Capítulo 13

13 1 2
                                    

(La imagen de arriba es el símbolo del Campamento Escondido)

++Nerea++

Los gemelos duraron por su cuenta una semana. Después aparecieron en la Estación de Paso. Demasiados ataques de monstruos. Alexander, que estaba solo, duró hasta noviembre. El único consuelo fue que, según nos dijo Apolo, que atrajeran tantos monstruos significaba que eran poderosos. Eso no evitaba que echaran de menos a su padre y su madre, respectivamente. Y tampoco evitaba que los llamaran por mensaje Iris y yo me encerrara en alguna parte a llorar cuando lo hacían. Fue duro.

Al estar todos por allí, la Estación de Paso parecía viva de verdad. No podíamos ir a un instituto de Indianápolis porque los siete juntos en un edificio de mortales atraeríamos a un ejército de monstruos. Así que Leo, Jo y Apolo decidieron que serían nuestros profesores. Leo nos enseñaba matemáticas, ciencias, inglés (a mí sobre todo) y español (sobre todo a los que no sabían). Jo nos enseñaba historia de Estados Unidos y pequeños trucos con la Niebla, como engañar a mortales para que olvidaran algo. Por último, Apolo nos enseñaba mitología, algo importante para sobrevivir a la vida de un semidiós.

Llegó diciembre y decoramos la Casa de las Redes para Navidad. Nos lo pasamos genial y quedó preciosa, con el árbol en el comedor y luces por todas partes. Sinceramente, se me hizo raro no hacer una cena en Nochebuena pero sí un comida el día de Navidad.

Todos colaboramos para hacer la comida y Alexander resultó ser un increíble cocinero. Nos sentamos todos juntos en el salón y, al vernos alrededor de la mesa, riendo y disfrutando, una sensación cálida se abrió paso en mi pecho. Y no pude evitar lo que vino después.

-Chicos, me podéis escuchar un momento-pedí, poniéndome en pie-. Hace poco más de seis meses que descubrí que era una semidiosa y entré, como todos, en este mundo de locos. Desde entonces han pasado muchas cosas. Una me ha afectado especialmente. He tenido que abandonar a mi familia en España y hacer que me olviden-sentí las lágrimas asomar-. Pero ahora veo que tengo una nueva familia, vosotros. Así que gracias. Gracias, gracias, gracias, gracias. Ya no sé que haría sin vosotros.

Crystal se levantó y me abrazó. Daniel la imitó y el resto después. Me sentí mucho mejor. Me sentí, por primera vez desde junio, completa.

Acabamos de comer y luego Leo dijo:

-Tengo algo para vosotros, chicos.

Yo me sorprendí. No se me había pensado que fuéramos a tener regalos. Yo no había hecho nada, pues lo mío no era fabricar cosas y no podía ir a comprar algo. Leo volvió y nos dio a cada uno de nosotros siete un paquete.

-¿No hay nada para mí?-preguntó Apolo.

-Tú regalo soy yo-contestó Leo-. ¿Necesitas algo más?

-No, contigo basta-respondió Apolo antes de darle un beso.

El resto abrimos el regalo. Eran brazaletes de bronce, todos iguales, pero tenían el nombre de cada uno.

-Tenéis que ponéroslo-explicó Leo-. Y luego estirad el brazo.

Lo hicimos y los brazaletes se convirtieron en escudos. Estaban decorados con intrincados grabados, todos distintos y todos preciosos.

-Muchísmas gracias, Leo-dijo Daniel.

-No hacía falta-añadió Jayden.

-Esa es la gracia de los regalos-contestó Leo-. No hacen verdadera falta, pero es un detalle con los demás. Y os serán útiles. No quiero que muráis.

-En serio, gracias Leo-repitió Crystal.

Yo estaba sin palabras. Ese escudo era la cosa más bonita que había tenido jamás, con sus dibujos que parecían una intrincada red de hojas y árboles.

La Rebelión de los OlvidadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora