Paciente 001; Amborse Monroe

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   « Qué bello día, tan reluciente, nada puede arruinarlo. » Pensaba, con mi positividad al máximo, hasta que mi madre llamó mi atención cuando se acercó a mí de una manera escalofriante. Puse tanta atención en ella, que no me dí cuenta que alguien se aproximaba a mis espaldas.
   Y ahí caí al piso, sin reacciones, parecía un cadáver.

   Al despertar pude observar claramente como me llevaban sujetado y medio paralizado « ¿A dónde me llevan? ¿En dónde estoy? » No paraba de auto-cuestionarme.
   Veía árboles pasar, y pasar, apenas se asomaba el sol entre aquellos pinos gigantescos. Hasta que pude observar unos portones enormes, que poseían una alta tecnología, y cuando se abrieron, pude ver con claridad un enorme hospital.
   Quedé tan atónito con aquella estructura que no ví cómo varias personas se acercaban a mí. Cuando me percaté, intenté cerrar las puertas del vehículo, pero no llegué. Dos hombres me arrastraron marcha fuera en contra de mi voluntad, me sujetaron fuertemente « Que dolor, mierda ». De repente, sentí un pinchazo en mi nuca, y todo se puso borroso, hasta que perdí la conciencia.

   Desperté en una amplia habitación, muy luminosa. Me encontraba tumbado en la cama, sin moverme, y con un leve dolor de cabeza, estaba hundido en pensamientos en blanco…
- ¿Sr. Amborse? … ¿Sr. Amborse? – cuando sentí que me sacudieron, me sobresalté – ¿Se asustó? – preguntó la joven dama, quién era muy bella, sus ojos eran de un color celeste verdoso, su melena era rubia, y resplandeciente, parecía natural, era natural, y su piel blanca.
- ¿Q-quién es usted? – pregunté entre tartamudeos.
- Yo soy vuestra amiga, quien os ayudará a salir de aquí con una mentalidad diferente, renovado – respondió, con una gran sonrisa. Tenía un acento algo raro, no se de dónde provenía...
- Bueno, muchas gracias, señorita. – tomé un respiro - ¿Por casualidad, me diría su nombre? – por un segundo deseé que me lo pudiera decir, porque, cómo me había dado cuenta, aquella mujer era una doctora.
- Claro, yo me llamo Vaneile -.
- U-un gusto, Vaneile -.
- Bueno – Hizo una pausa – En mi expediente dice que tienes 23 años, y que sufres de… de apote-mnofilia – Interrogó.
   Asentí.
   Luego de hacerme unas preguntas, y de inyectarme algún que otro medicamento, se marchó por algo que parecía ser una puerta. Muy singular.
   Pasaban las horas y yo seguía tumbado en aquella cama, la cuál ahora era de mi propiedad…
  
   Estaba aburrido, no tenía nada para hacer que no fuera hundirme en mis pensamientos y en las razones de porque estoy aquí, encerrado como un víl animal.

   Estaba a punto de dormirme cuando comencé a sentir un cosquilleo en mi pierna derecha, y la sensación de dolor empezó a brotar.
   Rasqué y rasqué.
   Pero el comezón permaneció.
   « Dios mío, ¿Qué mierda está pasando? » Comencé a maldecir. « Joder... debo tener insectos... sí. Son ellos, ellos están dentro de mí, fue ella, de seguro ella » Pensaba.

   El miedo junto con la desesperación invadió cada parte de mi ser. Y ví cosas en mi piel, moviéndose por abajo de esa fina pero gruesa capa, haciéndome sentir las extremidades por sobre la carne, dejándome saber la existencia de lo que había allí. Lo que había dentro de mi pierna...

   Comencé a buscar y buscar algo con lo que me pudiera cortar, tiré la cama al suelo y deshize el colchón para poder tomar un pedazo de alambre.

   Y lo encontré.

   Miré mi pierna, y sin pensarlo mucho, lo incerté fuertemente. La sangre empezó a salir de manera disparatada. Hize un corte y comencé a sacar los insectos.

   Pude escuchar como una alarma sonaba y sonaba.
   De repente, ellos entraron, ¿Y qué está pasando? ¿Hay una fiesta en mis aposentos? Inquirí sarcásticamente para mí.
   Aquellos hombres me sujetaron y me golpearon el estómago, escupí saliva y perdí la respiración.
   Dos muchachas vinieron hacia mí  junto con un botiquín de primeros auxilios y empezaron a curar mi herida.

- ¡No! ¡No malditos hijos de puta! - Exclamé - ¡¿Acaso no ven cómo los insectos se desprenden?! ¡Sáquenlos! ¡Mátenlos o ellos me van a matar a mí! ¡No los quiero adentro de mí! - grité con todas mis fuerzas, pero no les importó.
- Cálmese, Sr. Monroe, no tiene nada, no pasa nada, está todo bien - repetían una y otra vez esas malditas estúpidas.
-¡Ustedes no me escuchan! -.

   Parecía que aquellas personas vivían en otra realidad, ya que no podían ver nada de lo que salía de mi cuerpo...
  

Los sienpies, las cucarachas, los gusanos, los grillos.

    Sentía sus miradas juzgadoras sobre mí. Y me creí un gran pecador por esos momentos.
 

  Ahora mismo, me puedo considerar un gran fiel seguidor de Dios, que sea su voluntad y me salve de tal infierno.

Cada sentimiento dolía...

_______ 4 Horas después

   Lo que escuchaba parecían carcajadas, parecían susurros, y muchos de aquellos no lograba decifrar.

  Mi mente daba vueltas de manera sin fin, basándose en el mismo tema estúpido y retorcido. En la irónica razón de mi presencia en éste lugar.
   Aquellas luces sofocantes tenían su lado favorable, ya que me hacían pensar y razonar las cosas de una manera que nunca creí hacer.

   La puerta se abre, y una joven dama ingresa junto con dos guardias, los cuáles estaban bien armados. Y al darme cuenta de quién mierda era esa muchacha, la rabia me carcomió.

- ¡Eres una puta! - grité a la vez que intenté levantarme, pero las esposas y ataduras que tenía en mi cuerpo no me lo permitieron.
- Por favor, cálmese - respondió ella.
-¡Vete a la mierda! ¡Tú dejaste a esos bichos dentro de mi cuerpo! -.
- ¡Cállate escoria insignificante! - exclamó uno de los guardias a la vez que se acercaba a mí y amenazaba con incertar sus dedos dentro de la herida que yacía en mi pierna.

   Lo provoqué con mis insultos y mi mirada de desprecio, a ver si se atrevía a hacerme tal cosa. Y para mi pena, sí se atrevió....
  
   Sus dedos penetraron mi cuerpo, me hiceron arder físicamente, nublaron mi visión y mis pensamientos, me hicieron desaparecer por un segundo, desprenderme de mi cuerpo y darle una vuelta al mundo. Para después volver a la jodida realidad... Volver a saber en dónde estaba, con quién estaba, y qué pasaba.

   Nunca en mi vida deseé ser otra persona tanto cómo en ese momento...

El Hospital De Los EnfermosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora