Vano

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El amor es un hecho endeble, sin posibilidad, vano.

Si Alastor tenía que admitir algo, es que en el pequeño periodo de tiempo que observo a su "querida esposa" algunas cosas habían captado su atención sobre ella

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Si Alastor tenía que admitir algo, es que en el pequeño periodo de tiempo que observo a su "querida esposa" algunas cosas habían captado su atención sobre ella. No tenía mucha información sobre la heredera al trono del infierno más allá de la que se sabía de boca de los habitantes del infierno y algunos aspectos oficiales. Antes de aparecer frente a su puerta el día de la recepción de su boda, el wendigo solo la había visto una única vez, y eso ni siquiera había sido en persona.

Como la única del rey del infierno, fue ampliamente protegida durante el primer par de siglos que tuvo de vida, apareciendo en muy determinadas ocasiones hasta que un momento a otro, comenzó a hacer notar su presencia por actos que no habían sido esperados por la princesa imperial. Con una personalidad ingenua, casi rayando lo infantil y estúpido, con pensamientos que iban fuera de la realidad que se vivía en el infierno ¡Que ser tan estúpidamente adorable e inocente! No parecía tratarse de un demonio. Siguiendo plan tras plan, en busca de la redención de los patéticos pecadores, cayendo de bruces, una y otra, y otra vez hasta finalmente chocar contra el duro muro de la realidad. Como le hubiera gustado ver esos momentos de terrible desesperación, donde su cara pálida se llenaba de lágrimas, incapaz de entender que era lo que había sucedido con su ridícula idea.

Sin embargo, tenía que admitir que aquella insulsa princesa tenía unas buenas agallas.

Se le hizo muy divertido verla mentirle directamente en la cara, al alegar que necesitaba hacer unas compras sin contar con su presencia. Desde que había llegado al infierno y plantar su reputación, ningún alma que tuviera al menos tres dedos de frente le había mentido de una forma tan ridícula y clara de descifrar, muchos de ellos habían rogado por sus vidas, ofrecidos sus vanas pertenencias, territorios, otras almas por las cuales intercambiar. Pero nadie hizo aquello que la princesa, así que siempre preso de curiosidad, quería ver que es lo que la insulsa jovencita podía hacer.

De inmediato mando a su sombra a seguirla mientras él se daba un nuevo paseo por el pueblo, disfrutando de las caras horrorizadas y aterradas de los demonios que pasaban por su lado, quienes de algún modo le rendían pleitesía al apartarse de su camino, dejando ver el nivel de poder que el demonio de la radio poseía al menos, en presencia. Pocos minutos observo como ella pasaba tranquilamente por el sector comercial, entrando a una pastelería donde compro un par de pasteles para luego ingresar a una tienda de ropa íntima femenina en donde permaneció un rato. Eso le pareció curioso, pensando si quizás se había equivocado en su razonamiento y la princesa no había mentido, quizás estando demasiado abochornada en su presencia y queriendo algo de privacidad para comprar lo que fuera que necesitara.

Una pequeña mueca de incomodidad se mostró en su eterna sonrisa esperando que la princesa no esperara encontrar algo que utilizar para "alcanzar algunos herederos" de la corona del infierno. La idea de un avance de parte de ella le pareció repugnante, generándole un sentimiento de asco. Para Alastor, los placeres de la carne le tenían sin cuidado, siéndoles completamente indiferentes e incluso, un poco repulsivos. No quería tener que llegar a ese tipo de conversación tan lamentablemente incomoda con la hija de Lucifer, pero si seguía manteniendo algún tipo de esperanza en llegar a ese tipo de actividades con él, debería dejar las cosas claras.

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