4

1K 179 169
                                    


—¿No quieres dormir? —le pregunto con los ojos cerrados, desde la cama, porque está tocando mi cara con un dedo y ya me despertó.

No me ha dejado dormir ni un par de horas.

Agradezco que sea sábado, porque no tengo que ir a trabajar.

—No tengo sueño.

Parece que ya se ha cansado de la computadora.

Lo dejé mirando videos de animalitos bebés, para que no moleste.

Abro los ojos y veo el reloj en la sala, soltando un suspiro.

Es tarde, pero no lo suficiente.

—Quiero comer —dice sentándose sobre mí.

—Te di todo lo que había en la cocina, Nanon, yo no soy rico.

—Puedo colaborar —responde sonriendo y levanta un brazo— te obsequiaré todo esto.

—¿Qué puedo hacer con tus pulseras? ¿Llevarlas a una tienda de antigüedades y pedir dinero? —pregunto con ironía, pero escucharlo no suena tan tonto como en mi mente— bueno... lo podemos intentar.

—¿Puedo ir contigo?

—Sí.

—Es excelente, así voy a empezar mi búsqueda.

Se acuesta a mi lado y sonríe, abrazando la almohada.

—¿Por qué están tan feliz?

—Tengo un buen presentimiento, y me gusta esta época.

—Ser positivo es un gran comienzo.

—Voy a esforzarme porque quiero más pizza, almohadas suaves y ver animales bebés.

Me río levantándome, para ir al armario y saco otra camiseta.

—Pues vamos a desayunar afuera, y compraremos ropa para ti, esas pulseras deben valer algunos dólares y tienes muchas ahí.

Él solo asiente.

Tiro la ropa a la cesta, y me coloco otra encima, rápido.

—¿Por qué tú si puedes desnudarte fuera del baño? —me pregunta cruzando los brazos.

—Bueno...

—No me estoy quejando —dice desviando la mirada.

—No quiero perder el tiempo —le explico colocándome los zapatos— tengo hambre.

—¿Qué es lo que acostumbras comer?

—Pizza del microondas y una lata de Coca —respondo estirando mi mano y él la toma, para levantarse— pero ya te comiste eso.

Es como un monstrito que come todo lo que encuentra.

Voy a la entrada y la abro, para que salga también.

Apenas damos un paso afuera del edificio, todas las miradas están sobre él.

Pues no entiendo porqué ha sido tan complicado encontrar a alguien, si cualquiera le diría que sí.

Me incluyo.

—¿Eso qué es? —pregunta susurrando y siento sus dedos apretando mi muñeca.

—El metro.

—¿Y eso?

—Un anuncio.

—¿Y eso?

—KFC.

—¿Y eso?

—Saxofón.

—¿Y eso?

—Otro anuncio.

—¿Y eso?

—Es un lapicero.

—¿Y eso?

—Nanon —digo deteniéndome estresado y él me mira.

—¿Sí? —responde sonriendo.

Suspiro, mirando sus hoyuelos.

—Cámara digital.

—Oh.

Doy un paso más, y siento su mano apretando la mía.

—¿Qué pasó?

—¿Qué es un metro?

Paso mi mano por mi cabeza, porque este será un largo día.

No sé porqué estoy tomándome el tiempo de explicarle cada cosa a detalle.

No es mi responsabilidad, pero ahora se siente como si lo fuera.

Camino con él por la avenida, viendo la emoción en sus ojos cada vez que aprende algo.

Se ve más relajado que en la madrugada.

—Esta es —digo parándome frente a la tienda de antigüedades y él asiente.

—¿Siempre compran pulseras?

—Las tuyas, probablemente, dame una.

—Esta no me gusta —responde quitándosela.

Asiento, escuchando la campanita sonar, y me acerco al mostrador, intentando controlar a Nanon que ya empezó a curiosear.

—Estás de nuevo por acá, Ohm, ¿cómo puedo ayudarte? —pregunta el dueño haciendo una reverencia y la hago también.

Acostumbro mucho venir, porque amo la historia detrás de las cosas acá.

—Yo me preguntaba, si esto puede valer algo de dinero —digo entregándole el brazalete.

Nanon sigue por ahí, y me aterra que vaya a romper algo.

—¿Oro? —suelta aún mirando el brazalete y empieza a estudiarlo a más detalle.

—Tengo un amigo que se dedica a viajar por el mundo, y a veces compra piezas originales que ve en exhibición.

Volteo de nuevo a ver a Nanon, que ya está estirando la mano.

—Sin tocar —le digo bajito y me mira asintiendo.

—40 mil dólares —menciona de la nada y yo giro la cabeza.

—¿Disculpa?

Creo que no oí bien.

—Está bien, 50 mil, pero nada más.

—¿Suena justo? —me pregunta Nanon y yo asiento rápido.

—Sí, es un trato —digo luego de aclarar mi garganta— ¿Dónde tengo que firmar?

El faraón || OhmnanonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora