I. Prólogo

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Hubo una leyenda. Sobre un inmortal de cientos de años; con un poder tan avasallador que era capaz de traer la devastación a la tierra y alterar el ciclo de la vida y muerte por mero capricho; reanimar a los difuntos, y enviar a la muerte a aquellos en la cúspide. A inmortales, personas comunes, cultivadores con el potencial de la ascensión.

Este hombre aterrorizó la tierra de tal modo que las cuatro grandes sectas unieron fuerzas para derrocarlo.

Dicho inmortal había dejado su humanidad hacía siglos. Se dijo que era cuestión de tiempo para que la oscuridad que doblaba a voluntad le corrompiese hasta la médula...

"¿Cuál era el origen de tan despiadado ser, Laoshi?", interrumpió Lan YiMing.

Lan JunHie suspiró. Sus ojos severos se arrugaron con indulgencia. Dio una mirada a su pupilo predilecto y le instó a acompañarle en un paseo por los alrededores del clan. El niño se aferró a la empuñadura de su espada y le siguió con dignidad en sus pasos.

"Nadie ha vivido lo suficiente para comprender sus raíces. Ni siquiera la opulenta Lan Yi dejó precedente a los orígenes de dicho inmortal". El joven evidenció curiosidad y asombro frente a la lección de su maestro. Sus cejas se torcieron con complicación ante el cálculo mental a la longevidad de dicho ser. "Todo lo que se conoce de este inmortal temido es que se cultivó en las fauces del Luanzang. El cual tomó por hogar".

"¿Podría tratarse de la manifestación de los túmulos funerarios?", le inquirió Lan Mian, uno de los discípulos junior a pocos cun de distancia.

El anciano meditó en su respuesta, y giró hacía los estudiantes para asentir sin palabras. Su rostro perdió las facciones debido a la vejez y las arrugas le aplastaron los ojos.

Esto propició un debate civilizado. El intercambio de ideas fue enriquecedor y variado, pero ninguno se acercó a la realidad, ni un poco. Al cabo de una vara de incienso, el anciano habló de nueva cuenta y medió la situación.

"¿La manifestación del Luanzang? Esa es una hipótesis interesante, pero, si fuera el caso, ¿por qué ningún método de purificación o exorcismo ha sido suficiente?"

"¿Tal vez tomó una base humana?"

Lan FangShen dijo: "¿Cómo es eso posible, shidi? Un cuerpo humano sería incapaz de soportar el poder del resentimiento. La energía yin sin condensar es capaz de desintegrar la carne y convertir los huesos en polvo".

Algunos jóvenes se horrorizaron. Otros más se estremecieron, y el anciano cedió a su discípulo mayor. En efecto, fue un sinsentido considerar que algún desafortunado se hubiese convertido en la vasija viviente del resentimiento y se mantuvo vivo un puñado de años por veleidad del destino.

Al término de la lección, los estudiantes volvieron en sus pasos, con dirección al campo de entrenamiento, para su próxima lección.

Lan JunHie se desplazó como el río que fluye por el siheyuan, y Lan YiMing le siguió.

"Respetado maestro, ¿qué ocurrió con dicho inmortal?... con el Yiling Laozu", se corrigió. "Hubo una razón por la cual nos contó sobre él, ¿cierto?"

El anciano dio una sonrisa indulgente. Disfrutó la astucia del joven discípulo y les encaminó a un área más y más remota. Sobre el límite del muro este, el cual era altamente protegido. Ahí, entre un muro de gran altura donde se tatuaron sus preceptos y una cascada mística, yació una cabaña austera.

El joven discípulo se estremeció. Sus labios contuvieron el temblor nervioso y contuvo la incredulidad lo mejor que pudo. Se detuvo en el jardín empedrado y sus manos temblaron. La cabellera platinada y escasa del anciano se batió con el viento. No se detuvo ante las inseguridades del joven, así que habló con absoluta firmeza. "Lo que ha ocurrido con el Yiling Laozu, ya debes saberlo".

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