Capítulo 20 - Los planos

266 30 53
                                    

Sara no podía quitarse de la cabeza el vibrante color rojizo de la sangre, su densidad filtrándose entre sus dedos y el olor... El olor a miedo cuando comprendió lo grave que era la situación. Un sangrado de esas características en ese punto de su embarazo podía significar muchas cosas y desde luego, ninguno buena.

Desprendimiento de la placenta.

Parto inminente.

El doctor trató de tranquilizarla cuando le comentó que el sangrado estaba controlado, que su bebé estaba a término y que no correría consecuencia alguna si nacía antes del tiempo establecido, pero el miedo era libre y aunque ya sentía a Andrés moviéndose como acostumbraba, no podía evitar llorar cuando se planteaba la posibilidad de haberlo perdido.

Reposo absoluto y bajo estricta supervisión médica, es decir, no saldría del hospital hasta que su hijo naciese. Puede que fuera una de esas personas celosas de su intimidad, así como de las que valoraba la independencia, pero cuando la salud de Andrés estaba en juego, obedecería sin rechistar. Además, el doctor le daba como mucho un par de días más antes de dar a luz, así que en nada estaría con el bebé entre sus brazos.

–He quitado la cuna de la casa.

Óscar se había disculpado decenas de veces por haber provocado su caída. No había nada por lo que sentirse culpable, su gesto había impedido que alguna de esas balas impactase contra ella y eso sí que hubiera sido mucho peor.

–Pero le hemos comprado otra a Andrés y es tan hermosa... Porque hermanita, ahora sí que no tienes más tiempo a no ser que quieras acostarle en un cajón.

Puso los ojos en blanco ante las ocurrencias de Jimena.

–Gracias –respondió–, realmente gracias por lo que han hecho.

–Es lo de menos, ha sido todo por mi culpa –Óscar suspiró compungido.

–Nadie tiene la culpa, excepto quienes iniciaron la balacera.

En esta ocasión acudieron a la policía, poco confiaban en ellos, pero era necesario poner la situación al tanto de los cuerpos del orden, aunque de nuevo estos aludieron a que en efecto había sido una balacera, pero no dirigida a la casa en particular, sino que los delincuentes se habían confundido de objetivo.

¿Se lo creía?

Obvio que no, pero como todo lo que sucedía a su alrededor, era una incógnita más que se añadía a la larga lista misterios que la rodeaba.

–Por cierto, tras instalar la nueva cuna en la casa Trueba, te hemos traído esto –Jimena depositó sobre la cama una gran cantidad de documentos, entre los que se encontraban los planos–. Pero Sara, ya sabes lo que dijo el doctor; reposo.

–Lo sé –dijo tomando los documentos–, y no me pienso mover de acá. Leer todos estos papeles no me impedirán descansar, es más, me ayudarán a mantenerme ocupada.

Una semana es la que llevaba en el hospital y una semana desde que sus visitas eran limitadas. Además del reposo, necesitaba tranquilidad, pero no iba a estar tranquila hasta que no comprobase si la trampilla del suelo de su casa aparecía en los planos.

Jimena y Óscar se despidieron de ella cuando la hora de visitas finalizó, no sin antes de que su cuñado aprovechase la oportunidad de volver a disculparse por su actuación durante la balacera.

Sara guardó a buen recaudo los documentos en su regazo, mientras que el doctor le informaba sobre su estado de salud. Cada noche, antes de que el silencio reinase en el hospital, el equipo médico analizaba su situación y esta vez, igual que las interiores, su estado no podía estar mejor. El sangrado no había regresado y el bebé estaba perfecto.

¿Quién mató a Franco Reyes?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora