Capítulo III

125 2 0
                                    

|NI VIVO NI MUERTO – Micro tdh ft. Lasso|

A veces, ver tu serie favorita en una tele vieja y en formato de casete es todo lo que se necesita para estar feliz. La guarida del abuelo se convirtió en un refugio para mí. Yo le hubiera puesto algunos póster de queen. Lamentablemente, si llegaba a tocar o modificar cualquiera de estas cosas, mi abuelo me iba a eliminar de este mundo.

Strangerthings ha sido mi favorita durante mucho tiempo, la historia es sencillamente increíble. Además, quehabía elementos que me encantaban: el año en el que se ambienta y la música.

Tenía una fascinación bastante intensa con el siglo pasado, es algo que nunca pude descifrar. A pesar de todo, mi obsesión con la estética, las series y la música, jamás saldría de mi boca decir que nací en la época equivocada. Era el tiempo en el que más criminales había, ser mujer era horrible y el cigarroestaba en todas partes. Qué asco el cigarro.

Estaba sentada en el sofá grande junto a mi abuelo compartiendo el envase de cotufas mientras vemos a el monstruo atacar a los chicos.

—¡¡Brookie!! —Escuché la voz de mi padre.

Suspiré y le dejé las cotufas en el regazo de mi abuelo.

—No pauses el episodio ¡¡Voy!! —Me puse mis pantuflas y salí de la habitación.

Llegué a la cocina y vi a mi madre apoyada en la encimera viendo una foto en su teléfono de una dentadura, supuse que era de un paciente.

—¿Y mi papá? —Le pregunté.

—Está arriba. —dijo sin mirarme. Me impresionó que escuchara que me llamó, supongo que las paredes son de cartón.

—Gracias.

Subí las escaleras y entré a la habitación de invitados. Mi padre estaba en la cama acostado mensajeando.

—Hola, hija. ¿Puedes buscar mi billetera? Está en la mesita de la sala. —Suspiré.

—Voy. —dije exasperante. Estas son cosas que me pasaban todos los días. A veces creía que tuvieron hijas para que les hicieran las cosas que ellos no querían. Tuve que subir, para volver bajar, luego subir y volver bajar.

Cuando le entregué la billetera, me di cuenta de que no se sentía la presencia de Paris.

—¿Y mi hermana?

—En la panadería con tu abuela.

—Vale. —Hubo un silencio— ¿Por qué Paris nunca habla de su viaje? —No tuve ni la menor idea de porque pregunté eso, solo se me salió.

Él suspiró.

—Estos últimos días se ha revivido el tema, no debería haber pasado, pero pasó. Hija, yo sé perfectamente lo que es que tu hermano no quiera contarte sus cosas, sobre todo si es algo que lo perjudica. Pero, a pesar de que se cierren y te den la espalda, eventualmente, te van a extrañar y querrán sobre el tema.

—Mi tío no te ha querido hablar contigo en los últimos veinticinco años.

—Es distinto, yo fui quien la cagó. —Paris y papá eran idénticos.

—Espero que puedas volver a hablar con él. Voy a ir a ver mi serie, chao.

—Chao, recuerda lo de la carrera. —Y ahí estaba; pensaba que podía tener una conversación con él sin ese tema, estaba equivocada.

Cuando iba pasando por la cocina para llegar al garaje, mi mamá me toma del brazo.

—Hija, quiero hablar contigo. —Sentí un peso en el pecho. Me senté con cautela en uno de los bancos de la mesa. ¿Qué hice?

Ese maldito verano [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora