Can You Hear It?

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Colette

Ha pasado una semana desde la ultima vez que había visto a Duncan.
La última vez había salido de mi habitación en busca de mis pastillas, bajé a la sala y Duncan estaba de pie junto al sofá con mis pastillas en sus manos.
Duncan vestía con un sweater verde oscuro, un pantalón negro, botas y una barba de no haberse afeitado en tres días. Me miró fijamente sin decir nada. Delante de sus pies tenía un basurero pequeño con papel adentro. Lo miré expectante.
Él tiró mis pastillas ahí, acto seguido, le prendió fuego.

—¿Qué crees qué haces? —pregunté aún impactada. Él no dijo nada, al contrario, siguió echando las que me quedaban—. ¡¿Qué te pasa?! —exclamé.

—No las necesitas —dijo sin más. Miré como el fuego crecía pero no tanto para quemar todo a su alrededor.

Agarré un extintor de los muchos que tenía en cada lados de la casa, lo abrí y apagué el basurero. Me agaché a toda prisa esperando que al menos algo quedara, pero Duncan lo pateó lejos casi golpeando mis manos con su acto salvaje.
—Tenemos que hablar —dijo tendiéndome la mano. No se la tomé y enrabiada me fui de vuelta a la habitación, esas pastillas eran importantes y ahora no podía salir a comprar más porque en cada esquina me asechaban.

He pasado una semana sin tomarme las pastillas.
Una semana encerrada para que mis enfermedades no jodieran a Duncan. A pesar de todo, siempre siendo considerada con el viejo.

Salí a la terraza para poder fumar y tranquilizarme un poco. El encierro y además otro adentro por culpa de él eran una condena. En mi propia mansión.

—Esto es una mierda... —murmuré al expulsar el humo lentamente.

Ha pasado tanto tiempo que llego a pensar que Duncan ha perdido el interés en hablarme; todo siempre es por mi maldita culpa, para empeorarlo.
Pero esta vez no lo sentí tanto como mi culpa.
El anciano había tomado mis pastillas, ni siquiera sabía porque las tenía, pero... no importa ya.

—No deberías estar aquí en el frío.

Di un salto por el susto.
Ahí se encontraba él, mirándome serio cómo acostumbraba. Me era difícil saber que era lo que sentía todo el tiempo.
Muy en el fondo apreciaba que él siguiera intentándolo y no me dejara sola. Muy en el fondo. Odio estar sola.

—No tengo frío —susurré en respuesta y después vi mis rodillas, el pantalón roto estaba cada día mas roto.

Debería estar muriendo de frío, pero cuando estoy en esta

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Debería estar muriendo de frío, pero cuando estoy en esta... "fase" no siento absolutamente nada, me siento más entumecida y eso es algo que siempre me ha gustado. Como el corazón baja sus palpitaciones y siento correr mi sangre por todos mis torrentes... El frío no es oponente para mi, es más, es mi aliado.

Por el rabillo del ojo vi como tomaba asiento junto a mi, no dije ni hice nada, solo seguí con mi cigarro mirando el paisaje. Me había convertido en una anciana. Luchando internamente con mis enfermedades.

—¿Cuando vas a decirme para que eran los medicamentos? —preguntó con su voz rasposa.

Cerré los ojos y suspiré.
—Sigo sin querer hablar sobre eso, Vizla —respondí—. Solo dejalo ya, por favor. Suficiente tuvimos al haberte desecho de ellos.

Sentí su mirada sobre mi, pero no lo miré.
Seguí en mi mundo, fumando mi cigarrillo, como antes de que él apareciera.

—¿Tanta es tu adicción? —preguntó molesto sin alzar la voz.

Solté una risa seca y negué.
—Son antidepresivos, las otras son para mi maldita ansiedad y las otras son para controlar mi TDAH... antes de enojarte deberías saber las cosas. Si me atacas yo atacaré de vuelta y esto no llegará a ningún lado —respondí con el mismo tono que él. No dijo nada así que lo miré mal con el cigarrillo entre mis dedos—. Es un tema delicado para mi, si no quieres respetar mis tiempos te ofrezco con toda la amabilidad del mundo tomar tu mierda y largarte de mi maldita y asquerosa vida y de pasada llevarte mis frascos de medicamentos derretidos porque verlos solo me recordaran lo mucho que te odio —comenté y arrojé lo que quedaba de mi cigarro al suelo.

—Debes calmarte un poco, no te estaba juzgando. Pero contigo tengo que hablar con un tono fuerte o me ignoras y esto así no está funcionando. Te enojaste porque yo no quería contarte sobre mi pasado y ahora tú te enojas porque yo te pido lo mismo. ¿No crees que deberías ser un poco más consecuente?

Lo pensé.
Tenía razón, estaba muy histérica.
¡Pero tenía mis razones!
—Lo siento —dije pasando una mano por mi cara—. ¡Lo siento por haber confiado en ti!

Entré furiosa a la casa.
No quería a alguien que no era capaz ni de pedirme disculpas por lo que había hecho, aún sabiendo la verdad.

Al llegar a mi habitación, puse seguro, también una silla para evitar que él entrara. Pero conociéndolo... una simple silla no lo detendría. Era el maldito Black Kayser.

Suspiré.
La maldita perra debería de dar conmigo y matarme de una vez, ya no pelearé, ya no quiero hacerlo y sinceramente ya me da igual.
Pasé mis manos por mi cuello intentando quitarle los nudos de la rabia y el estrés que me carcomían.

—Colette, abre la puerta —dijo con un tono de voz extraño.

Suspiré otra vez y tomé la botella de tequila que tenía aquí. Ni siquiera me molesté en tomar un vaso, simplemente me empiné la botella sobre mis labios y me senté en la esquina del cuarto al igual que una niña mimada con su biberón.
Los golpes seguían, dejé de prestar atención a lo que decía, solo quería desconectar mi maldita mente de toda esa mierda y juro que lo haré.

Saqué mis cigarros del bolsillo y encendí otro.
Mientras sujetaba el cigarro en los labios conecté los audífonos al teléfono, esos malditos golpes y gritos me estaban alterando más. Le subí el volumen a un nivel en que los golpes de la puerta dejasen de escucharse y sonreí.

Me perdí en mi musica.
Siempre era la vi de escape más viable y será la única que no me diga que todo me sale mal.




Trago tras trago de la botella no me di cuenta que había llegado a la tercera. En ese punto todo comenzó a ponerse borroso, sentía que mi cuerpo flotaba, pero al mismo tiempo se hundia, en mis oídos se escucha Creep y por alguna razón me encontraba sollozando como una nena. Extrañaba un pasado que nunca había tenido.
Me acosté sobre la fría madera de mi cuarto cuando la canción cambió a I'm Not Ok y ahora lo único que hacía era reír.
Por esa razón no bebía mucho, porque mis emociones se volvían locas dependiendo de la canción que escuchara. Hasta alcoholizada era una amenaza.

—Esa maldita mujer tenía razón, al final solo soy un cáncer en la vida de la gente que llego a querer o a apreciar —comenté y negué.

Mi vista se nubló aún más y deje de escuchar bien. La música sonaba con eco, acostada sobre el piso de mi habitación, sentía que iba cayendo incluso aún más bajo.
Comencé a desesperarme y mi respiración se volvió agitada. Oh no...

—¡Maldita sea! —exclamé e intenté levantarme pero volví al suelo de manera agresiva.

Con la poca fuerza que me quedaba, comencé a arrastrarme hasta el baño, pero de un segundo a otro, sólo sentí un fuerte golpe en mi cabeza y a alguien gritando mi nombre... Después todo se volvió oscuro.

Dream On 😈Duncan Vizla& Colette Dubois😈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora