Capítulo 14 - Cambio de rumbo

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Un dolor punzante le atravesaba la mano.

Una incomodidad que no le permitía moverse con libertad.

Estaba agotada y lo único que deseaba era poder cambiar de postura y volver a sucumbir en el mundo de los sueños. Le daba la sensación que hacía eones que no la dejaban descansar, que su tranquilidad siempre era interrumpida por un factor externo que le impedía relajarse, y en esta caso, era el dolor en su mano.

Abrió lentamente los ojos con la intención de descubrir que era lo que tanta molestia le provocaba, pero fue esa claridad blanca y cegadora la que hizo que se diese de bruces con la realidad y recordarse todo lo ocurrido.

La aguja clavada en su mano, de la cual salía un largo tuvo conectado a una bolsa transparente, hizo que su respiración se cortara y un gemido lastimoso escapase de su boca.

Se encontraba en el hospital y aunque no estaba sola, sino acompañada de una enfermara, su principal preocupación era su bebé.

–¡Andrés! –exclamó mientras buscaba con sus manos esa pancita redondeada a la que amaba acariciar– ¡¿Está bien?! –preguntó asustada cuando comprobó que continuaba con el bebé en su interior.

La enfermera asintió.

–Sí, señora. No se preocupe, su bebé está sano. Avisaré al doctor que despertó.

La joven salió rauda de la habitación, aunque poco le importaba lo que el doctor fuera decirle. Solo quería saber que su bebé estuviera bien para después culpabilizarse por estar siendo tan mala madre. ¿Qué futuro le depararía a su hijo con una madre que no era capaz de cuidarle en un momento tan importante como aquel?

Horrible.

La peor.

–Doña Sara –la saludó el doctor–, me alegra ver que el color ha vuelto a su rostro. ¿Cómo se encuentra?

¿Qué pregunta era aquella?

Se encontraba fatal, y no porque tuviera algún dolor físico.

Eran un dolor emocional.

Un dolor en el corazón.

–¿Andrés está bien?

Poco le importaba lo que sucediese con ella. Su principal preocupación era el bebé.

–¿Andrés? –el doctor la miró sin entender. El hombre se giró hacia la enfermera, la cual se encogió de hombros.

–¿Está bien mi hijo? –preguntó de nuevo, más enfurecida y enojada.

El doctor abrió los ojos de par en par como si se hubiera dado cuenta.

–¡Andrés! –sonrió– La veo muy confiada de que es varón. Aunque lamento decirle –el silencio del hombre hizo que su corazón se detuviese–, lamento decirle que ni yo mismo he sido capaz de determinar el sexo. Su bebé es muy vergonzoso e impide que le veamos.

Las risas del doctor y de la enfermera no aliviaron su nerviosismo. Agradecía tener un doctor que se preocupase por su salud y que corriese a socorrerla a su casa, como aquella mañana, pero ahora entendía cuando Norma le dijo que se preparase para la risa floja que parecía poseer el hombre y que resultada tediosa cuando uno estaba preocupado.

–Está bien –dijo finalmente cuando termino de reírse–. Su peso y estatura está acorde a las semanas de gestación, así como sus movimientos, pero...

No hay nada bueno detrás de un pero.

¿Estaba preparada para lo peor?

No, desde luego que no. Si había un problema con su bebé, se moriría.

¿Quién mató a Franco Reyes?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora