XLVI

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—Anímate, Aidan. — Dijo al salir de la consulta del médico. — ¡No tiene por qué sucedernos! — El pronóstico de Nayeli Adams había sido excelente. Les había asegurado que era poco probable que t/n tuviera el mismo problema que su madre durante el parto, y que aunque lo tuviera, seguro que lo solucionarían a tiempo. Les había dado cita para el mes siguiente y les había dicho que disfrutaran del embarazo.

¡Algo que Aidan no le había permitido hacer a hasta el momento!

Hacía poco que lo sabían, pero Aidan había convertido esos días en una pesadilla para t/n.

Él todavía estaba impresionado por el descubrimiento de que el retrato era de otra mujer, y pensó en lo aturdida que t/n debía de haberse sentido al ver el cuadro, sabiendo que no era ella mientras Aidan la acusaba de toda clase de indiscreciones. ¡Se sentía fatal al recordar las horribles cosas que le había dicho!

Ella se merecía una disculpa, más que eso: la posibilidad de ser libre, con su apoyo, económico y emocional, durante el embarazo y después...¿Y qué había hecho él? Convencido de que estado prometida a Jacob Gardner, y que había había mantenido una relación con Andrew Southern, la había acusado de quedarse embarazada a propósito para atrapar a un millonario.

Y en cambio, lo que tenía que haber hecho era asegurarle que todo iba a salir bien, que la cuidaría durante el embarazo, decirle que no tendría que preocuparse de nada tras el parto porque él cuidaría de los dos. Debería haberle ofrecido todo eso sin condiciones, y sin pensar que ella querría casarse con él, ¡y mucho menos obligada!

Contempló brevemente lo preciosa que era. Era extraño, pero lo parecía aún más desde que el médico había confirmado su embarazo. Parecía tener una luz interior. Era mucho más de lo que él pediría a una esposa. Había sido leal y cariñosa con sus padres, comprensiva con su joven madre muerta y, sobre todo, había aguantado su comportamiento grosero cuando, por dentro, debía de tener unas ganas locas de gritarle su inocencia. Sí, era demasiado buena para él, y tenía que dejarla marchar.

T/n notó que Aidan no parecía muy contento, sino más bien apesadumbrado.

—Creo que Claudia no era más que una adolescente rebelde que se metió en un lío. — Empezó.

—¿Podríamos dejarlo por ahora, t/n? — Gruñó Aidan. — Es obvio que tenemos que hablar, pero preferiría esperar a volver a ca...al apartamento. — Se corrigió bruscamente.

—Sólo intentaba explicarte que ya se me ha pasado la época de la rebeldía adolescente. — Dijo inquieta por la corrección de Aidan. — No tendrás que preocuparte por si repito el comportamiento de mi madre. —

—Claudia no era más que una niña. — Aidan entornó los ojos.

—Exactamente. — Ella asintió. — Sólo quería mencionarlo por si piensas que esa clase de comportamiento es hereditario. — Él se mostraba aún más distante, si cabía.

Personalmente, ella se sentía aliviada por haber sacado la verdad a la luz.

Sus padres volvieron a Cambridgeshire poco después de comer. T/n les prometió llamarlos para contarles lo que dijera el médico. Se sentía más unida que nunca a sus padres desde que había sabido que eran en realidad sus abuelos. Su madre le había prometido buscar todas las fotos que tenía de Claudia. Para Claudia era más como una hermana. Además, no se llevaban muchos años. El bebé serviría para borrar los errores del pasado y unirles más como familia.

Sin embargo, ella no estaba segura de que Aidan quisiera seguir formando parte de esa familia.

Una vez de vuelta en el apartamento, él se puso a pasear de un lado a otro del salón, como un tigre enjaulado.

—¿Qué sucede? — Preguntó ella suspirando. — ¿Quieres anular la boda? ¿Es eso? —

—¿Eso es lo que quieres tú? — Aidan se paró y se volvió hacia ella.

T/n entristeció. Había formulado la pregunta sin entusiasmo, segura de que Aidan querría casarse con ella, aunque sólo fuera por tener acceso ilimitado al niño. Pero entonces recordó la llamada telefónica de Hannah la noche anterior.

—Yo he preguntado primero. — Dijo ella a la defensiva.

—Vamos a dejar el jueguecito, ¿de acuerdo? — Él la miró con amargura. — ¿Qué quieres hacer? — ¡Ella lo quería a él! Pero lo quería en su totalidad, en cuerpo y alma, no sólo la pequeña parte de sí mismo que estaba dispuesto a ofrecer.

Y ella sabía que no se lo podía dar. Sabía que una parte a ofrecer de él pertenecía todavía a Hannah...Aidan parecía más distante que nunca. La expresión de su rostro salvajemente atractivo era de una distancia arrogante.

Algo había cambiado desde la noche anterior, y no podía ser únicamente el descubrimiento de Claudia. Ya estaba de mal humor antes. Sólo quedaba la llamada de Hannah. Gallagher estaba impaciente sin saber bien por qué ella no le contestaba. ¿Por qué no le decía lo que pensaba de él y de su forma de tratarla y luego se marchaba? Eso era lo que se merecía.

—Estoy dispuesto a aceptar cualquier decisión por tu parte, t/n. — Aseguró Aidan mientras se obligaba a mantener la calma.

Ella lo miró varios segundos antes de contestar.

—¿Me crees cuando te digo que no me quedé embarazada intencionadamente y que para mí fue una sorpresa tan grande como para ti? —

—Te creo. — Asintió. — Te pido perdón por haberte acusado injustamente. Lo siento. De verdad. No hay excusa para las cosas que te he dicho o hecho. — Se frotó los ojos con la mano. — Tienes motivos de sobra para odiarme. —

—No te odio, Aidan. — Murmuró ella. — Al fin y al cabo, eres el padre de mi hijo. — Sí, lo era. De eso estaba seguro. Y aunque no retenerla, seguiría viéndola por medio de su hijo. Pero eso no bastaba. Nunca bastaría. Aunque si era lo único que ella iba a ofrecerle, tendría que aceptarlo. Era tarde, demasiado tarde, para conquistar a esa mujer, la había herido y lastimado demasiado para tener alguna posibilidad.

—Lo siento, t/n. — Aidan respiraba agitadamente.

—No lo sientas. — Le aseguró muy pálida. — Entonces...¿me voy? — Preguntó con dulzura.

Aidan quería arrodillarse y suplicarle que no se fuera. Convencerla de que si se quedaba, todo sería distinto. Pero no sería justo. Ya había complicado bastante su vida, haciéndole un hijo que ella ni esperaba ni quería, sin necesidad de añadirle más complicaciones.

—¿Podrás perdonarme alguna vez? — Aidan no pudo evitar un gemidos de dolor.

—No elegimos cuándo amar, Aidan. — Dijo ella secamente. Se siente o no se siente. Y Aidan veía con claridad que en lo que a él respetaba, ella no lo sentía.

Seguramente era su merecido castigo por tratarla como lo había hecho. Tendría que amar a una mujer que nunca le correspondería.

T/n quería que esa conversación terminara. Ya no lo soportaba más. Estaba segura de que Aidan volvería a Nueva York junto a Hannah. Se ocuparía económicamente del niño, y nada más.

Era mejor que hubiera sucedido antes de casarse, pero no sabía cómo iba a poder superarlo. Él entraría y saldría de su vida y la del bebé, casi como un extraño, y tendría su vida, y su amor, en otro lugar.

¿Así había sido para Claudia? Enamorada de Andrew Southern, pero rechazada por él, y también por Jacob Gardner tras descubrir su relación con el otro hombre...pero Claudia sólo tenía dieciocho años cuando ocurrió, mientras que ella tenía veintiséis y le había asegurado a Aidan que era perfectamente capaz de cuidarse ella misma.

No iba a mendigar el amor de un hombre que seguía enamorado de su primera mujer.

𝐈𝐧 𝐚 𝐌𝐢𝐥𝐥𝐢𝐨𝐧𝐚𝐢𝐫𝐞'𝐬 𝐁𝐞𝐝 [ᴀᴅᴀᴘᴛᴀᴄɪᴏ́ɴ] (𝓐.𝓖.) [✔︎]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora