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Sonrío, viendo a Nanon ponerle mucha miel a sus waffles.

—¿Esto qué es? —pregunta sonriéndome y yo suspiro.

—Un milkshake.

—Me gusta —dice aplaudiendo— todo acá es dulce.

Nanon es muy lindo.

Entiendo la razón por la que todos están mirándolo, desde que entramos.

—No eres para tanto —le digo jugando con el tenedor en mi plato.

—¿Qué?

—La gente te mira.

—Soy un semidios, gustarle a las personas va más allá de mi apariencia física.

Sí, supongo que eso tiene sentido.

—¿Te están incomodando, Ohm? —pregunta ladeando la cabeza y estira su mano a mi cara, para que lo mire.

—No, solo es raro, es que yo nunca había tenido tanta atención antes, deberías empezar a ver a tu alrededor, el amor de tu vida puede estar por ahí.

—¿Puedo ser sincero contigo?

—Sí —afirmo rápido, poniéndole más atención.

—Quiero descansar —dice apoyando sus brazos en la mesa— siempre estoy agotado al despertar, porque tengo un mundo inmenso afuera, y me aterra perder el tiempo; pero nunca me había sentado como ahora, sin preocuparme por nada más que ingerir azúcar.

—Te agrada de verdad, ¿no? —pregunto sonriéndole— esta época.

—Sí —responde asintiendo— y sé que esta vez es diferente, porque esa ansiedad que solía sentir ya no está, es como si... no tuviera la desesperación que sentí en las otras oportunidades que tuve y creo que tiene que ver contigo.

—¿Conmigo?

—Tú eres una persona buena, lo supe desde que te vi en el museo, y yo nunca había tenido antes  la ayuda que estás dándome ahora.

—No debí hacerme cargo de ti —bromeo metiendo una cuchara de pastel en su boca— eres una molestia.

—Pero te agrado, lo sé por como me miras.

—Eres lo más interesante que me ha pasado en la vida, supongo que puedo soportar esa vocecita preguntándome "¿Qué es?".

Él se ríe.

—Lamento ser tan ignorante.

—Eres lindo aceptándolo.

—Soy lindo siempre —responde estirando su dedo a mi nariz— y tú eres un buen amigo ayudándome.

Ah.

Sí, supongo.

No sabía que él podía ser amistoso, creí que solo estaba viéndome como un sirviente.

Miro al piso, porque Nanon suelta un grito pequeño del susto y viene a sentarse a mi lado, levantando los pies.

—Es un gato —le digo confundido— tú deberías saber...

—Los gatos son capaces de ver nuestras almas, y la mía está maldita, además nunca me han gustado.

—Eso es raro.

—Raro tú.

—¿Todo bien? —pregunta la mesera y yo asiento, pero está mirando a Nanon.

—Ohm —dice apoyándose en mi hombro, y me mira a mí— ¿Ya te hablé de la diosa Bastet?

—Todo está bien —le respondo yo, porque no creo que él esté interesado en poner atención.

Lo miro mal, cuando se va.

—Perdiste a alguien que puede ser potencialmente el amor de tu vida.

—No me interesa, está interrumpiendo.

Él me mira haciendo un puchero y yo suspiro.

—¿Qué?

—La diosa Bastet es una gata —suelta acercando su cara a la mía— ¿Quieres que te cuente?

—Leí algo sobre ella, me gusta la historia, pero puedes contarme, yo te quiero escuchar.

Cuando sonríe de nuevo, entiendo que eso es lo que quería oír.

—Primero, dime qué dice la historia sobre mí.

—Una trágica muerte, eras muy joven, estuviste presente en algunos acontecimientos medianamente importantes y... eres mi favorito particular.

—¿Lo soy?

—Eres lo que hoy se consideraría un rebelde antisistema.

—Me odiaban por eso.

—A mí me gusta —susurro agarrando su mejilla.

Miro sus labios, porque pasa su lengua por ellos y me alejo, aclarando mi garganta.

Era gay ayer, pero ahora me siento doblemente gay, porque es tan atractivo.

Es algo platónico, yo conozco mis limitaciones, y sé que soy la persona más básica de la ciudad, así que obviamente está fuera de mis posibilidades.

El faraón || OhmnanonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora