El faraón || Ohmnanon

•Final - II•

NANON

Cada vez que despierto, con la luna llena, suelo caminar sin rumbo, porque nunca sé por donde empezar.

Me siento justamente así ahora.

La acera está vacía, y estoy en una calle que no reconozco, rodeado de luces.

Ya es tarde y yo simplemente... no siento que esté lo suficientemente lejos de él, porque me sigue doliendo.

Nunca había experimentado algo similar a lo que siento.

Como si, estuviera quebrado por dentro.

—Quiero irme —digo al aire al notar que estoy solo.

Limpio mis lágrimas con cuidado y suspiro, mirando al cielo.

—¡Quiero irme! —grito más fuerte.

Quiero estar lejos de todo lo que siento ahora, porque no me gusta.

Veo a la pequeña gata saltando cerca de mí, y sé que es ella, incluso antes de que se transforme.

—Nanon, hijo de Ra, faraón de la dinastía...

—Sé quien soy —digo interrumpiéndola, luego de hacer una reverencia— y tú ya sabes lo que quiero.

—Quiero saber la razón.

—Puedo esperar 200 años más, no quiero quedarme en este lugar.

No quiero quedarme si voy a tener que ver como Ohm encuentra a la persona que estará con él para siempre.

Ella suspira, acercándose.

—Lamento no poder hacerlo.

—¿Qué?

—No puedo ayudarte, Nanon.

—¿Por qué? —pregunto confundido.

—El amor de tu vida no aparece cada 200 años.

—¿Dices que tengo que buscarlo en este lugar?

Ella cruza los brazos y está mirándome mal.

—Vamos a caminar —dice bajando los pies a la tierra y ya no tiene que usar sus alas.

—¿No pueden verte? —le pregunto mirando a mi alrededor.

—No pueden.

Yo voy avanzando con ella y se detiene en la esquina.

—Nanon.

—¿Sí?

—¿Cómo pensabas demostrarme algo que no eres capaz de identificar?

—Supongo que siempre pensé que lo sabría cuando ocurriera.

—¿Y no ha ocurrido?

—No —respondo desanimado.

Ella voltea hacia mí y entrecierra los ojos.

—Al menos esta vez tuviste ayuda, ¿verdad?

—No quiero hablar de Ohm.

—¿Por qué?

—Él... es un idiota.

—¿No son amigos?

—Somos amigos —respondo con un nudo en la garganta.

—Estaba en el museo cuando despertaste, nunca había pasado algo así.

—Fue reconfortante verlo, y confié en él sin dudarlo —digo acordándome— aún lo hago, pero... me duele sentir lo que siento por él.

—¿Qué sientes?

—Sé que él es importante, siempre estoy cómodo a su lado, podemos hablar por horas, y está dispuesto a ayudarme, me escucha y le importa lo que digo.

—Le importas tú.

—Él me importa a mí, y nunca antes me había pasado.

—Parece que es un humano especial.

—Ohm es increíble —respondo recordando su rostro, pero mi emoción cae— pero él besó a otro chico.

—¿Eso es malo?

—Sí —digo seguro, pero cambio de opinión después de pensarlo— no, no, creo que no.

—¿Entonces?

—Ese chico no me agrada, a él le gusta Ohm.

—¿Y eso te molesta porque...?

—Ohm es para mí —susurro tratando de procesarlo.

—Porque es él, ¿verdad?

—¿Lo es? —le pregunto confundido.

—Tú tienes la respuesta, y yo ya no tengo poder sobre ti.

—¿Dices que me quedaré?

—Es tu vida ahora, esta es la última vez que te veré, y tú no deberías perderlo, porque llevas mucho intentando encontrarlo.

—¿Estás ordenándome ir y golpear a Toey?

—Debes ir, porque Ohm te está buscando, Nanon.

Mi corazón late rápido, ahora que empiezo a asimilarlo.

Voy a golpear a Toey.

Miro a mi alrededor, porque no sé donde estoy.

—¿Tienes la dirección? —me pregunta ella sonriendo.

—Es la calle del trabajo de Ohm.

Isis resopla.

—Tiene que enseñarte a ubicarte o vas a perderte otra vez.

Cuando miro de nuevo la calle, el museo está a mi lado.

Ella es mejor que un taxi.

—Gracias —le digo cruzando la calle rápido, y la veo desaparecer.

Abro la puerta rápido, porque aún no ha cerrado.

Ohm está detrás del mostrador, con ambas manos en su cabeza, y luce preocupado.

Se acerca apenas me ve y agarra mi rostro, revisándome.

—¿Dónde estabas? —pregunta agitado— ¿Qué demonios puedo hacer para buscarte si la policía no va a creerme cuando les diga tu nombre?

—Es que...

—Tenía miedo de salir, porque pensé que regresarías —dice interrumpiéndome y baja las manos por mi cuello— ¿Estás bien?

—Te amo —respondo mirando sus labios y él parece confundido.

—¿Qué?

—Llevo siglos esperando poder decirte eso.