XXIII

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Aidan le dio lo que ella necesitaba, su mano presionaba en el lugar preciso, endurecido, entre las piernas de ella y presionó aún más cuando su boca se deslizó al otro pecho, chupando el pezón y mordisqueándolo al mismo ritmo que su mano la acariciaba hasta hacerla enloquecer.

Ella ya no podía más. Estaba a punto de estallar. Sentía aumentar el placer hasta desbordarla y al fin se liberó con largas sacudidas de un placer tan profundo que casi era dolor.

Se derrumbó débilmente contra él mientras Aidan besaba sus pechos dulcemente y las manos de ella se enredaban en la oscura espesura de sus cabellos.

¿Qué había hecho?

Vaya pregunta.

Ella sabía de sobra lo que había hecho. Lo que no sabía era cómo seguir resistiéndose a él después de haber respondido tan lascivamente. Aidan se irguió lentamente y bajó el vestido de t/n, levantando la vista hacia el rostro ruborizado y los ojos brillantes de placer. Su propio cuerpo estaba rígido de deseo, un deseo que no tenía intención de satisfacer. Lo importante en esos momentos era el placer de ella, para que ella supiera que lo encontraría siempre que lo quisiera una vez estuvieran casados.

—Tú no te has... — Ella frunció el ceño.

—No lo necesito. — Le aseguró secamente. — Esto era por ti. Puede que el sexo no formara parte de tu plan, pero atrévete, después de esto, a negar que me deseas. — Gruñó. Has metido la pata, Aidan, no deberías haber dicho eso.

Aidan se dio cuenta enseguida al ver cómo ella se ponía tensa antes de alejarse de él. Él había querido hacerle ver lo que podían hacer juntos, además del bebé.

Su bebé, reconoció nuevamente con rabia. Suyo. Él haría lo que fuera, cualquier cosa, para que ella aceptara casarse con él. Incluso podría aprovecharse de la manera en que le correspondía.

¡Si hacía falta, lo haría!

¡Maldita sea! Mantendría a t/n desnuda en la cama todo un mes si con ello conseguía hacerle comprender. Porque ella iba a casarse con él. Iba a convertirse en su esposa. La madre de su hijo.

T/n negó con la cabeza, intentando aclarar su mente aturdida por los besos y las caricias de Aidan.

Tenía que pensar. Tenía que lograr que Aidan comprendiese que, por mucho que le correspondiera, no podía casarse con él. Algo que, tras su excitación y la manera en que seguía temblando tras el estallido de placer, no iba a resultarle nada sencillo.

—No ha sido más que sexo, Aidan.
— Sentenció con firmeza.

—Algo es algo. — Aidan se encogió de hombros.

—No, no lo es. — Ella levantó la voz. — El matrimonio es para personas que se quieren, que quieren estar juntas el resto de sus vidas... —

—O para personas que han engendrado juntos un bebé. — Apuntó él.

T/n cerró los ojos, como si con ello pudiera dejar fuera la realidad de sus palabras. Habían engendrado un bebé.

Y ¿tenía derecho a negarle a ese niño sus dos progenitores?

Sí...si no se amaban.

Pero ella sí lo amaba.

𝐈𝐧 𝐚 𝐌𝐢𝐥𝐥𝐢𝐨𝐧𝐚𝐢𝐫𝐞'𝐬 𝐁𝐞𝐝 [ᴀᴅᴀᴘᴛᴀᴄɪᴏ́ɴ] (𝓐.𝓖.) [✔︎]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora