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Hacía tiempo que Neville venía meditando la opción de renunciar a su trabajo de auror.
Reconocía que se había unido ni bien terminada la guerra, siguiendo la misma emoción que varios de sus amigos por luchar contra los malos. De eso ya habían pasado diez años y estaba convencido que debían luchar por un mundo más justo, pero algo le decía que la escuela debería ser el lugar indicado para comenzar y no corretear tras criminales y mortifagos prófugos, metido en misiones que -en algunos casos- lo obligaban a estar semanas o meses fuera de su hogar.
Quería algo más para su vida, una vida mucho más tranquila y, en lo posible, lo más alejada de Harry y Malfoy.
Todos estuvieron sorprendidos de ver a Malfoy en el examen de ingreso para la academia de aurores. Muchos sospechaban de él y, cuando ingresó, se encargaron de hacerle la vida difícil.
Neville no intervino, tenía marcado con fuego todos años de bullying por parte de Malfoy y sus lacayos.
Para sorpresa de todos, incluyéndole, fue Harry quien le tendió la mano. Desde entonces, donde estuviera Malfoy, no muy lejos era seguro que estaría Harry y viceversa. Neville aun no entendía del todo la dinámica de su relación, cuando estaban juntos eran como pólvora y alguno de los dos -o ambos- se encargaba de encender la mecha que iniciaba alguna discusión, una apuesta, alguna competencia tonta y, nuevamente, otra discusión.
La situación no cambió cuando se graduaron de la Academia y, para su mala suerte, fue incluido en el mismo grupo de trabajo, junto con Ron.
Malfoy no era tan molesto como en su adolescencia, más bien, parecía un tipo amargado y silencioso. Eso estaba bien, Neville podía vivir siendo ignorado completamente por Malfoy, en el trabajo era diligente y astuto, lo que beneficiaba al grupo y en general, solía ser quien impedía que Harry y Ron se arrojaran al peligro de cabeza.
Todo era perfecto, si tan solo no los encontraran dándose como cajón que no cierra en cada maldito lugar. La primera vez fue en los baños de la Academia, y había quedado tan traumado que le tomó semanas poder ver a Harry a los ojos.
Ahora estaba relativamente acostumbrado o más bien curado de espanto. Además, si los encontraba Neville hacía como si estuviera siendo perseguido por la mismísima muerte y huía del lugar. El problema eran momentos como ese, cuando estaban los cuatro en medio de una misión y una tormenta invernal los tenía atrapados en una cabaña algo destartalada en el medio de la nada. El lugar no era tan amplio y Neville podía escuchar gemidos provenientes del baño.
Por Merlin, tenía que renunciar y alejarse de ese par de conejos.
-¡Pongan un maldito hechizo que los silencie, par de degenerados! ¡Neville está a punto de llorar! -Grito Ron, aporreando la puerta del baño. No estaba seguro que fuera una buena idea, la cabaña parecía que se les vendría encima en cualquier momento y afuera el clima no podría ser peor.
Pero por fin se habían callado o hechizado el baño, ambas buenas opciones.
-¿Acaso no les da vergüenza? -Rezongó Ron, volviendo a su lado.
-Quizás les gusta. -Murmuró, poniendo más leña en la chimenea. -Seamus dice que hay gente así, ya sabes.
-¡Pero no con nosotros! -Dijo exasperado. -Si la tormenta no para tendremos que quedarnos, habrá que poner un par de reglas de convivencia.
-Cállate comadreja, si tu novia estuviera aquí serías el siguiente en entrar. -Escupió Malfoy, siendo seguido por un sonrrojadisimo Harry, que parecía ver algo muy interesante en las tablas del suelo.
Ron y Malfoy siguieron discutiendo un rato largo, parando cuando Harry impidió que se hechizaran entre sí.
Ni bien terminaran esta misión, Neville mandaría su carta de renuncia y preguntaría a McGonagall por un puesto como profesor.
. . .
Me da penita Neville, cuando uno lleva mucho tiempo en un trabajo que no le termina encajar, es difícil tomar la decisión de empezar desde cero en otro lugar.
