Capitulo XIV: ❝Sueños❞

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El paisaje de tonos naranjados y rojizos que anunciaba la caída del inexorable astro que reina los días. Teñía de forma grata la velada de dos amados que en medio de pequeñas anécdotas y risas tuvieron la idea de salir a cenar. Era innegable la habilidad de Ban en la cocina, pero esta vez el ya mencionado tenía otros planes con su amada. Deseaba llevarla a un sitio especial, pues llevaba varios meses en busca de un lugar apropiado para celebrar su primer año de novios. 

Sabían bien que su amada era mala para las fechas, cosas que había empleado a su favor en esta ocasión para sorprenderla con algo distinto a lo demás.  No era suficiente la típica cena de siempre, era ameno. Claro. Pero hoy era un fecha extremadamente importante para el peliplta y la emoción le carcomía en un cumulo vertiginoso de sensaciones que abordan la mente de alguien tan sensible como su amada a manera de una placida pero inexplicable y la contagiosa euforia, llenaba el pequeño nido de amor de la joven pareja. 

Conforme el reino de la penumbra avanza sobre el lecho nocturno de Roma, la luz de apartamento conocía la distancia como una pequeña farola en medio de la omnipresente oscuridad. La abundante cabellera de la rubia destellaba como el oro sobre aquel seductor vestido de rubíes que lucía aquella noche, por otro lado, el albino hoy portaba su cabello atado y para el asombro de su chica, la absoluta oscuridad del lóbrego sobre ellos nuevamente yacía impregnada en su traje. 

La joven pareja abordó el auto del más alto con un rumbo que al comienzo se enmascaraba en el azar y la incertidumbre más poco a poco develó sus verdaderos colores ante la rubia cuya psique aun estaba libre de toda sospecha sobre las autenticas intenciones de su novio. Comprendió todo cuando después de una hora de recorrido el albino aparcaba en el estacionamiento de uno de los ampliamente renombrados restaurantes de la antigua metrópolis italiana. 

El gélido viento azotaba de manera burda los enormes ventanales y pese a no ser muy fuerte, su presencia era irrefutable. Para fortuna de la más baja, su amado en uno de tantos actos de caballerosidad que moldeaban su persona, se había ofrecido a prestarle su chaqueta para de este modo cobijarla del violento clima en medio de su trayectoria al no muy cercano umbral de la puerta.

Adentro, el lugar estaba plagado de pintorescos colores y excéntricas decoraciones siendo fiel a su ávida fama de no solo poseer una culinaria destacable sino de ser llamativo a la vista por igual. Ambos tomaron asiento en la mesa reservado de manera meticulosa en medio del secreto por el albino pues pensaba despertar en la dueña de su corazón algo que amaba ver en ella casi tanto como su desnudez, el asombro casi infantil que se apoderaba de ella cuando era presa  de alguna de las tan extensas como gratas sorpresas del intrépido dueño de su corazón.

Titiritaban los blanquecinos astros en la eterna distante del imponente firmamento nocturno decorando cual relucientes diamantes al mas oscuro mantel, entrelazándose de mil y un maneras, perdiéndose en la colosal distancia. Era este el escenario más idóneo para una celebración igual de especial. 

A pesar de estar en temporada alta por las fechas, el restaurante estaba tan vacío que parecía un sitio inhóspito cosa que propició la paz que tanto idealizaba Ban al hacer los preparativos para dicha eventualidad. Debido a la disposición del lugar en aquella instancia el mesero atendió con una rapidez que se podría tildar de fugaz, tomando las ordenes tan pronto como amos se decidieron sobre que comer. 

Agradable se quedaba corto si se trataba de describir de manera precisa el carácter de la majestuosa velada al cobijo de la luna, no era una simple cena aunque en el afán del vivir parecía eso y nada más. Pero esta noche con el mismísimo cielo de testigo celebraran el fruto de una siembra defendida a capa y espada de las infames vicisitudes de la vida misma. Una breve pausa en el cuidadoso caminar que ambos habían llevado con tanta sensatez incluso desde el primer instante en el que los senderos de ambos tuvieron el mismo destino. Un año en la tela efímera de la existencia podría parecer poco pero no era el tiempo lo que daba pie a una eventualidad tan solemne sino la devoción de dos almas rotas por los viscerales manierismos de la vida y que ahora se habían reencontrado, siendo capaces de dejar atrás todo su aliento por el otro.  Un compromiso tan genuino la cúspide de una era plagada de superficialidad era algo de digno tanto de admiración como de aquella envidia que tiene como único propósito infundir dolor en otros. 

¿Para qué mentir?, Fácil no era ni de cerca la palabra para esbozar con sinceridad lo acontecido durante este corto mas sublime lapso de vida en pareja, ambos habían surcado peligrosamente cerca las agrestes turbulencias de la tragedia. Sin embargo, fue dicha unión sin igual la que como poderoso faro en la distancia indicó con su luz el camino hacía tiempos mejores. 

La exquisita comida no fue más que un pretexto para traer a colación las mil y un anécdotas de aquellos tiempos donde el amor reciproco prolifero de manera triunfal sombra la neblina más densa de uno de los tiempo más ilustrados. Entre tantas historias que dieron un grato paseo por la memoria de la pareja, destaca la de aquella vez que sus caminos cruzaron por segunda vez trayendo dicha a la vida del otro. 

—Ban...—Dijo la rubia tras un breve silencio—Gracias por volver—Finalizó así su sentencia volviendo aquellos cristales de ámbar a su amado.

 —No debes agradecer. Soy yo quien debe hacerlo—Replicó él imitando el gesto de su amada—No sé que sería de mi si jamás hubiese podido confesarlo, tenía que. Lamento no haberlo hecho hace tanto tiempo.

—Es comprensible—Contestó al instante la más baja de entre los dos—No es algo que sea fácil, muchas veces yo lo intenté pero siempre me acobardaba al final. 

—Lo importante es que ya no será necesario que te acobardes al decirme lo que sientes, amore mio—Continuó el albino mientras con una discreta seña pedía al mesero la cuenta. Pronto las inacabables lagrimas de los blanquecimos algodones de azúcar que pendían de las distantes estrellas azotarían con toda su furia la morada de aquellos que en Roma habitaban y quien sin refugio se hallase sería la desafortunada presa de aquel despiadado frio que protagonizaba con frecuencia dichos acontecimientos por lo que ahora más que nunca era menester retornar su hogar en un abrir y cerrar de ojos. 

Fin.  

Agradezco eternamente la paciencia y comprensión de los que aun aguardan gratamente por cada un de las entregas, es inconmensurable la motivación que gestos tan diminutos como su apoyo siembran en mi. Sin más que adicionar anhelo con cada trozo de mi corazón que este capitulo haya sido de su total agrado. Nos leeremos, pronto. 

Volpe Fuori. 

E Poi Il Silenzio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora