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「  COMPAÑÍA 」

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  COMPAÑÍA

Un nuevo día empezaba. O al menos eso es lo que Niklaus pensaba cada vez que cierta pelirroja despertaba. Pues al no tener noción temporal real, había decidido dividir los días según las horas de sueño de Nereida. El híbrido observó casi con pesar el rastro seco de lágrimas que tenía la joven debajo sus ojos.

Después de que el sueño atrapase a Nereida, los recuerdos hicieron que se despertara en mitad de la noche y se echase a llorar. Rebekah fue la primera en acudir para ver que sucedía, aunque tenía una leve sospecha. Fue entonces cuando entre lágrimas, la ninfa le confesó que había estado recordando toda su niñez y todas las vivencias que había compartido con los Mikaelson mil años atrás. Pero no fue la única, pues los hermanos Miakelson le confesaron que también estaba empezando a recordar aquellos tiempos junto a ella.

Había sido un vorágine de emociones. Más sumándole que todos en aquella cabaña se sentían acongojados por la reciente ida de Henrik Mikaelson. Pero ninguno se sentía capaz de hablar de ello, necesitaban tiempo.

Niklaus observó molesto como la joven pasaba de largo el gran salón sin desayunar, ¿acaso quería morirse de hambre? Bufó y fue hasta la cocina, allí preparó un par de tostadas casi de forma automatizada. Cuando estuvieron listas, se sorprendió al ver que eran idénticas a las que se hacía Nereida.

«¿Tanto observo lo que hace?» Se preguntó irritado el híbrido, pellizcándose el puente de la nariz.

Sacudió la cabeza sin querer escuchar su propia respuesta y se dirigió hacia donde había ido la joven. Siguió sus instintos hasta dar con ella en una de las tantas salas a las que aún no había entrado. Desde el marco de la puerta dio un vistazo general a la sala: era más acogedora, había un caballete sin usar y varios lienzos sin pintar. Y ahí, junto a la ventana, estaba Nereida con el pelo recogido y un pincel entre sus dedos.

El híbrido no daba crédito a lo que estaba viendo. Se permitió observarla antes de hacerle saber que estaba allí. Vio como mezclaba con cuidado un par de colores para conseguir otro y empezaba a pintar.

Minutos después, Niklaus soltó una leve risa al ver que después de varios trazados de la ninfa seguía sin ver bien que era lo que con tanto empeño quería pintar. Aquello sobresaltó a la joven y cuando lo vio, enrojeció.

El híbrido quiso detener el tiempo y fotografiar lo que estaba viendo, pues la luz del sol le favorecía. Su rostro brillaba más que de costumbre y podía ver mejor las pecas repartidas en él. También sus ojos se veían más transparentes, eran como dos esmeraldas resplandecientes. Y su pelo parecía el danzar del fuego ardiendo.

Y aquella imagen frente a sus ojos fue aún más perfecta cuando vio que llevaba puesta una de sus camisas.

—Nik, hola —se acomodó su pelo con nerviosismo—. ¿Sucede algo?

Lazos originales » Klaus Mikaelson | ↻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora