Capítulo 12: Intriga

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—Nuevamente, nuestra pequeña princesa ha desaparecido en la seguridad de su habitación, parece que se dio cuenta de que nuestra presencia la seguía —dijo Alastor para sí mismo y para su sombra que estaba a ras de su espalda con su burlona sonrisa.

Conteniendo una risa ligera, el wendigo se inclinó sobre su micrófono mientras el tranquilo sonido del bosque lo acompañaba. Ya era bien entrada la noche cuando regresaba de una exitosa caza nocturna, arrastrando su presa de las astas hasta donde pudo observar la figura de su "esposa" huyendo hacia el interior de la residencia una vez se percató de que había regresado a casa.

No es como que fuera la primera vez, desde que había regresado de la ciudad, aquella curiosa princesa había recurrido al encierro como una medida para no verlo.

En ese punto, aquel juego del gato y el ratón pudiera considerarse para muchos como algo molesto e inútil, pero Alastor no era aquellos que se preocupan por hechos tan banales, le divertida en todo caso esa dinámica tan ingenua de ella. Además, creía que la presencialidad era solo una mera formalidad en sus circunstancias y si no había nada que conversar, era mejor no estorbar. Sin embargo, luego de su último encuentro algo había comenzado a rondar su mente: la curiosidad.

No estaba seguro de admitirlo frente a otros, pero Alastor estaba intrigado por Charlie. Para él, gran parte de los seres vivientes no eran más que simples y vanos insectos que estaban muy por debajo de sí mismo, ponerles el mínimo de su atención era lo mejor que podía haber por ellos, así como un juego de ajedrez donde todos eran piezas de su tablero. Por eso, cuando alguien tomaba parte de su curiosidad constituía como un hecho trascendental y poco común, dónde su mente empezaba a interesarse sobre lo que sucedía con ese ser.

Entonces ¿que podía tener de interesante esa desdichada princesa? Ella había sido abandonada por sus padres a un matrimonio político y sin amor, castigada por sus creencias y especialmente por él, quien no creía en la redención de los pecadores. E incluso cuando logró escaparse de su encierro impuesto, no tuvo de otra que regresar allí con él, abatida y abandonando toda esperanza de un amor eterno, Alastor pensó que la encontraría destruida, pero fue todo lo contrario.

Para su contaminada alma, que amaba disfrutar del sufrimiento ajeno, eso fue interesante e intrigante. Charlie se mostró solemne, como la princesa imperial que era a pesar de las circunstancias en las que se encontraba. Le sostuvo la mirada, sin temor y sin lágrimas, manteniéndose impasible y denotando lo más claro de su herencia. Eso había sido una verdadera sorpresa, así como verla con rasgos tan demoníacos que contrastan mucho con su usual apariencia Ella desafiaba las expectativas y se negaba a ser víctima de su destino. A pesar de su sufrimiento, encontraba formas de escapar y mantener su dignidad. Esto despertaba en Alastor una mezcla de admiración y deseo de descubrir más sobre ella. Entonces ¿Por qué ocultaba esa parte de sí? ¿Por qué mostrar siempre esa vulnerabilidad y permitir el desprecio de los suyos si había algo más que ímpetu y soberbia en su mirada? Muchas preguntas surcaban en la cabeza de Alastor durante varios días, y solo se dió cuenta del peso de esos pensamientos cuando había transcurrido la semana y su mente solo se había enfocado en ello.

Si era sincero, se vio algo confuso con el giro de sus pensamientos, pero no le parecía extraño, cuando las personas vivían hechos extraordinarios o para nada esperados, resultaban en toda una experiencia, así que no le importo divagar sobre el asunto, en realidad, quería saber más sobre ella. El problema es que la princesa se había recluido voluntariamente en su habitación y ya habían pasado más de cinco días desde que entró la primera vez, sin salir ni siquiera por alguna pizca de alimento como las veces anteriores. Podía ser cuestión de tiempo para que saliera por la necesidad y la debilidad, pero hasta entonces, no sabría nada de ella.

Princesa imperialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora