Paciente 008; Evangeline King

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   Me desperté jadeando y sudando, mi cuerpo temblaba y yo sabía lo que pasaba, mis órganos  estaban comenzando a pudrirse y ya nadie iba a poder salvarme...
   Comencé a llorar desconsoladamente, mi garganta ardía y sentía que mis ojos se volvían uno. De repente, escuché pasos acercándose rápidamente, y la voz tranquilizadora de mi madre, quien me preguntaba qué me pasaba.

- ¿Qué pasa, hija? - preguntó nerviosa - ¿Por qué lloras? -.
- Mamá~, me estoy muriendo - respondí sollozando.
- Pero, ¿Qué dices? - interrogó confundida, puesto que ella no me entendía, no sabía lo que me pasaba.
   Mi madre siguió hablándome, intentando tranquilizarme, dijo que lo que yo decía era imposible, pero lo que ella no sabía, era que yo sí podía sentir el dolor en mis pulmones, cómo se abrían y la sangre corría. Ella me dió antivióticos y dijo que le esperara en el comedor mientras ella hablaba por teléfono. Pasaron 5, 10, 15 minutos y todavía no volvía, así que decidí acercarme a ver qué pasaba, y en ese instante, un escalofrío recorrió mi cuerpo.

- Está bien, yo ahora la llevaré. Muchas gracias - suspiró aliviada.
   Luego se dió la vuelta y se percató de mi presencia.

- Corazón, nos vamos a dar un paseo, ¿Vale? -.
- Bueno, ¿A dónde vamos? - pregunté confundida.
- A un lugar muy bonito - respondió y me tomó del brazo, llevándome al coche.
   Nos subimos y empezó a conducir, manejó durante horas. Yo estaba tan aburrida que empecé a mirar por la ventana, al principio veía árboles, letreros y muchas aves, pero luego de un rato, ella entró por un camino y condujo mucho más. De repente, veo a lo lejos un edificio gigantesco, pero tenía una pinta espeluznante, a medida que nos fuimos acercando pude darme cuenta de que aquella estructura arquitectónica, era un hospital. Un macabro hospital.
- ¿Mamá? ¿En dónde estamos? - inquirí nerviosa.
- Lo siento, hija - toma una pausa - pero he decidido que necesitas ayuda de un profesional -.
- ¿A qué te refieres? -.
- Hija, tu tienes una enfermedad mental, que con el día a día va evolucionando, y tarde o temprano terminarás haciendo actos horribles - dice entre sollozos.

   Lo que ella me dijo fué impactante, no me lo ví venir, y mucho menos de mi madre, ella creía que yo estaba enferma mentalmente, siendo, que en ése instante mis órganos estaban en plena putrefacción.

- ¿Y tu solución es encerrarme? - no contestó - Mamá, todo lo que tengo aquí dentro - con fuerza me golpeo el pecho - se está hechando a perder, y tú no me crees - confesé frustrada.
- Amor... Por favor, de....deja de decir e-eso - habló entre tartamudeos.
- ¡Es la verdad! ¡Debes creerme! - exclamé casi llorando.
   En cuanto me dí cuenta, estábamos ingresando al hospital, quería huir pero yo temía que si corría, todo lo que llevaba dentro para fuera saldría. Estaba totalmente indignada, me sentía traicionada. De repente, el coche frena y varios hombres se acercaron a mi puerta, miré a mi madre con los ojos llorosos y ella asintió, dijo que saliera, que ella iba a estar conmigo... Yo obedecí, me bajé y dejé que me sujetaran, luego, mi madre, los guardias y yo entramos al edificio.

   Todo era blanco, aunque algunas paredes tenían un azul pálido, habían ascensores, puertas y escaleras, no se veía ningún paciente, pero se escuchaban gritos y ruidos extraños.

- ¿De quién son ésos gritos? - pregunta mi madre a uno de los guardias.
- Los pacientes de aquí están un tanto desquiciados, pero nada de que preocuparse - hace una pausa - tenemos los mejores médicos y hacemos todo lo posible por ellos -.

   Luego de registrar mi nombre y firmar unos documentos, me llevaron a una habitación, me cambié, y mi madre desde hace ya rato se había marchado.

__________ dos horas después

   La habitación en la que estaba era blanca, espaciosa y muy luminosa. Tenía muy pocos objetos, pero un gran espejo, era inmenso, cubría toda la pared. Luego de estar horas allí dentro, vino una doctora; rubia, blanca y de ojos claros. Muy hermosa. Pero poseía un semplante muy escalofríante.

- Buenas tardes, Srta. King - me saludó - Yo soy tu doctora personal, si tienes dudas, dolores o algún sentimiento fuera de lugar, no dudes en contactarme -.
- ¿Eh? Yo no necesito una doctora - defendí ofendida.
- Por algo usted está aquí - esbozó una sonrisa perversa, que causaba cierto temor en mi interior - Tú tienes el síndrome de Cotard, y por eso has sido designada aquí -.
- ¡Basta de tonterías! - exclamé frustrada.

   Ella se levantó y me abofeteó. Mi cabeza se movió tan rápido que sentí una punzada en la nuca, mi mejilla ardía y el impacto de su mano había sido inefable.
   Esa sensación inesperada me dejó atontada durante unos minutos, no sabía que hacer, o cómo reaccionar, luego de un rato, la vena en mi cuello comenzó a palpitar, dolía...
   < ¿Cómo pudo hacerme eso? ¿Acaso, no es una maldita doctora? > La furia se apoderaba rápidamente de mí, mis pensamientos volaban, y lo único que quería era acabar con su jodida existencia.

- ¿Esto es lo que hacen todos aquí? - pregunté aún con la mirada en el suelo - ¿Maltratar a los pacientes y salirse con la suya? -.
- Se nota que eres recién ingresada - susurró. Y en un segundo, la voz alzó - ¡Guardias! ¡Venid rápido para aquí! -.
   Ella me miró directamente a los ojos, desafiante, haciéndome arder, enfadándome, incitándome a atacarla, a matarla...

   Unos 3-4 guardias irrumpieron en la habitación, todos ellos venían armados. Me miraron de arriba a bajo, y luego se acercaron a la tan amable "doctora".

- ¿Qué pasó, Srta. Weise? ¿Hubo algún problema con la reclusa recién ingresada? - preguntó refiriéndose a mí.
- Si, claro que sí Steve, ésta muchacha me ha faltado el respeto como no tiene nombre -.
- Ah, lo entiendo bien - su rostro cambió en un segundo, lucía fascinado, sombrío, y excitado. Ese hombre me aterraba.

   Luego de unos segundos, me tomó del brazo y me sacó hacia fuera. Al patio.

- ¿Qué me vas a hacer? - interrogué asustada.
- Lo que una mierda cómo tú se merece - fué lo único que dijo, y al poco tiempo, me estaba mojando con una manguera, cual tenía una potencia que me dejaba temblorosa, casi en el suelo.
   Yo lloraba, y gritaba... Nadie me ayudaba.

   Al pasar un rato y ya haberme empapado, él me obligó a caminar de rodillas hasta mi habitación.

   < ...Que dolor... Ayúdenme por favor... > Rogaba para mis adentros.
   Éste lugar era un tormento.

El Hospital De Los EnfermosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora