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Hyunjin rió mientras Seungmin examinaba la habitación, tratando de encontrar el lugar perfecto para colgar el gran árbol. Hyunjin ya sabía que colgaría encima de la chimenea, pero Seungmin quería estar segura que era el mejor lugar verlo en todo momento.

Juntas compraron la cabaña de los Yang. Necesitaba algo de arreglo, pero tenían tiempo. El mes pasado estuvieron en Seúl para recoger algunas de las cosas de Hyunjin y mudaron más cosas de Seungmin de la casa de Taeyeon. Taeyeon aún no había aceptado esto. No entendía el amor que se tenían la una a la otra y Hyunjin no la culpaba. Pero sabía que era muy difícil para Seungmin. Taeyeon apenas podía soportar permanecer en la misma habitación con Hyunjin.

—Ella va a entrar en razón —había dicho Seungmin— Dale tiempo.

Los ojos de Hyunjin siguieron a Seungmin a través de la habitación, mirándola. Su corazón se llenaba de amor cada vez que la miraba. Hyunjin sabía que nunca había sido tan feliz en toda su vida.

Finalmente, se sentía en casa.

—¿Sabes lo que pienso? —preguntó Seungmin mientras permanecía de pie con las manos en sus caderas.

—¿Qué piensas?

—Creo que deberíamos colgarlo sobre la chimenea

Hyunjin arqueó una ceja— ¿En serio? ¡Qué idea tan maravillosa!—bromeó ella.

Seungmin caminó lentamente hacia ella con su propia ceja levantada— ¿Tienes alguna idea de lo sexy que eres? —preguntó Seungmin.

Deslizó sus brazos alrededor de Hyunjin y apretó sus caderas contra las de ella íntimamente. Hyunjin respondió al instante.

Pero Seungmin se alejó con una sonrisa en su rostro.

—Entonces ¿me ayudarás a colgarlo?

—¿Ahora? —preguntó Hyunjin, tratando de tirar de Seungmin hacia atrás.

—Sí, ahora. Cariño, pasamos toda la mañana en la cama.

—¿Y qué hay de malo en la tarde, también?

Seungmin rió, luego rió más fuerte cuando vio que Hyunjin lo decía en serio— Eso lo hicimos ayer.

—¿Y?

Seungmin alargó la mano y acarició la mejilla de Hyunjin, sus ojos suaves sobre ella.

—¿Por qué no has estado pintando?

Hyunjin se encogió de hombros— He estado muy ocupada.

—No has pintado desde que regresaste

Hyunjin bajó la cabeza, luego miró tímidamente a Seungmin.

—Prefiero estar contigo —dijo ella.

Seungmin escuchó las palabras detrás de las palabras. Se acercó aún más a Hyunjin deslizando una mano fácilmente debajo de su camiseta para acariciar la cálida piel.

—No soy Karina —dijo ella.

Hyunjin le miró sorprendida— Lo sé. Yo sólo...

—No voy a dejarte. No voy a salir con amigos porque no me estés prestando suficiente atención, cariño. La pintura es tu vida —dijo ella.

—Tú eres mi vida.

—No, yo soy parte de tu vida. Pintar lo es, también. Es lo que eres. Es lo que te hace especial.

—No quiero caer en la misma trampa, Minnie. Me involucro demasiado, termino perdiendo la noción del tiempo.

—Entonces yo te lo recordaré. Y si siento que me estás ignorando, iré a hurtadillas detrás de ti —mientras decía esto se movía detrás de Hyunjin—... de esta manera —susurró ella, ahora deslizando ambas manos bajo la camisa de Hyunjin, deslizándolas hasta sus pechos—... y voy a decirte que te necesito—murmuró en su oído. Sintió el golpeteo del corazón de Hyunjin bajo sus manos y cerró sus ojos muy segura del amor que sentían la una por la otra. Deslizó una mano más abajo, hacia el largo muslo de Hyunjin y le sintió temblar entre sus brazos —... y sé que dejarás lo que estás haciendo, porque me amas... porque me deseas.

La luna de HyunjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora