Tras nuestra pequeña discusión a solas, esa que yo estuve esquivando a toda costa pero que finalmente no pude evitar, Bianca se durmió. Después de su última intervención ella cerró los ojos y me dejo con la palabra en la boca, la cual a duras penas me tragué.
El camino se me había hecho cortísimo al principio, pero en cuanto no conté con la viva presencia de mi acompañante, el sueño empezó a atacarme, y tuve que obligarme a bajar la velocidad.
Finalmente, llegamos a nuestro destino (el cual conocía bien, por los momentos que había pasado allí, junto a Sophie y sus amigos, ayudando con los preparativos de esa fiesta sorpresa a la que por desgracia no pude asistir) pero no me quedó otra opción que aparcar en paralelo, frente a su apartamento y llevarla en brazos hasta su habitación justo como Ed había hecho con Sophie anteriormente.
Juro que intente despertarla llamándola y agitándola ligeramente pero en cuanto soltó un gruñido, me asuste y me di por vencido.
Tom me abrió la puerta, y con la frustración plasmada en el rostro, entré en el ascensor cargando con maléfica, cuando en realidad debería haber cargado con mi bella durmiente.
Subí hasta el último piso rezando para que no se despertara. Eso era como tener una bomba de relojería entre las manos.
La típica musiquita de ascensor calló y las puertas se abrieron dando paso a una puerta de madera la cual tenía incrustada una placa de metal en la que estaba inscrito: "Bianca & Quely"
Nunca antes había visto esa placa.
Supuse que esa tal Quely seria su compañera de piso o algo por el estilo y que ,con un poco de suerte, ella estaría adentro, dispuesta a desvestir a Bianca, a acostarla en su cama y a ahorrarme otro innecesario e incomodo momento.
Sin pensar si esa pobre muchacha estaría durmiendo, toque el timbre.
Y volví a tocarlo, una y otra y otra y otra vez hasta que me rendí, dándome cuenta que aunque eran más de las dos y media de la mañana, quizás esa tal Quely fuese una jovencita desempleada y fiestera, a la cual probablemente le gustara salir de marcha los fines de semana y regresar al día siguiente, después de haber pasado la noche junto a un desconocido.
Tal vez y solo tal vez, Bianca si andaba en lo cierto con el dichoso temita de los prejuicios y la hipocresía.
Pero eso no importaba ahora. Ella no podía disfrutar de mi sincero: Tenias razón y mis rodillas estaban suplicando un descanso.
Estaba por sentarme y quedarme a dormir con ella en la puerta, no tenía ni idea de dónde podía guardar la llave está mujer, no tenía ni bolsillos ni bolso.
Comenzaba a desesperarme cuando, sin idea de porque, me fijé en el cordón negro que rodeaba el cuello de Bianca.
Parecía un tipo de collar así que estiré del cordón y gracias a mi curiosidad descubrí que de aquel accesorio colgaba la llave que abría su casa.
Sin esperar ni un segundo más, abrí, encendí alguna que otra luz y busque la habitación de Bianca entre las tres a las cuales no había entrado nunca. Las que se encontraban en el segundo piso.
La primera estaba cerrada con llave, la segunda era un baño y ¡Bingo! La tercera era un dormitorio de mujer.
Y no cualquier dormitorio de mujer, era el cuarto de Bianca. Lo sabía por el montón de ropa que descansaba en el suelo. La misma ropa que llevaba puesta el día que la conocí. Hacía tan solo tres días.
Por un simple impulso, volví a ojear su rostro. Esta vez seguro de que nadie lo notaría, y me di cuenta de que dormida parecía incluso inofensiva.
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Serendipia
RomanceSerendipia: descubrimiento o hallazgo afortunado e inesperado que se produce cuando se está buscando otra cosa distinta. Con sus 23 años recién cumplidos, Bianca Wayne sigue siendo un completo enigma para todos los que la conocen. Su compleja, des...