Recuerdos

294 40 20
                                    

De vez en cuando, el círculo del orgullo era azotado por terribles tormentas que asemejaban a los tifones mortales por su crudez e intensidad. Se convertían en la desgracia de quien se encontrase a fuera de algún espacio cálido, y muchos habían sufrido de su inclemencia en el pasado, por lo cual los pecadores prefieran al menos por esa noche tomar un refugio que los mantuviera cálidos y a salvó.

Eran ya pasadas las dos de la madrugada cuando la tormenta estaba en su máximo apogeo encima de la residencia de Alastor, la cual crujía con los truenos y la fuerte brisa que impactaba en la ventana. Aún con ello, el interior de la casa estaba en silencio, salvo por el suave crepitar de las llamas en la chimenea. Para ese momento, Charlie yacía en su cama, atrapada en una pesadilla recurrente.

Desde muy joven, se veía atormentada por sueños dantescos, terribles ensoñaciones que le hacían sudar y quejarse entre sueños, producto de aquellas ilusiones tan reales que rompían su corazón y a veces, su propia alma. Está vez, el sueño no tenía nada que ver con figuras espectrales de origen desconocido, en esa ocasión las sombras tomaron forma y le dieron un nombre a la protagonista de sus pesadillas. Viéndose a sí misma, como ser externa a la situación, la joven princesa revivió el doloroso recuerdo de su relación con Vaggie. Los obscenos gemidos, la atmósfera nauseabunda, las palabras prepotentes de Velvet disfrutando de la persona que más amo, las lágrimas y la traición se entrelazaban en un torbellino de emociones.

El sudor perlaba la frente de Charlie mientras luchaba por liberarse de las garras del pasado. Muchas veces, lidiaba con ello como una especie de terrible parálisis en la que sufría de esas visiones que se reían en su cara, pero ella no podía despertar y salir de ellas, causándole un tremendo dolor. Pero esta vez, algo era diferente. Una presencia se materializó en la habitación, una figura alta y sombría que parecía fundirse con las sombras.

Ladeando la mirada, a escasos metros de la cama, Alastor estaba allí. Sus ojos rojos brillaban con una intensidad inusual mientras observaba a Charlie retorcerse en su sueño. Sin decir una palabra, extendió su mano y susurró un antiguo conjuro. La magia fluyó de sus dedos, envolviendo a Charlie en una luz cálida y tranquilizadora.

La pesadilla se desvaneció gradualmente, reemplazada por una sensación de paz. Charlie dejó escapar un suspiro y se acomodó en la almohada. Alastor permaneció junto a ella, su expresión indecifrable.

Charlie abrió los ojos y encontró los de Alastor fijos en ella. No había juicio ni burla en su mirada, solo una extraña mezcla de curiosidad.

—¿Por qué? —murmuró Charlie, su voz apenas audible.

Alastor se encogió de hombros.

—No me gustan los ruidos innecesarios , así que considere necesario intervenir—respondió en tono ligero—. Aun así, no le recomiendo acostumbrarse a esto, solo pasaba por casualidad —advirtió Alastor, pero suavizó la advertencia con una sonrisa burlona.

—Gracias, supongo —ella estaba agradecida, pero tal comentario en lugar de ser cordial como su gesto, solo hizo que Charlie sintiera que era una molestia.

Pese a sus palabras, se vio sorprendida cuando él se sentó en el borde de la cama, observándola y entonando una especie de mantra vudú mientras ella se sumía en un sueño más profundo y reparador. No sabía porque, no había motivos para ello, pero lo profundo de la mente de Charlie, sintió como la magia de Alastor la protegía, pero también la conectaba a él de una manera que ninguno de los dos podía comprender por completo.

Así, cuando finalmente la princesa estuvo dormida, el wendigo tuvo la oportunidad de sisear y levantarse de la cama, mirando por una última vez que su joven esposa estuviera profundamente dormida.

Princesa imperialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora