Capítulo 11

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Eric estaba sudando profusamente. No podía creer la cantidad de sudor que su cuerpo podía generar. Se arrastró hasta las gradas, dejando que su cuerpo se recalentara bajo el sol del mediodía. Aún faltaban unas horas para el almuerzo, y las perdería estudiando. Honestamente, no sabía cómo Laura había conseguido graduarse con anticipación. Él todavía tenía problemas para recordar lo que le enseñaron el día anterior. Ella siempre le ayudaba a estudiar, pero ahora, siendo la asistente del alfa, no quería molestarla. Además, la sola idea de disgustar al alfa le aterraba. Con Benjamín ya era suficiente para hacerle temblar, pero el alfa estaba completamente fuera de su alcance. Suspiró al aire; hacía años que Laura lo había salvado de convertirse en un Omega, y aún así, de vez en cuando, pensaba como uno.

La alarma resonó en su cabeza, y todos en el campo de batalla se paralizaron. El alfa estaba conectando cada una de las mentes de la manada con la suya. A Eric le costaba trabajo mantener una conversación de cuatro personas. Incluso Beta Benjamín solo llegaba a unos cientos. Pero el alfa... Ese poder inmenso lo dejaba sin aliento. Se sentía orgulloso de su alfa; ser parte de su manada era un honor.

"Manada, lamento el anuncio abrupto, pero esta situación nos beneficia a todos. Esta mañana, dos docenas de rouges atacaron en la montaña; estos hombres cayeron en la batalla... Si hay algo que deseen o que les moleste en su día a día, les ruego que lo hagan saber a las autoridades más cercanas, a nuestros Betas y a mí directamente. Estamos para servirles. Luchamos por la luna, luchamos por las estrellas."

—¡Protegemos a la manada!—cantó Eric a todo pulmón.

Y escuchó el coro resonar en todo el estadio, en toda la ciudad. La reserva completa había sido contactada por una sola persona.

Le alegraba escuchar a Máximo en lugar de Daemon. Si ver a Máximo ya le infundía miedo y un respeto inmenso, estar frente a Daemon lo mataría de un infarto.

Moriría deshidratado si se quedaba allí. No lograba diferenciar el sudor del entrenamiento del que le provocaba el sol. Necesitaba sombra y agua; podría lanzarse al lago, pero la sola idea de moverse le parecía un esfuerzo titánico.

Un chorro de agua le cayó en la cara y casi lo ahoga. Saltó de la banca y quedó sentado.

—Ves que aún puedes moverte—dijo Laura, sonriéndole y ofreciéndole la botella medio vacía.

—Hija de...—murmuró Eric.

—Puede ser, quién sabe—respondió Laura, colocando sus manos en las caderas.

—¿Qué haces aquí?

— ¡Tengo el día libre!

— ¿Enserio?, Genial podemos ir al lago Hati, va a haber una fiesta...

—¡Es mitad de semana! No pienso gastar mi día en una fiesta de playa... no — Laura lo miró con frialdad lo último que necesitaba ese día era estar rodeada de lobos adolescentes, bastante tenía con el bebé gigante que era su alfa.

—Por favor, por mi. No puedo graduarme sin haber tocado una teta.—parecía bastante serio al respecto.

Laura tomó la mano de su amigo, la puso en su pecho un segundo y la sacó.

—Listo.

— ¡Eso no cuenta! tu eres hombre. - le sonrió con malicia.

Laura le dió una sonrisa ancha.—¡Quiero ir al tenedor libre a atiborrarme de comida! —exclamó.

—Apoyo la moción —dijo Kate mientras se acercaba desde las colchonetas y le daba un abrazo efusivo—. ¿Dónde está el alfa?

—Yo también te eché de menos, querida amiga —respondió Laura, devolviendo el abrazo y acariciando su cabeza.

Luna humanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora