Como Kazumi tendría un día pesado al tener que realizar el trabajo administrativo que le correspondía en el hospital, Shiro decidió acompañarla y ayudarle en lo que pudiera durante esa mañana de sábado. Muy temprano el Director Fukuda dejó la mansión de su familia para dirigirse al penthouse de su prometida con la finalidad de ir a tomar el desayuno juntos en una conocida cafetería. Al momento de tomar su cartera, Kazumi escuchó el sonido de la alerta de llamada de su equipo móvil y al revisarlo vio el nombre de su padre en la pantalla. Recordando lo que Shiro le pidió hacer, la médica caminó hacia la sala del apartamento y le entregó a su prometido su celular para que responda la llamada, ya que era su padre quien trataba una vez más de comunicarse con ella, y como él le había pedido que no contestara los intentos de contactarla que hiciera su progenitor porque quería ser quien hablara con él, Shiro tomó el equipo móvil y presionó aceptar.
La médica empezó a preocuparse cuando vio como el rostro de su amado comenzaba a cambiar. Cuando se colocó el celular cerca de la oreja para atender la llamada, Shiro lucía serio, tranquilo, pero poco a poco su expresión facial fue modificándose hasta que quedó muy claro que la ira lo estaba embargando. «¡¿Qué acaba de decir?! ¡¿Cómo calificó a mi prometida?! ¡Repítalo!», escuchar que su prometido se dirigía con un fuerte tono de voz y un alto nivel de exigencia hacia su padre la asustó, más por entender que Kenzo quizás dijo algo inapropiado en contra de ella y por ello el razonable enfado de Shiro.
Su prometido dio unos cuantos pasos alejándose de ella, pero la médica se movió sutilmente para que él no se diera cuenta que estaba interesada en seguir el hilo de la conversación, aunque no pudiera escuchar lo que su padre decía. «No le queda bien el papel de padre preocupado cuando acabo de escuchar el tono y la forma en la que se dirigía a Kazumi chan cuando empezó esta llamada. Que sea la última vez que se dirige de esa manera a mi prometida, o absténgase a las consecuencias», Shiro no era un hombre abusivo ni prepotente, por lo que escucharlo amenazar a su padre significaba que lo que había dicho Kenzo en contra de ella era grave, o al menos lo era para aquel hombre que había demostrado que la amaba y que era capaz de hacer lo que fuera con tal de protegerla.
«Me atrevo a defender de quién sea a mi amada Kazumi, en especial de aquellos que debieron cuidar de ella y nunca lo hicieron. Usted no es de mi agrado, Shimizu san, y si lo trato con respeto es solo porque soy un hombre educado y no pienso bajar a su nivel». Las palabras de Shiro entristecieron a Kazumi, no porque su prometido estuviera reprendiendo a su padre, sino porque ella guardaba la ilusión de que su esposo y su progenitor pudieran congeniar y tener una relación sana y amigable, llena de respeto y de buenos tratos, pero Shiro no gustaba de Kenzo, y ella entendía que saber la verdad sobre cómo se había comportado su familia con ella, hacía que su amado no tuviera un buen concepto de sus padres y hermana menor, por lo que la convivencia entre ellos sería muy complicada.
«No se excuse tanto, mejor modere su comportamiento y formas cuando se dirija a Kazumi chan», pero que Shiro la defendiera, se preocupara de que reciba un trato correcto, le llenaba el corazón de una inmensa alegría. El amor de Shiro manifestado en una actitud protectora la hacía sentirse especial, sensación que nunca le prodigaron sus padres, por lo que agradecía a lo más sagrado el que su amado prometido haya reaparecido en su camino cuando empezaba a estar completamente sola por haber dejado la casa de su familia. Shiro era la única persona a la cual ella necesitaba para ser completamente feliz porque con él no solo llegó el amor de un hombre maravilloso a su vida, sino una hermosa familia que la apreciaba y hacía sentir muy a gusto cuando pasaba tiempo con ellos.
«Cómo se nota que no es capaz de reconocer el valor de Kazumi chan que pretende insinuar que su reputación puede ser dañada por el hermoso detalle que tuve al pedirle que sea mi esposa delante de todos: de mi familia como la de ella, de importantes invitados, hasta del Primer Ministro y su esposa. Nadie puede pensar mal de mi amada porque en todo momento cuidé de ella, le di su lugar y la protegí. ¿O no recuerda que Los Shimizu asistieron a la cena y que todos los vieron?», escuchar que Kenzo estaba asumiendo una postura incorrecta al pensar que la gente tenía un concepto negativo de ella, fue algo que le hizo recordar todas las veces que, sin saber los hechos, el patriarca Shimizu la culpó de ser la responsable de los problemas que se habían suscitado, y eso le hizo ver que por más tiempo que pase alejada de su familia, ellos no cambiarían la percepción que tenían de ella, que nunca dejarían de tratarla como siempre lo hicieron, que no había nada que pudiera hacer para que ellos la valoraran, la respetaran, la amaran.
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El amante perdido
RomansaKazumi y Shiro eran unos adolescentes cuando por azares del destino se dejaron de ver. Cuando se volvieron a encontrar, ella era una mujer de 23 años, una médica exitosa, pero con muy baja autoestima al tener una familia que solo le ofrecía palabras...