Capítulo 2

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Tres meses eran los que faltaban para el día de la boda desde la noche en que Los Shimizu y Los Yamazaki se reunieron para cenar y comunicar a sus familias el cambio de la novia. A la madre de Naoki no le agradaba Suki, pero el ver a su hijo feliz, algo que no aparentaba al lado de Kazumi, hizo que acepte a la nueva novia. Al enterarse las amigas de Suki que esta se casaría pronto llegaron a la casa de Los Shimizu al día siguiente para felicitar a la dichosa prometida. La hija menor de Los Shimizu sonreía conteniendo las ganas de reír socarronamente, ya que quería burlarse de su hermana en todo momento, pero se controlaba porque nunca ella debía quedar como la mala de la película. Sus amigas, pobres niñas sin cerebro ni mayor aspiración que la de conseguir esposo adinerado, la llenaban de halagos y buenos deseos.

Esa mañana empezaba el día libre de Kazumi, algo que no se daba muy seguido porque la médica ofrecía sus días de reposo a realizar alguna actividad de ayuda social que manejaba el hospital donde trabajaba, pero ese día quería relajarse, ya que la tensión que sufrió al creer que por su culpa su padre perdería el contrato de su vida la había afectado, pero no contó con que las malcriadas de las amigas de su hermana llegarían para malograrle el día de descanso. Aprovechando que el clima se tornaba más cálido, la médica vistió un bikini azulino que le lucía muy bien y fue a la piscina a nadar un rato, luego tomaría un poco de sol y leería un libro. Su hermana, quien la vio disfrutando sola de ese relajante momento de esparcimiento decidió que debía alegrar su día arruinando el de Kazumi.

Suki y sus amigas caminaron hacia la piscina para tomar unas bebidas mientras se relajaban apreciando la belleza del jardín posterior de la casa de Los Shimizu, pero al ver a Kazumi, a quien le quedaba muy bien ese bikini, mejor que a muchas de ellas, cuyos cuerpos parecían de pequeñas púberes sin desarrollar, decidieron empezar a fastidiar a la médica, a quien su educación y buen corazón le impedía ignorar a las arpías amigas de su hermana menor. Kazumi las saludó con un «buenos días» y una ligera reverencia, ya que ellas eran menores, pero estas, con un ego por encima de los límites de normalidad, creían que la médica las saludaba no por ser educada, sino porque ellas eran superiores, cosa que solo en sus pequeños cerebros podría concebirse, ya que ellas, en su mayoría sin estudios, solo esperaban que llegue el día en que se oficializaran sus matrimonios y así ser alguien en la vida, puesto que no tenían talentos ni ambiciones que las hicieran llamativas ante la comunidad.

- ¿Y tú qué haces aquí? –soltó una de las amigas de Suki-. Pensé que en tu grandioso trabajo no te daban días libres.

- Sí tengo días libres, pero suelo ofrecerlos para el voluntariado, excepto hoy que sí necesitaba descansar un poco –respondió educadamente Kazumi, algo que esas tipas no se merecían.

- ¿Es un Roxy? –preguntó otra de las amigas por el bikini que lucía Kazumi, quien asintió con la cabeza-. Demasiado bikini para tan mal lucido cuerpo –dijo y todas empezaron a reír.

- Déjenla en paz –dijo Suki y Kazumi por un instante pensó que su hermana la defendería del ataque de sus amigas-, ya bastante tiene con haber sido despreciada por Naoki y su familia –agregó Suki y todas rieron. Sin muchas ganas de seguir sufriendo los ataques de esas mujeres, Kazumi tomó sus cosas y se retiró hacia su habitación.

Kazumi no entendía por qué, desde niña, recibía maltratos de Suki. Ella sabía que su hermana era de esa clase de personas que necesitan llamar la atención y acapararlo todo para sentirse bien, pero de ahí a ser rencorosa porque ella pudo aparecer en televisión o en los diarios y revistas por las entrevistas que le solicitaban al ser interesante para el público la difusión de sus logros académicos y los descubrimientos médicos que iba alcanzando, no tenía sentido. A la médica ni siquiera le gustaba ni la pasaba bien cuando era entrevistada o tenía que participar en una sesión de fotos para algún medio escrito, pero eso era algo que su hermana nunca sabría, ya que ellas no eran de hablar ni de compartir momentos juntas.

El amante perdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora