X. Maldad encarnada

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Wei WuXian se vio tan inmerso en las mejoras de la brújula del mal y un nuevo talismán vinculante que, en apenas un pestañeo, transcurrieron cuatro días.

No es que en realidad llevase un recuento del tiempo. Aquello se convirtió en una preocupación intrascendente. El sueño apenas era necesario, y sació su hambre cuando lo consideró oportuno. Sin embargo, en aras del quinto día llegó a él la realización de que había olvidado la existencia de Hanguang-jun desde que se le instaló en su pabellón.

Su primera reacción fue la sorpresa, pero la misma se enmascaró a la perfección con un gesto serio en el rostro. Se aferró a la jarra de alcohol en manos y se desplazó por la oficina forzando a ignorar la apariencia del segundo jade.

Wei WuXian se percató de la presencia de Bichen descansando a escasos cun. Bastante cerca de Lan WangJi, pero no lo suficiente para que considerase un ataque furtivo. Wei WuXian tomó un puñado de papel y releyó las instrucciones para una matriz incendiaria a medio trabajar. Bebió del baiju recién adquirido, y sintió el ardor en su garganta quemarle con cada sorbo.

Lan WangJi no abandonó, y Wei WuXian no le dijo que no era bienvenido. Hanguang-Jun se mantuvo quieto y sereno sobre una almohadilla; evidenció una pose digna y siguió a Wei WuXian con la mirada.

Si Wei WuXian no estuviese tan absorto en sus propios asuntos le hubiera dado más importancia a su aparición. Pensó en que no sería un problema si Lan WangJi se limitaba a permanecer tranquilo en su sitio y no instaba ningún debate insólicito sobre el uso del resentimiento y la purificación de su alma mortal.

Pateó algunas hojas de trabajo con su bota y se apiñó en su escritorio para continuar con los lineamientos para las condiciones en el uso de una matriz incendiaria capaz de convertir los huesos en polvo en apenas un instante; y consideró el material para las tallas en los sigilos en caso de enriquecer tal maldición con llamas inextinguibles.

Lan WangJi abandonó su sitio en la colchoneta y se arrastró una brazada con sus rodillas. A un lado del escritorio bajo de Wei WuXian, se le apareció moliendo la tinta para él. El proclamado patriarca de Yiling no pudo evitar extrañarse por ello.

"¿Dónde está la abuela?"

Lan WangJi no habló.

"..."

El segundo jade de Gusu ignoró el juego de miradas, más no se mostró gruñón ni arisco. Wei WuXian lo consideró bastante osado. Especialmente porque las personas de GusuLan se caracterizaban por un instinto absurdo de sinceridad.

La investigación fue dejada de lado y la pasta de tinta brilló en un color intenso. Los pinceles de escritura apenas fueron contemplados, y Wei WuXian bebió del licor con aburrimiento en sus palabras. "¿Por que tú cabello está peinado diferente?"

Lan WangJi bajó la vista hacía su apariencia. En la larga cola de caballo alta que descansaba sobre el hombro izquierdo, y el juego de adornos de plata y jade.

En realidad, Lan WangJi había hecho sus túnicas mortuorias a un lado. Reemplazó el blanco brillante por prendas de seda fina. Los colores destacaron por la palidez de los tonos claros. En telas gris ceniza, e incluso una prenda intermedia con patrones de orquídeas bordados, en túnicas de un pálido azul lavanda. E incluso la chaqueta exterior con encajes, la cual recordó los cielos nubosos de las altas montañas azules. Fue todo colores pálidos pero ninguno blanco, pese a ello conservo la cinta reguladora de los lan, pero la misma se ató en los extremos altos de la cola de caballo; que dicho sea de paso consto de una imponente y pesada pieza de plata enraizada con una cuenta de ópalo iridiscente en el medio y horquillas de garra entrecruzadas para sostener el postizo.

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