Capítulo I

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| What makes you beautiful - One direction|

Tenía los ojos cerrados para disfrutar mejor la música y olvidarme de los espasmos que estaban haciendo en el avión. Habían pasado unas ocho horas de viaje, me dolía la espalda y tenía mucho sueño. Mi familia y yo nos despertamos a las cuatro de la mañana para llegar a tiempo al aeropuerto.

El día anterior lo pasé toda la tarde con mis mejores amigos: Cameron y Stella (que, por cierto, se gustan, pero no hacen nada al respecto). Llegué a mi casa algo tarde y pasé gran parte de la noche empacando, porque me encantaba dejar todo a última hora.

Tenía unas ojeras más grandes que mis ganas de vivir.

Íbamos a Los Ángeles, ahí vivían mis abuelos. No nos veíamos desde las navidades pasadas, pero, por alguna razón, no habíamos ido a su casa desde que tenía doce, hace cinco años.

Mi abuelo estaba limpiando, cuando se le ocurrió la maravillosa idea de que quería vender y desechar algunas cosas de la casa, mi abuela llamó a mamá porque sabía que ella se enojaría con él al sacar cosas que tenían un valor sentimental para su hija. Así que, pasaría mis vacaciones allí mientras ellos prácticamente desmantelaban la pequeña casa.

Luego de las sacudidas del avión, llegamos. No era mi primera vez volando, las turbulencias ya no me daban tanto miedo; sin embargo, a mi hermana sí. Con veintiún años le daba fobia a viajar en avión. Su mano tomaba a la mía demasiado fuerte, pero no le quise decir nada por compasión. Cuando anunciaron que podíamos salir ella me soltó la mano e hizo como si nada. Ayudamos a mis padres con equipaje de mano, yo tomé el mío y el de Paris.

Duramos más o menos una hora esperando nuestras maletas. Después salimos y pedimos un taxi, el conductor se extrañó por la ubicación, nos miró como si le hubiéramos hecho una broma como si le estábamos tomando el pelo.

—¿Es la dirección correcta?

—Claramente. ¿Puede manejar? Queremos ir a descansar —habló mi padre de manera firme e intimidante. El señor se dedicó a encender el carro.

En el camino, seguía escuchando música por mis audífonos y apreciaba la vista, era muy bonita (si ignorábamos a los vagos en casi cada esquina). Mi hermana chateaba y cuando no, movía mucho la pierna, mi madre solo estaba en silencio y apreciaba la vista, mi padre le gritaba a su celular para que los empleados "hagan bien su trabajo". Intentaba no meterme lo máximo en eso, la última vez que le conté sobre mi incomodidad al respecto y sobre cómo estaba maltratar a la gente así, me gritó como al celular en esos momentos, pero yo me encerré en mi cuarto durante horas indignada, después me escapé a la casa de enfrente, donde vivía mi mejor amiga.

En algún momento, llegamos al barrio en el que mi madre se crió sin yo percatarme. Había mecánicos, muros llenos de graffitis y gente de un aspecto... peculiar. No recordaba el lugar tan así. El conductor paró en la casa blanca angosta de dos pisos con una valla bajita a su alrededor, con un garage y un jardín bastante bonito. Creo que era la casa más cuidada de la cuadra.

Mi padre le pagó al conductor una buena cantidad de dinero y nos bajamos. Mis progenitores y Paris sacaban las valijas de la cajuela del taxi, mientras yo tocaba la puerta de la casa. La abuela abrió la puerta e inmediatamente me asfixió con un fuerte abrazo.

—Hola, mi niña. Qué grande estás. Mírate, toda una jovencita. —Me dio un beso en la mejilla y gritó: — ¡Ramón! ¡Tu hija y tus nietas llegaron!

—Yo también te extrañé, abuela.—Le di una sonrisa cálida y un suave abrazo. Ella era de tez oscura, su cabello largo y gris lo tenía atado en una media cola, usaba un overol de jean y una camisa de algodón blanca, había harina en su mejilla.

Ese maldito verano [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora