un bonito tono azulado, las alas pegadas a su cuerpo y los ojos cerrados, en reposo. -¡Waffles!- roza al palisman con los dedos y este enseguida se despierta,  chillidos llenos de apuro y preocupación saliendo de su pico, volando de las manos que lo sujetan para rodear a su dueño, quien suelta una carcajada de encanto. -¡Estoy bien, Waffles! ¡Estoy muy bien!- acuna con tanto cuidado a Waffles entre sus manos, acercándolo a su rostro y riendo cuando su palisman se restriega contra su mejilla, al parecer un poco más tranquilo.

-¿Listo para ver a los demás?- Gus sonrió, cariñoso, y se pregunta si la sensación que crece en su interior es como se siente un hermano mayor.

-¡Casa búho! ¡Casa búho!- canturreo con entusiasmos, saltando, el arrendajo chillando a la par con su felicidad.

-Bien, a la casa búho- Darius alza la mano, dispuesto a usar su magia para llevarlos más rápido, pero la puerta principal se abre de golpe y Eber sale corriendo a cuatro patas, demasiada energía en un cuerpo tan pequeño. Eso no sería un problema, si no fuera porque Hunter pareció considerar ese movimiento una especie de juego, riendo mientras se apresura a correr tras el demonio.

-¡Hunter, espera!- Gus se apresura a seguirlos, luciendo preocupado.

-Todos a mi alrededor son unos salvajes- bufo el hombre con resignación, viendo de reojo al arrendajo que parece estar riéndose de él antes de alejarse rápidamente. Dejo escapar un largo suspiro antes de empezar a caminar, cerrando la puerta con seguro antes de apresurarse a alcanzarlos.

Así que caminar es una obligación ahora.

-Es tan raro verlo así- el ilusionista jadeo, al parecer sin poder seguirle el ritmo al par que corre por enfrente de ellos, caminando a grandes pasos para igualarlos con los del adulto. El niño tropieza, torpe, pero siempre hay una sustancia abominable en el suelo para evitar que se lastimara y lo volviera a poner sobre sus pies.

-¿Sin ojeras?- enarco una ceja y su comentario logró sacarle una carcajada al adolescente a su lado.

Pequeño HunterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora