Arriesga, tira y tal vez ganes.

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Por un breve momento la duda inundó a Altaír, valoraba su vida y no llevaba armas encima mientras su mente sopesaba las posibilidades entre su contrincante y él, pero en vez de iniciar un pequeño espectáculo sangriento en donde seguramente su cabeza rodaría, levantó las manos en son de paz.

—Jasir, —¿verdad?, vengo en paz, vengo a hablar con tu alfa, —la mirada de Altaír era suplicante y estaba dirigida a Arslan, quien le observaba de manera fría, aquella maldita mirada desprovista de luz, o tal vez era frío odio en su más pura expresión, de cualquier manera, esa mirada afectaba a Altaír de muchas formas, y ninguna era halagadora.

—Tienes muchos huevos para atreverte a llegar hasta aquí, —el brillo asesino era palpable, Altaír no dudaba que la mortal mamba negra ya había imaginado mil maneras de matarlo y en cada puto escenario el masivo guardaespaldas lo disfrutaba.

Ari apenas lo reconoció y siguió su camino, el total desinterés dolía, era muy lacerante, casi cáustico cuando Altaír quiso avanzar, la mamba negra se llevó la mano hacia la imponente cimitarra, Altaír apretó los puños, si así tenía que ser, pues no quedaba de otra. Su mirada de reojo captó una pequeña multitud que ya empezaba a juntarse, obviamente reconocían quien era, los reporteros grababan mientras los murmullos sonaban Ari suspiró, giró en redondo y fríamente se dirigió a Altaír, —si vas a hacer el ridículo, no des un espectáculo, mejor hablemos en mi camarote.

Jasir le miró con odio, pero no desafió la orden de su alfa, dejando pasar al león quien no le dio una segunda mirada. Para ser un tipo pequeño, Ari tenía una zancada bastante rápida, o tal vez era porque su animal interno era un murciélago, como sea el chico no aminoró el paso guiando al león hasta unas puertas toscas y sucias, el joven alfa de inmediato paró en una de las puertas y entró sin invitar Altaír cuyo orgullo estaba más magullado que una fruta cualquiera en un mercado.

—Siéntate si quieres, —dijo Ari mientras se acomodaba en un sillón amplio pero no elegante.

Altaír se sentó mientras su mirada cautelosa seguía cada movimiento del joven alfa.

—¿A qué has venido?, — la voz de Ari era fría, amarga, y si el tono de la voz tuviera colores la voz de Ari tendría el color negro odio, que seguramebte sería el mas intenso tono en la escala de negros.

Con un suspiro Altaír se acomodó el largo cabello que seguramente estaba hecho un horrible desastre.

—Tus tíos fueron a verme y me explicaron como funciona para ustedes el encontrar a tu pareja, yo... —las manos de Altaír se frotaron en la hermosa cara del león, —no lo sabía, —los ojos intensos de Ari le observaban, fríos, carentes de emoción, era como ver profundos pozos llenos de vino rojizo y oscuro, que no eran movidos ni por el viento.

Ari de manera altiva subió las dos piernas al escritorio y las cruzó, sabiendo quien tenía el mando en ese momento.

—¿Exactamente a qué has venido Altaír?, — era frialdad y desinterés lo que tenía aquella voz y de ninguna manera podía culpar al joven alfa, cuando era él quien lo había humillado de manera pública.

Altaír se sintió no solo desnudo, sino pequeño, sabía que debía mucho al joven, sabía que si quería su perdón debía asumir no solo su responsabilidad, sino su estupidez por no haber respetado su relación.

—Quiero que me des otra oportunidad, — Altaír levantó las manos en señal de alto cuando Ari le iba a interrumpir, —dejame hablar Ari, —Ari lo fulminó con la mirada, —¡por favor, te lo suplico!.

Por un momento bastante largo Alatír pensó que no sería escuchado, pero algo pareció hacer cambiar a Ari de parecer y este hizo la seña con las manos para que Altair continúara, no sin antes dejar en claro que no estaba interesado. Con paciencia Altaír cuadró los hombros y trataría de aprovechar esa oportunidad tan valiosa.

—Yo desconocía la biología de los cambiaformas divergentes, debes recordar que la información sobre su especie es muy escasa y no es algo que se nos enseñe en las escuelas, fue como... —Altaír abrió las manos indicando que estaba buscando la palabra correcta, —si les borraran de los libros, y los que no se tomaron la molestia de eliminar esa información simplemente decidieron limitarla, entonces ahí estaba yo, siendo reclamado, —las mejillas de Altaír se sonrojaron como las de un cachorro, —por un precioso cambiaformas al que mi león no pudo olfatear y reconocer, o más bien el aroma que me llegó no lo entendí, —la confianza de Altaír se escapaba con cada latido, sintiéndose frustrado y temeroso al ver el semblante de póquer del que Arslan Ionesco parecía tan feliz de utilizar con él, —lo que quiero decir Ari es que...

Ari suspiró y se levantó rodeando el escritorio, su semblante mostraba el más decepcionante aburrimiento, —escucha Altaír Dunhill, no estoy interesado en tus justificaciones, debo reconocer que me dolió mucho sentir tu rechazo, pero como puedes ver voy a sobrevivir. El muchacho tuvo el descargo de alisarse la camisa y jalarse los puños blancos que descuidados se asentaban en sus blancas muñecas, —regreso a mi país, regreso a restaurar todo lo que está roto y destruído y sinceramente quiero estar solo.

La mirada de Arslan Lonesco era vacía, Altaír supo rápidamente que el joven alfa no solo hablaba de reconstruir esas construcciones derrumbadas, sino hablaba de él, de su espíritu y su corazón.

Y con toda la valentía que se requería, tragándose cualquier sentimiento egoísta, Altaír se puso sobre una rodilla, mirando a Ari, e ignorando aquella voz que era tan parecida a la de su padre, que le susurraba que no nunca sería suficiente, que era inadecuado y que solo era una decepción.

—Por favor Ari, déjame estar contigo, déjame demostrar que puedo ser útil para reconstruir, para acompañar, para amar aunque tú no me ames, déjame estar contigo porque al final el que lo necesita, soy yo.

Arslan tragó y sintió que en la garganta tenía una enorme piedra atorada y que sus ojos ardían. Altaír estaba frente a él, vulnerable, ansioso por tener una oportunidad, mientras reconocía que no había sido el más listo. Su mirada vagó hasta la ventana que mostraba el océano tan negro y tumultuoso, entonces lo supo... si no perdonaba, no había una evolución y moriría.

Con un rígido movimiento de cabeza Ari aceptó, no había sido la escena ni la respuesta más romántica, pero eso no importaba porque Altaír se levantó y con esa mano firme acarició la delicada línea de la mandíbula y solo fue un pequeño beso, tan suave y delicado como una mariposa, tan casto y prudente. —Alfa, estoy dispuesto a dar mi vida por tí, por tu manada, por tus tierras, —Altaír había recitado el juramento antigüo de los caballeros y Ari lo abrazó con la fuerza que solo el alivio daba.

La muerte sibilante estaba viva, su corazón volvió a latir al ritmo y compás del corazón de su león.

El león que besó a la muerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora