Capitulo II: "Te veo"

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Italia, Roma. VII.V.MMXXII

El mayor temor de la chica se hizo realidad al escuchar nuevamente el despertador, para su sorpresa de otra vez había logrado dormir poco más de una hora. Eran otra vez las siete de la mañana, su alarma sonaba de forma omnipresente en cada rincón del recinto. Poniendo mala cara se forzó a levantarse y corrió directo al baño a asearse.

Tras salir del baño, se sentó dubitativa en la orilla de su lecho frente al armario, de nuevo tenía de todo y a la vez nada que usar para el trabajo. En medio del denso dilema del modas en el que se encontraba la rubia pudo oír desde la primera planta del departamento la voz de su hermano mayo—¡Elaine, ya está el desayuno!—Exclamó el castaño con todas sus fuerzas. 

Al final, terminó por seleccionar la primer combinación decente que pudo pensar, una blusa blanca, una falda a cuadros negros y blancos, unos tacones rojos y algunas piezas de joyería que nunca estaban de más. 

En un acto de curiosidad sus ojos cruzaron con las manecillas de aquel viejo reloj de pared en su cuarto—Estoy tarde, de nuevo—Pensó la ojimiel con una mezcla de desanimo y angustia. El poco sueño de la noche anterior la había dejado sin ganas de nada, pero mucho menos de concurridas carreras matutinas. 

Bajó rápidamente al primer piso para tomar apuradamente el desayuno, cepillarse y despedirse de su hermano quien también se encontraba en una situación bastante similar. 

Para su desgracia, el trafico en la concurrida metrópolis no hacía nada distinto que hacer más complicada la hazaña de llegar en unos escasos minutos a su oficina. Llegó como pudo, estacionando su auto cono si de un maratón se tratase y subió a prisas las escalaras solo para encontrarse con las instalaciones completamente desoladas, ni un alama estaba allí para presenciar su dificultosa odisea.

Se resignó en un pequeño gesto de frustración al pensar que todo había sido en vano, optó por mejor ir a tomar un café y entrar a su despacho en silencio. En su camino a la cafetera comunitaria se topó con su ex-novio, Helbram Parisi, un hombre no muy alto, de contextura delgada y cortos cabellos de un tono verdoso, quien para su mala fortuna no solo era amigo de su hermano mayor, por lo que frecuentaba el hogar de la rubia, sino que también llevaba una callada revalidad laboral con la chica que en estos últimos años se había visto agrada por el ascenso de Elaine. Él observó a Elaine sin pronunciar ni una sola palabra hasta que se animó a hablar—Buenos días, Elaine—Dijo el masculino.

Ella rodó los ojo de mala gana e hizo su mejor esfuerzo por devolverle una sutil sonrisa conciliadora—Buenos días, Helbram—Sin perder más tiempo o darle la oportunidad de irritarle, tomó su cuasi negro café y se adentro en su despacho. Después de todo, estaba ahí porque amaba lo que hacía, no para competir con alguien quien ni si quiera representaba nada para ella. Puso su mejor cara y tomó sus cosas de fuera de su bolso para así ponerse manos a la obra. 

Otro día de labores en el periódico de la ciudad titulaba el día de la chica luego de una de muchas noches en vela, nuevamente tenía como compañía un el hostigante ruido del silencio que tanto la acechaba en sus eternas noches de reflexión. 

Buscando entre cosas antiguas, tuvo la suerte de encontrarse con su diario. Este en particular era un registro de todas aquellas cosas que la marcaron durante su adolescencia y niñez, un confesionario de las verdades más profundas de Elaine Fiore. Partes de estas memorias, hacían lo que era hoy en día y parte de las misma, evitaban lo que pudo ser. 

Ella conocía plenamente la retribución de estas memorias, algunas le había hecho reír. Otras le habrían hecho llorar, son las cosas que debido a la ausencia parcial de sus padres se vio obligada a callar. Esta durante mucho tiempo fue su voz y de este modo su forma de gritar. De clamar por la la ayuda silenciosa, por la fortaleza que solo de su interior pudo provenir en aquel entonces. 

E Poi Il Silenzio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora