Neyla, desde el momento de su nacimiento, estuvo destinada a ser una líder, una figura de poder y respeto, siguiendo los pasos de su madre. Fue moldeada desde una edad temprana para liderar con sabiduría y compasión.
Pero a medida que Neyla crecía...
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Fueron varios días en los que estuve evitando mis laboras con los Sully, ya sea ayudando a los más pequeños con las cestas para las comidas o entrenando con los guerreros directamente. Según Tsireya, Tuk no dejaba de preguntar por mi, pero para no arrepentirme de su decisión evitaba tener tiempo libre como para poder cruzarme con el grupo.
Hoy en día terminé con Rotxo yendo a buscar algunas frutas para los próximos días.
— Neyla, sabes que puede ser honesta conmigo ¿no es cierto? — preguntó derrepente mientras volvíamos a la aldea.
— Sabes que me das miedo cuando vienes con esas cosas tan de la nada — confesé ganando una sonrisa suya — pero si, Rotxo, se que puedo hacer ¿por qué lo preguntas?
— Solo quería que lo tengas en claro — se encogió de hombros.
Mentiroso.
— Suelta todo lo que sabes, chico — el solo podía mirarme de reojo, sabía que estaba nervioso — Rotxo, dime que es lo que sabes.
— Atheya nos contó lo que pasó — murmuró, tan bajo que apenas era audible.
— Espera ¿lo que pasó? — detuve mi caminar. El hizo lo mismo — estas hablando del beso con...— él asintió antes de yo terminar la oración.
Voy a matarlo, definitivamente voy a matar a esa boca floja..
— Por favor, no le digas que te lo dije, él y Aonung me ataran a la aleta de un ilu si se enteran que....
— ¿¡Aonung también lo sabe?! — sentía que me iba a desmayar, las náuseas se apoderaban de mí.
Maldije la hora en la que pensé que podía confiar en él.
Ya no es mi Atheya, no es el amigo que tenía hace meses... ¿En qué momento decidió ser mi enemigo?
Le pasé las frutas a Rotxo, aquí el que terminaría atado a un ilu será otro. No, no un ilu... a un tsura.
— Neyla, no te precipites y hagas cosas.... — lo interrumpí.
— Silencio, esto es entre el y yo, mantente al margen — solté con la voz más fría que encontré empezando a caminar a pasos apresurados hasta la aldea.
Mientras mi cabeza repasa todas las torturas posibles, vi a Tsirella corriendo hacia mi.
— Neyla, tienes que..— la paré levantando la mano.
