Neyla, desde el momento de su nacimiento, estuvo destinada a ser una líder, una figura de poder y respeto, siguiendo los pasos de su madre. Fue moldeada desde una edad temprana para liderar con sabiduría y compasión.
Pero a medida que Neyla crecía...
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Con Kiri, Tsireya y Tuk, nos encontrábamos en el tranquilo atolón, rodeados por la serenidad del mar y la fresca brisa que acariciaba nuestras caras. Habíamos decidido esperar pacientemente a que mi hermano se dignara a aparecer antes de partir en busca de los peces que serían nuestra cena para esa noche.
Observé a mi alrededor, admirando la imponente estructura de los espigones que se alzaban desde las aguas cristalinas. Levanté el brazo y señalé hacia ellos con un gesto explicativo.
— Estos espigones son un regalo de Eywa — compartí con mis ellas, dejando que mi voz se mezclara con el suave susurro del viento — A lo largo de los años, han servido para protegernos de las aguas tumultuosas y también han permitido que la vida florezca aquí. Eywa nos bendijo con esta maravillosa creación, y con el tiempo, los espigones se alzaron por encima del nivel del mar, brindándonos una vida más apacible y libre de las bruscas fluctuaciones del océano.
— Durante el eclipse es el mejor momento para estar aquí — añadió mi hermana con una suave sonrisa.
Mis ojos vagaron buscando la figura familiar de mi hermano, mientras Tsireya seguía hablando sobre los eclipses y su conexión especial con este lugar. Si bien su voz transmitía un aire de admiración, no pude evitar soltar un suspiro de frustración.
— Pero lo mejor ahora mismo sería que apareciera Aonung — comenté con un tono sarcástico, dejando escapar una risa irónica. Mi hermano tenía la habilidad de desaparecer en los momentos menos convenientes, y mi paciencia estaba llegando a su límite. — voy a amarrar su cola a una palmera la próxima vez que tenga la oportunidad.
La brisa jugueteaba con mis cabellos mientras escaneaba el entorno, esperando detectar cualquier señal de mi hermano y su ilu. Sin embargo, mi búsqueda fue interrumpida por una voz masculina que resonó en el aire.
— ¡Neyla! — mi nombre fue pronunciado y al voltear, mis ojos se encontraron con los de Neteyam, quien montaba su ilu mientras se acercaba al atolón donde nos encontrábamos.
La voz entusiasta de Tuk llenó el espacio en respuesta, saludando con entusiasmo al recién llegado y levantando su brazo en un gesto de camaradería.
— Ay no —escapó de mis labios. Mi mente no lograba procesar el hecho de que Neteyam hubiera aparecido en ese momento exacto. Una risa burlona no tardó en llenar el espacio, proveniente de Tsireya, que obviamente estaba disfrutando de mi situación incómoda.
— Estuviste escondiéndote aquí toda la mañana — las palabras de Neteyam me tomaron por sorpresa, y no pude evitar sentirme atrapada por su tono juguetón — ¿no vas a cumplir tu apuesta?