Prefacio

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Estaba vació.

Congelado en una especie de tiempo que no giraba, rocas de diferentes tamaños flotaban alrededor de espacio oscuro. Un enorme pentagrama invertido brillaba en lo más alto del cielo mientras poco a poco se desquebrajaba. Miles de cuerpos reposaban inertes sobre aquel áspero ambiente que aun denotaba vestigios de un espacio circulado, una metrópolis abandonada y destruida, donde un ser de inmenso poder reinaba, manteniendo su vista triunfal sobre de lo que alcazaba a vislumbrar.

La faz macabra surcaba los labios de ese ser vistoso y oscuro mientras que la sonrisa imperturbable de otro ser escarlata se había transformado en una mueca sin expresión, cubierta solo por la sangre, y los fragmentos de arena y vidrio.

Levantándose con la dificultad que implicaba su cuerpo destruido, atravesado por el filo de diferentes almas. Aquel ser mirada pintada se alzó contra todo pronóstico, emprendiendo un camino tortuoso hasta donde se encontraba ella.

Esta le gritaba, les pedía a gritos que no se moviera, que permaneciera en su lugar, que no hiciera más por ella, que viviera.

Pero él se negaba a abandonarla en las manos de aquel ser poderoso y aun así, debió observar como ese puente de luz que la contenía, ahora se dirigía a ella haciéndola chillar. De su espalda fueron expulsadas dos alas que brillaban con el compás del pentagrama desquebrajado al mismo tiempo que su cuerpo se elevaba hacia la única luz que parecía emitir ese lugar.

El ser escarlata apresuro su paso intentando alcanzarla, no importando cuanto debiese sufrir, solo alzar su mano desesperado por alcanzar la mano que esta le extiende para no alejarse de él.

¡¡CHARLIE!!

¡¡CHARLIE!!

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Princesa imperialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora