Capítulo 23 - Esto es el fin

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El angosto y estrecho pasillo, solamente iluminado por el resplandor de la luz que desprendía la entrada del pequeño lugar donde Franco había estado cautivo los últimos meses, se les presentaba largo y tedioso, pero era el único camino hacia el fin de su pesadilla.

Sara recostó la cara contra el pecho de su esposo, este la apretaba contra su cuerpo en un fuerte, pero delicado abrazo con el que podía escuchar el latir de su corazón, recordándole que aquello era real y que Franco estaba junto a ella y lo más importante, junto a su bebé. Un bebé que desde que había reconocido a su papá no había mostrado más signos de su presencia, y en cambio, un dolor cada vez más punzante y más difícil de ignorar le había sustituido. Era imposible ignorar los hechos; estaba de parto.

Pero no quería decirle nada a su esposo, aún no. Era la primera vez que iba a tener un bebé, pero sentía que estaba a tiempo...

–¿Estás bien? –Franco se detuvo para obligarla a mirarle– Debes de estar agotada –señaló el sudor de su frente.

–Estoy cansada, pero puedo con ello. Además, debería ser yo la que esté preguntándote por tu estado. Estás tan delgado...

Sabía que ella estaba bien, que el sudor de su frente era debido a esas pequeñas contracciones que estaba soportando en silencio y que su problema se acabaría tan rápido como pusiera un pie en el hospital... Pero dudaba de la salud su esposo.

–Te cargaré.

Franco trató de alzarla, pero tal y como sospechaba, no estaba en condiciones. Estaba débil y necesitaba de un doctor.

–No seas bobo, puedo caminar perfectamente. Quizás la que deba cargarte sea yo...

Escuchó la risa de Franco y eso la reconfortó. Iba a ser un proceso de recuperación duro, pero estaba segura de que iban a salir de aquella situación más fuertes que nunca.

–No dudo de que lo harías.

Volvió a sentir los brazos de su esposo rodeándola.

Todo está bien.

Todo está perfecto.

Todo está...

Sintió como Franco la giraba y la escondía detrás de su cuerpo. No entendía qué estaba ocurriendo y mucho menos porque su esposo la parapetaba tras de sí para que no pudiera ver lo que estaba ocurriendo.

–¿Qué sucede? –preguntó alarmada.

Franco continuaba impidiéndole ver que era lo que había provocado su actitud, pero tal como había demostrado, su esposo estaba demasiado débil y no pudo combatir con su fuerza y consiguió soltarse de sus brazos para darse de bruces con el porqué de los impedimentos de su esposo.

Miguel Morales yacía en el suelo, inerte, con la boca ligeramente abierta y una expresión de terror en sus ojos abiertos, los cuales estaban paralizados. Paralizados eternamente debido al orificio de bala que tenía en la frente.

Estaba muerto.

Ese joven que había sido manipulado para arruinarles la vida, estaba muerto.

Alguien le había asesinado porque ningún arma descansaba cerca del cuerpo.

¿Quién?

Franco y ella se miraron y con un simple vistazo llegaron a la misma conclusión.

Alejandro Velásquez.

No tardaron en confirmarlo, ya que el arquitecto apareció ante ellos con el arma que había matado a Miguel Morales apuntándoles a la cabeza.

–Lo siento, pero esto es el fin.

¿Quién mató a Franco Reyes?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora