Capítulo I: "La Pequeña Melodía".

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Roma, XXVIV.VIII.MMXXII

Nuevamente la damisela de doradas mechas despierta al son del llorar de una guitarra en la distancia, como de de costumbre, el misterioso interprete solía ejecutar preciosas y melancólicas sonatas pasada ya la medianoche. Lo hacía con una gracia y habilidad tal, que la pequeña rubia podría bien esperar horas despierta solo para oírle tocar de principio a fin. Aún cargando la pena de no poder develar uno de las incógnitas que más le apasionaban la identidad del talentoso músico que daba voz aquella preciosa sinfonía. Sin embargo, no era esta la única peculiaridad que rodeaba el misterio.

—Y luego el silencio—Comentó la rubia para sus adentros con una impaciente expectativa de que su admirado continuase. 

Al principio, odiaba el ruido que intervenía de forma invasiva en su descanso. Pese a esto, con el tiempo se dedicó más apreciar la belleza presente en aquellas melodías. Conforme los días transcurrían le empezaba a interesar cada vez más conocer a su intrépido compositor. No cabían duda residía relativamente cerca a la rubia. Aún así, nunca había podido encontrarle pues, cada ve que se acerca al sitio de proveniencia, el enigmático interprete frenaba abruptamente. 

Sin embargo, no era esto el hecho que más le cautivaba de la situación, sino, el hecho de que los demás residentes próximos a ella, parecían ya estar habituados a sus erráticas apariciones, o en su defecto no escucharle en absoluto cunado a altas horas de la madrugada interpretaba con habilidad sin igual sus composiciones. 

La chica no pudo dormir en el resto de la noche, esperando de forma milagrosa que continuase tocando, pero por más que su corazón así lo deseaba, esto no se dio. 

Elaine Fiore solía pasar mucho tiempo sola desde que su único amigo en la primaría, Ban Amato, fue a vivir con su madre a Suiza por el divorcio de sus padres. Era innegable, había transcurrido poco más de una década desde aquel entonces, pero aún extrañaba su mejor y único amigo. 

Su hermano King no siempre era la mejor de las compañías, era un doctor graduado en la lejana Universidad De Aberdeen en Inglaterra y había regresado a su país natal a ejercer su profesión por lo que vivía con su hermana menor Elaine. Pese a esto, su ausencia era una de las cosas por las que más destacaba en la morada de la rubia. Llegaba a altas horas de la noche después de un extenso día de incesante trabajo que ponía al máximo su mente y cuerpo. Luego de jornadas tan exigentes, lo último que deseaba el castaño era platicar, por lo que habitualmente solía entrar de lleno a su habitación y dormir. 

La ojimiel por su parte había estudiado periodismo y literatura en la Sapienza Universidad De Roma, a pesar de su sueño sobre ser escritora, se vio apurada en la elección de un trabajo corriente en el diario de la ciudad debido a la repentina muerte de sus padres en un accidente aéreo. 

La rubia permanecía inmóvil sentada sobre su lecho a la espera de la continuación de aquel hermosa sonata protagonista de la noche. Pero todo llevaba ya más de quince minutos en silencio y las esperaba empezaba a hacerse eterna, así mismo como su curiosidad aumentaba. 

Sin más, decidió resignarse y aprovechar la oportunidad de conocer la identidad del misterioso músico, se levantó cuidadosamente de la cama y ojeó tímidamente a través de un lateral de su ventana esperando de este modo pasar desapercibida y ver por primera vez al curioso compositor. Mas esto fue en vano, las afueras se veían envueltas en una inexorable oscuridad, no había ni un solo rastro de él, de nuevo. 

Resignándose, se sentó en filo de la cama volviendo su mirar al escritorio—¿Y si él no es real?—Se cuestionó desilusionada la ojimiel mientras se acercaba a su escritorio viendo a prisas las tantas obras y escritos que tenía sin terminar sobre dicho lugar. 

Sin poder conciliar el sueño, optó por trabajar en su novela o bien desahogarse en el diario anónimo de su vida, tantos sentimientos y memorias corrían de forma abrupta hacía su mente sumergiéndole en el mar de emociones tan profundo como su propia conciencia. Estando inmersa en los más recóndito de su cabeza, una suave y hermosa melodía volvió a ella a embelesarle con su armonioso sonar, era de nuevo él. Continuaba con precisión la sonata justo donde la había dejado hace eso de una hora. 

La bella melodía caló profundamente en su sentir llevándole al silencioso llanto, le traía calma y paz pero a la vez le recordaba todo el sufrir con cierta delicadeza angelical y lenta compasión por el callado llanto que emergía con lentitud y fuerza de lo privado e intimo de su alma. Era un sentir que en pocas ocasiones había estado tan próximo a su más puro y de ese modo sincero ser. El desnudar su corazón y alma ante la delicadeza de un desbordante sentimiento que en una mezcla inexorable de fuerza y  compasión de si se esparcía. 

—¿Por qué me haces esto?—Pensó la rubia oía nuevamente aquella melodía paradisiaca. Sin embargo, esta vez notó algo distinto, el sonido era más fuerte, él estaba más cerca. Sin perder ni un instante corrió a la ventana y tras desenmascarar la misma, lo vio cara a cara por primera vez. 

Una suelita alta y esbelta, de alargados cabellos quien se veía descubierto solo por tenue brillo de las farolas en la calle. Sus alargados dedos se movían de forma grácil y casi sin esfuerzo por la superficie de su instrumento, a tal punto que daba la sensación de que su guitarra era una extensión de si  mismo. Ella cayó presa del asombro por la facilidad de su enigmático contrario, le observó atónita de principió a fin esperando no ser percibida. Sin embargo, no notó que ella también estaba siendo objeto de su mirar, pues terminada su obra hizo una sutil y corta reverencia a modo de despedida, para luego adentrarse en el interior de su oscura morada. 

—Y luego... El silencio—Comentó la rubia mientras aún mantenía sus ojos clavados en el edificio contrario. 

Fin. 

Espero este primer capitulo haya sido del agrado de todos mis estimados lectores. Nos leemos pronto. 

Volpe fuori.  

E Poi Il Silenzio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora