Capítulo 24 - Tranquila

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–¡Franco!

La voz asustada de Sara resonó en el lugar, haciendo la escena aún más tétrica y terrorífica. Se abrazó al cuerpo de su esposo, temiendo que el dolor del trabajo de parto le hubiera nublado la mente y tuviera que cerciorarse que Franco no era el que tenía una bala en el estómago y se desangraba rápidamente junto a Miguel Morales.

En algún momento del forcejeo, Franco había conseguido redirigir la dirección del arma de Alejandro Velásquez provocando que este se disparase así mismo.

–Ya, mi amor.

Franco la apretó contra su cuerpo para que evitase ver la agonía del arquitecto en sus últimos momentos de vida, pero no. Tenía que comprobar con sus propios ojos que ese tipo tuviese el final que merecía por causarles tantos daño y por todas las muertes que había ocasionado.

Por suerte, para el arquitecto y para desgracia de sus víctimas, su muerte fue rápida y pronto sus ojos quedaron paralizados eternamente.

Se acabó.

El fin de sus problemas había llegado...

O realmente puede que no hubieran hecho más que empezar, porque la cabeza de su bebé empujada con todas sus fuerzas para salir de su interior.

Trató de contener el dolor mordiéndose el labio con tantas fuerzas que se hizo sangre, pero no sirvió de mucho, ya que físicamente jamás había sufrido tanto como lo estaba haciendo y el alarido que salió de su garganta puso en aviso a Franco de que algo estaba ocurriendo.

–¿Qué pasa, mi amor?

No pudo articular palabra. Las lágrimas corrían por su rostro y su frente se perlaba de gotas de sudor.

Se llevó las manos al vientre y aquello fue todo lo que Franco necesitó para saber lo que se les avecinaba.

–Estás de parto –se respondió así mismo de una forma tan calmada que le pareció extraña–. Te cargaré y en nada estaremos fuera de este tugurio.

Estaba de acuerdo, ya que temía dar un paso y que su hijo se escurriese entre sus piernas. Si en su poder estaba, Andrés no iba a nacer en ese lugar rodeado de muerte. Pero el intentó de Franco resultó en vano y solo pudieron recorrer unos metros, la postura en brazos de su esposo no hacía más que acelerar el proceso.

–Soy una estúpida –jadeó cuando tuvo que apoyarse contra la pared. El fin del pasillo se veía a lo lejos, burlándose de su situación porque aunque el trayecto que les quedaba pareciera corto en su estado era una odisea. –Andrés no puede nacer así.

Franco le secaba el sudor de la frente con sus propias manos y trataba de reconfortarla, pero nada la ayudaba. Estaba feliz por recuperar a su esposo y haber terminado con ese tipo, pero también se lamentaba de no haber avisado a nadie de adonde se dirigía y sobre todo haberlo hecho sin su celular...

–Mi amor, aguanta un poco más –Franco trataba de animarla–. Estamos por llegar.

El fin se veía tan cerca...

Respiro profundamente y aceptó que Franco la volviera a cargar. Entre jadeos y contracciones consiguieron llegar a la salida y Sara solo pudo llorar de felicidad cuando por fin sintió la brisa de la noche y la luz de la luna golpeando su cara.

–¿Las llaves del auto?

Llaves.

Cerró los ojos.

Aquel no era su auto, sino el de Miguel. Al lado de este estaba el del arquitecto, estando ambos en la misma situación.

Tenía que ser una broma macabra del destino, porque ella ya no podía aguantar más.

¿Quién mató a Franco Reyes?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora