Capítulo 3

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Cuando Kazumi empezó el primer año de secundaria inferior sus profesores no necesitaron más que un solo día para darse cuenta que esa niña perdería su tiempo cursando normalmente esos años de estudio hasta terminar la escuela. Así fue que hablaron con el Director del plantel para proponerle que solicite un examen diagnóstico escolar para Kazumi, ya que estaban seguros que la niña ya tenía los conocimientos del nivel secundaria inferior y superior por completo. Y es que en sus tiempos libres y vacaciones ella se encerraba en la biblioteca de su casa y leía todos los libros que podía, por lo que aprendió antes de ir a la escuela todo sobre las materias que le impartirían durante los años de secundaria. El director aceptó la propuesta y dos días después estaban los representantes del distrito escolar en las instalaciones del colegio listos para aplicar el examen.

Kazumi no dudó en aceptar el ser evaluada por los representantes del Ministerio de Educación y sus padres no se pudieron negar presionados por el revuelo que despertó entre las importantes familias de su círculo social la posibilidad de que tuvieran una hija genio. Suki detestaba que su hermana acaparara la atención de todos y que a donde fuera acompañando a su madre alguien tuviera que preguntar por Kazumi. Tras dar el examen, el cual terminó mucho antes del tiempo estimado, indicaron que ella ya estaba preparada para dejar la escuela y empezar la universidad, pero los pedagogos opinaron que al ser apenas una niña sería mejor que ese año cursara con los alumnos de la última clase de secundaria superior y de ahí fuera a la universidad, de paso que se acostumbraba a tener que estudiar con adolescentes mayores cuando ella apenas era una púber. Así Kazumi dejó a sus compañeros con los que había compartido el nivel elemental para pasar al salón donde los alumnos de la última clase de secundaria superior desarrollaban los cursos.

Sus nuevos compañeros no fueron tan amables como la niña prodigio se lo esperaba. Estos se burlaban de ella y solían hacer comentarios en doble sentido sobre su aún no formado cuerpo, los cuales ella no entendía. Al no maquillarse ni buscar estar cerca de los chicos era discriminada por sus compañeras, y los muchachos simplemente la ignoraban a no llamar su atención. Consciente de que era completamente imposible que pudiera tener un buen trato con sus compañeros al tener intereses diferentes porque las edades de ellos fluctuaban entre los diecisiete y dieciocho años, mientras que ella apenas había cumplido los doce, Kazumi no se preocupó en lo que pensaran ni dijeran, sino en terminar ese año escolar, el último que tendría, con la mejor calificación, no de la clase ni del distrito, sino de la ciudad.

Al demostrar que por más ofensivos que fueran, ella no retrocedería en su objetivo de ser la mejor de la clase, poco a poco dejaron de fastidiarla y más bien empezaron a admirarla, pero no intentaron acercársele porque Kazumi no permitía que lo hicieran al ser cortante con todos ellos, excepto con una compañera que desde el primer día que llegó a ese salón le mostró que sí estaba interesada en su amistad: Reiko Itakura. La escuela de la niña prodigio era privada, una de las mejores del país, en donde los muy adinerados o los muy talentosos podían estudiar. Reiko era del grupo de los talentosos al estar ahí por una beca, por lo que sabía lo que significaba ser diferente, más ella cuando su familia ni siquiera era de escala media en la sociedad, sino que eran pobres. La muerte de su padre dejó a su madre y a ella en una situación precaria, en donde sobrevivir no era fácil, pero Reiko resultó ser una alumna brillante, dedicada y disciplinada, por lo que pudo ganar una beca y estudiar los seis años de educación secundaria en esa escuela. Claro está que por ser la chica pobre de la clase no era bien vista ni la más popular, pero la respetaban por tener un carácter decidido que la hacía ser una excelente oradora y la campeona distrital en esa arte.

Reiko y Kazumi pasaban el tiempo juntas durante el almuerzo y los minutos de descanso; hacían los trabajos grupales juntas y solían hablar sobre otros temas, como sus autores favoritos, su música predilecta y otros pasatiempos que tuvieran. Así la amistad nació entre ellas y pudieron contarse algunos secretos, como que Reiko aún extrañaba a su padre, aunque este haya fallecido hace ocho años, y que a Kazumi le dolía no poder tener una relación bonita con su hermana y con su madre, ya que ambas no gustaban de lo mismo que a ella le interesaba. Reiko se dio cuenta que el dinero no era lo que hacía feliz a las personas al encontrar tanta tristeza en Kazumi, y esta comprendió que, por más que el tiempo pase, hay personas que nunca se dejan de extrañar.

El amante perdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora