Capítulo II

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|Man on the prowl - Queen|

Maldecía al punto de venta en mis adentros, ya que no estaba funcionando porque el internet estaba lento. Eso me hacía pensar en mis futuras responsabilidades como adulto. Por alguna razón, tenía pensamientos intrusivos que daban para tener una buena crisis existencial. Como el hecho de que no me gustaría pasar el resto de mi vida llevando el registro de lo que gano para pagar cuentas, es más, desearía ganar tanta plata para que alguien lo hiciera por mí. Si, estaría genial, a pesar de que eso no es muy posible.

Siete intentos después, logré que pasara la tarjeta y la señora que había comprado la bolsa de pan francés se pudo ir al fin.

Ni siquiera sabía que quería estudiar, eso me hace sentir perdida, ya que, mis amigos, Cameron y Stella ya tenían su vida hecha y yo no me veía viva ni a los cuarenta. Y para empeorarlo, mi padre todo el tiempo me metía presión para decidir a qué universidades iba a ir: >> Señor, ¡Ni sé qué quiero estudiar y me pones a elegir esas cosas! << No tiene sentido.

Estuve postrada en el mostrador por mucho rato, sola con mis pensamientos. Mis abuelos estaban horneando más pan, mis padres estaban en la haciendo almuerzo y mi hermana... No lo sé, viendo como es ella no podría descifrarlo.

Me quedé viendo los alrededores del local, hasta que mis ojos llegaron a ver la computadora que estaba a mi lado. Ya sabía que sonaba muy estúpido, que no me di cuenta del computador que está a mi lado, pero así era. Más despistada que un niño pequeño. Encendí el aparato y entré en la web para escuchar música.

Perdí la cabeza varias veces con la lentitud del dispositivo, pero logré mi objetivo, puse varias canciones de Queen hasta esperar que alguien llegara.

Oh, y sí que alguien había llegado, pero no es una muy grata sorpresa.

No era nadie más que Dan Torres, ¿Quién es ese? Pues, bueno, era mi mejor amigo hace algunos años, hasta que nos dimos cuenta que teníamos sentimientos y nos besamos, las cosas se tornaron incómodas entre nosotros y dejamos de hablarnos.

Había cambiado poco en los últimos seis años en los que lo dejé de ver. Estaba más delgado y tiene los rasgos más marcados, se ha puesto más pálido (ya de por sí parecía un fantasma) y tiene varios lunares regados por las mejillas hasta descender en el cuello y desaparecer por la ropa. Mis ganas de esconderme debajo del mostrador eran gigantes, pero él ya me había visto.

—Pero sí es la mismísima Brooklyn Lewis. Tanto tiempo, ¿cuántos? ¿Cuatro años sin venir? —Me dijo de manera muy simpática.

—Hola, Dan, ¿Cómo te ha tratado la vida?

«¿Desde cuándo hablo como un adulto cincuentón que se encuentra con sus excompañeros de secundaria?»

—Bien, bien. Empecé a trabajar en el taller con mi tío. ¿Y cómo anda la niña rica de Washington? —Se apoyó en el mostrador y repiqueteo sus dedos.

Él me llamaba así, nunca me gustó. Me hacía sentir mal el hecho de que yo no tengo necesidad de trabajar y podía ser una mantenida si me daba la gana. Mientras mucha gente se partía el lomo trabajando y no les daba el dinero suficiente ni para tener donde caerse muertos, como a Dan. Lo que me hizo pensar en mi amigo Cameron, un chico que tiene mil trabajos y no porque le hace falta el dinero, de hecho, solo no le gustaba estar en su casa.

—No soy una niña rica. —Lo miré mal. Me piqué un poco.

— Claro —dijo con sarcasmo— ¿Me puedes dar dos bolsas pan de sándwich?

—Seguro. —Me volteé al estante y saqué dos bolsas de pan de la repisa— Toma. — Dejé el pan en el mostrador y él lo tomó.

—¿Tu abuelo está?

Ese maldito verano [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora