Capitulo 16

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El tiempo pareció desplegarse en pequeños cuadros para Laura, como fotogramas de una antigua película. Cada imagen se sucedía con precisión, y ella tenía el control absoluto. Siguió los movimientos salvajes de los dos hombres con atención, sus miradas hambrientas de sangre, sus bocas abiertas en un grito silencioso. Por el rabillo de su ojo derecho, captó la expresión de Benjamin antes de escuchar su gruñido bajo y amenazador. El cuerpo de su Beta se flexionaba y tensaba con naturalidad, listo para defenderse con la mejor arma a su disposición: el ataque.

Si Benjamin respondía, si los alcanzaba, los mataría. Laura estaba segura de ello. No quedaría nada útil en ellos que pudiera usar para acallar las dudas que atormentaban su mente. Sin embargo, en esa celda no podían transformarse; nadie presente tenía esa capacidad. Esa limitación les otorgaba una ventaja, aunque mínima. Con dos hombres intentando romperle el cuello, Laura sabría aprovecharla.

Su cuerpo se movió antes de que su mente procesara la orden. Antes de comprender lo que debía hacer, la imagen ante ella se amplió, y logró ver la habitación completa. Tardó medio segundo en darse cuenta de que había saltado al lado contrario de Benjamin. Ahora los hombres se inclinaban en su dirección, obviando por completo la presencia de sus acompañantes.

-¡Benjamín, atrás! -le gritó con autoridad y firmeza.

La autoridad de Laura hizo que su amigo se detuviera de inmediato, sintiendo el peso del comando mientras se retiraba hacia la pared.

Como Laura había anticipado, los dos hombres ignoraron por completo a sus dos acompañantes y se centraron en ella. A pesar de su apariencia humana, no había encontrado ninguna planta o químico que los hiciera atacar exclusivamente a humanos. La posibilidad de un hechizo también quedaba descartada, ya que el protocolo dictaba que debían registrar cualquier anomalía antes de poner a los prisioneros en las celdas.

El cuerpo de Laura se movió con precisión. Un segundo antes de que las garras de uno de los hombres alcanzaran sus tobillos, ella saltó, creando espacio entre ellos. Mientras el segundo intentaba atacar por detrás, Laura se agachó y lo desestabilizó. Para su sorpresa, sabía exactamente qué hacer: hacia dónde virar, dónde golpear. Los movimientos de sus contrincantes carecían de cálculo; no había disciplina ni técnica alguna. Atacaban desesperados, con sus bocas abiertas, mostrando dientes puntiagudos y afilados, buscando arrancarle un pedazo de carne a toda costa.

Bajar, empujar, saltar. Una llave, desestabilizar, generar espacio, esperar el siguiente golpe. Pasaron largos minutos en esa danza mortífera antes de que Laura lograra tener suficiente espacio entre ellos y sus amigos.

Laura extrajo un cilindro de su chaqueta, lo aferró en su mano y esperó. El hombre más corpulento cargó hacia ella primero. Entre jadeos, Laura esquivó su ataque y, antes de que pudiera recuperarse, presionó el cilindro en su costado, escuchando levemente el click. El segundo hombre ya estaba frente a ella; para su mala suerte, solo pudo alcanzar a presionar el cilindro en su cuello antes de que cayera.

Amanda aguantó la respiración. Había algo en esa chiquilla que incluso había captado la atención de su beta. Una niña tan escuálida como ella no encajaba con lo que acababa de presenciar. Aquella pelea se quedaría grabada en su cabeza por las décadas que le quedasen de vida. Nunca había visto a alguien pelear con tal elegancia y precisión. Para esa mujer, no había sido una pelea, sino una danza; una hermosa danza mortal. Amanda llegó a pensar en la posibilidad de que, si la chica hubiese cerrado los ojos, su cuerpo se habría movido con igual precisión.

Laura respiró por primera vez en lo que parecía una eternidad.

-Tenemos unos 5 minutos antes de que se duerman - aventuró un paso y sintió el jadeo de Benjamín en su espalda. - Tranquilo, no pueden moverse.

Luna humanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora