Capítulo IX

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|Generación why – Conan Gray|


Mi mente estuvo absorta en mis recuerdos por mucho rato. Tanto así, que la comida llegó a la mesa, haciéndome espabilar.

Mis pensamientos podían llegar a ser desde muy deprimentes, hasta muy destructivos, si me sumergía demasiado en mi cabeza, y ese era uno de esos casos; sobre todo, si se trataba de un recuerdo triste, aunque también creía que era un poco feliz.

«Tal vez la alegría tocó un poco ese recuerdo para hacerme sonreír y hacer una bonita combinación entre azul y amarillo»

—¿Y esa cara, Brooklyn? —preguntó mi madre. La miré a los ojos. Ella estaba más arreglada que de costumbre, sus pestañas estaban cargadas de rímel y sus labios pintados de un bonito color vino.

—Estaba pensando —le respondí. Tomé mis cubiertos y empecé a comer de la lasaña que estaba en mi plato.

El lugar me gustó, era sobrio y tenía un aire elegante. Mala elección de sitio para alguien que andaba en un pantalón hasta las rodillas y una camisa negra que parecía una bata. En mi defensa, solo me dijeron que querían salir a comer pizza, y terminamos en un restaurante italiano en el medio de la ciudad. Me sentí como pez fuera del agua.

Una chica como de mi edad, paso por nuestra mesa junto a dos señores. Ella era rubia, su cabello era muy brilloso con unas ondas espectaculares y traía un vestido de seda por los muslos de un azul oscuro hermoso. Me hizo sentir peor por mi elección de ropa, aunque también algo de admiración por su elegancia.

«Ojalá tuviera ese porte y confianza» Ese fue mi primer pensamiento antes de enderezar mi espalda y luego quitar los codos de la mesa para luego seguir comiendo.

La comida estuvo muy rica, no sabía si era porque el restaurante era caro o porque tenía tiempo sin comer lasaña.

En el transcurso de la comida hubo charlas muy banales. A veces creía que las personas hablaban de cosas superficiales porque su vida era una miseria, dudaba que fuera ese el caso, tomando en cuenta mi familia.

—Por cierto, ¿Has hablado con Stella, Brooke? —preguntó mi padre ahuyentando las demás conversaciones.

—Si, claro —respondí sin ahondar mucho.

—¿Y con el otro? El muchacho moreno este…— mi papá empezó a divagar pensando en su nombre.

—Cameron —dije con poca paciencia.

—Sí. ¿Qué pasó con él?— Vi fijamente como llenaba su vaso con refresco cuando me preguntaba. No me gustaba hablar de eso, de muchas cosas, en general.

—Está bien. Ya tiene las llaves de la casa.

—Espero que haya sido una buena decisión de tu parte, Be —agregó mi madre.

—Yo… Creo que es lo más sensato. La casa está en buenas manos. —Mi tono de voz era de incertidumbre. Creía en mi amigo, pero no soportaba decepcionar a mis padres.

—Ojalá tengas razón —comentó mi padre—. Ese muchacho ha pasado por mucho, me da lástima.

No quería que tocaran ese tema. Iba a comer de mi lasaña para no responder, y recordé que mi comida ya se había ido. Suspiré con decepción y le di un sorbo a mi refresco.

—Es un niño rudo. —Salió a decir mamá antes de qué yo pudiera hablar— La vida le ha dado la espalda, es admirable como ha seguido.

Pasé el refresco nerviosa. ¿Los humanos siempre tenían que opinar de todo? No toleraba que hablaran de eso como si nada, me dolía e incomodaba.

Ese maldito verano [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora