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Hyunjin abrió las ventanas para que entrara la brisa, sorprendentemente feliz de estar de regreso en la casa de campo.

Se acercó a la orilla, viendo las gaviotas volar sobre ella, tratando de aclarar su cabeza. Había tomado la decisión correcta, lo sabía. Se sentía bien estar de regreso en casa, rodeada de un entorno familiar. Lejos de Seungmin. Tal vez sería capaz de trabajar aquí. Durante las últimas semanas no había sido capaz de agarrar un pincel. Su corazón y su mente habían estado en otro lugar.

Respiró profundamente saboreando el olor del mar y cerró sus ojos, permitiendo que el viento le calmara, que el sonido del agua le relajara. Y así ocurrió. Las últimas dos horas no había pensado en otra cosa que en las palabras que Seungmin le había dicho —Estoy enamorada de ti— Hyunjin cerró su mente a las palabras susurradas de Seungmin. No quería recordar el dolor en los ojos de Seungmin cuando Hyunjin le dejó.

Dio la espalda al viento y ahuecó su cigarrillo encendiéndolo con facilidad. Había olvidado su recuento diario y había comprado un paquete completo cuando se detuvo en la tienda de comestibles de camino a casa. Los malos hábitos tardaban en morir, pensó ella mientras subía la colina de regreso a su casa de campo.

En realidad fue capaz de trabajar y por primera vez en su vida el pincel voló sobre el lienzo sin el bosquejo adjunto para guiarla. Pintó de memoria. Pintó desde el corazón.

El árbol gigante se cernía sobre el bosque, haciéndoles señas a los visitantes en el bosque para que dieran un vistazo más de cerca. El sol se había ido, dejando sólo un débil resplandor en el cielo, pero la luna estaba fuera, brillando fantasmal sobre el bosque. Hyunjin dio vida a los árboles bajo la luz de la luna. Y el monstruoso gigante en medio guardaba el secreto. Tras su vieja corteza crujiente, pintó la sombras de dos amantes, abrazándose. Dos amantes atrapadas en los brazos de la otra.

Trabajó día y noche, parando ocasionalmente para dormir la siesta y cuando se acordaba de comer. Este iba a ser suyo. No lo compartiría con nadie. Era demasiado personal para hacerlo. Pero, oh, le dolía recordar la necesidad que Seungmin tenía por ella esa noche. Tanto le había necesitado Seungmin que no le había importado que Jake se estuviese acercando por el camino, en busca de ellas. No le había importado que él hubiese podido atraparlas —No te detengas— le había suplicado a Hyunjin. Y Hyunjin no pudo detenerse. También había hecho caso omiso al sonido de la voz de Jake. Sólo quería dar lo que Seungmin necesitaba. Dejó caer sus brazos a los lados, exhausta. Se quedó mirando las sombras de las figuras, recordando.

Y lloró.

La luna de HyunjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora