Capítulo 7

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Masaki Fukuda era un multimillonario hombre de negocios a quien en su juventud apodaron "El rey Midas" porque todo negocio en el que participaba terminaba siendo un éxito, por ello la comparación con el mítico rey de Frigia que todo lo que tocaba lo convertía en oro. Aunque la Familia Fukuda provenía de Osaka, Masaki vio necesario cambiar la sede de los negocios que su padre, abuelo y otros antepasados habían forjado en el transcurrir de los años a la ciudad de Tokio porque así estaría cercano a todas sus empresas de manera estratégica, ya que los Fukuda no se especializaban en un solo rubro, sus inversiones iban desde alimentos y productos agroindustriales hasta la investigación aeroespacial.

A la edad de veintitrés años se casó con Umiko Omura, de apenas dieciséis, hija mayor de otra prestigiosa familia japonesa que había encontrado el éxito en la pesca, siendo el primer productor y proveedor en el mercado local y en todo Asia de productos hidrobiológicos. Sí, su matrimonio fue un arreglo entre familias que solo buscaban asegurar el futuro de su descendencia al tener lazos sanguíneos entre ellos, algo que es más fuerte que la unión comercial de dos empresas. De esta relación nacieron tres hijos: Oyuki, Aki y Nara.

Aunque el amor nació dentro del matrimonio pactado al que fueron obligados a participar Masaki y Umiko, ambos habían decidido que esa estrategia de negocios no la utilizarían con sus hijos, respetando lo que sus corazones determinaran con respecto a sus relaciones amorosas. Fue así que cuando Oyuki, la primogénita, llegó con la noticia de que se había enamorado de un joven suizo que conoció durante sus estudios de maestría que realizó en el país de donde era oriundo el muchacho, no le quedó de otra a la pareja de padres que aceptar el matrimonio y llenar de bendiciones a su hija. Oyuki dejó Japón al lado de su esposo para radicar en la ciudad de Berna, y ahí sigue viviendo hasta estos días.

Nara, la hija menor, era un alma libre que desde pequeña demostró talento para las artes plásticas y una profunda alma que con mucho sentimiento podía trasmitir por medio de la pintura lo que guardaba en su interior. Eso hizo que su trabajo llamara la atención de varios personajes que gustaban de este tipo de arte, por lo que sus padres serían aconsejados en ayudar a su hija a explotar al máximo dicho talento, por lo que siendo una adolescente la enviaron a estudiar a un internado en Italia, en Roma, donde no solo llevó las típicas clases teóricas de materias que aparecen en el tradicional currículo de una escuela, sino que participó en talleres que explotaron su creatividad e imaginación, así como le enseñaron las técnicas pictóricas necesarias para que siga pintando como un artista profesional. Al ser tan sensible e independiente, algo que causó el vivir alejada de su familia desde los catorce años, Nara nunca estuvo interesada en enamorarse ni formar una familia, algo que sus padres respetaron.

Aki era el segundo hijo, el varón y, por ende, el heredero de la fortuna de Masaki Fukuda. Desde que nació y se supo que era un niño, varias familias adineradas se acercaron a los padres de este para pactar el matrimonio del heredero Fukuda con las hijas de esas otras familias, pero los progenitores de Aki siempre rechazaron las ofertas indicando que no estaban interesados en determinar para su hijo un futuro matrimonio. Por tal motivo, Aki se sentía libre de poder amar a quien quisiera porque tenía la certeza de que sus padres no se opondrían en aceptar su decisión y que acogerían a la mujer que presentara ante ellos con el mismo respeto y apertura que demostraron ante el esposo suizo de su hermana mayor.

Esa libertad de amar hizo que a la edad de veinticinco años Aki se enamorara de una joven asistente del área de Recursos Humanos del Grupo Empresarial Fukuda. Ella era apenas dos años menor que él, no provenía de una familia adinerada, pero era una muchacha muy inteligente, talentosa y de buen trato, cualidades que sumadas a su belleza llamaron la atención del joven heredero. Yumei Ogawa había comenzado a percatarse del interés de Aki por ella, algo que la hacía sonrojar porque el joven Fukuda era muy apuesto, con esos ojos dorados tan llamativos y fuera de lo común, rasgo heredado de su madre, ya que la Familia Omura tenía una mutación genética que era tan rara y fuerte que sin importar con quienes se mezclaban el bebé producto de esa unión heredaría los ojos dorados, de ahí que no solo Aki los tenía de ese color, sino también sus hermanas, ya que era la herencia que la madre Umiko les había entregado.

El amante perdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora