XVII. Premio de guerra parte I

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Lan WangJi abandonó el nido de sus conejos, sintiéndose satisfecho del estado de salud óptimo y lo bien alimentadas que estaban sus mascotas.

Antes de Wei WuXian, se hubiese considerado inadmisible la idea de mantener algunos animales para su cuidado. Aún cuando se le tendieron, Lan WangJi contuvo las reservas, y luchó por dar una negativa.

Se alegró de haberles conservado; eran uno de los primeros regalos de su amado, y, a su vez, grata compañía en sus momentos de ocio.

Colocó algunas hojas de lechuga y heno cerca del bebedero, limpió los restos de hierbajos que no armonizaron con la hierba fresca. Divisó las gencianas que Wei WuXian hizo crecer bajo su petición, y las hojas del ginkgo cayeron como la lluvia primaveral.

Regresó al alcázar de piedra; sus pasos se mantuvieron estables mientras seguía los cruces en el andador de roca, y las bifurcaciones que dieron lugar a elevaciones con bastos peldaños.

Pese a que el Luanzang fue descrito por otros como una montaña de cadáveres, Lan WangJi no vio nada más que vida floreciendo de entre los muertos. Por supuesto, era consciente de que dicha belleza partió de la influencia de Wei WuXian, pero, era todo un logro purificar una zona tan resentida en pro de erigir un hogar reconfortante. No podía compararse con el Yunshen Buzhichu, cuya cumbre se destacó por la pureza del aire y la paz a su alrededor. Pero, su hogar fue agradable y cómodo. Aún si tuviera que vivir en la cueva mohosa del estanque de sangre, que su esposo usaba para cultivarse, Lan WangJi sería feliz por ello.

Por el día se dedicaba al estudio y la meditación. En cuidar de sus conejos y nutrir su jardín. Evadió los juegos de las damas fantasmas, y encontró espacio para conseguir algunos afectos de su esposo obsesionado en el estudio demoníaco e inventos que facilitarían la vida de cualquier cultivador.

Por las noches, se mantenían ocupados. Ya fuese jugando xiangqi, o tocando música; incluso compartiendo la cena, entreteniendo a Wei WuXian mientras bebía o tener tantas relaciones hasta que el cuerpo cediese de cansancio.

Lan WangJi estaba a mitad de una composición con fines relajantes. Nada como Limpieza o Claridad, y más para propiciar el descanso de Wei WuXian, quien, pese a las atenciones y cuidados, aún tenía problemas con sus pesadillas.

Ocasionalmente, cerraba los ojos, más allá de la meditación, y Lan WangJi creía escuchar su respiración regulada en alguna siesta corta. Le gustaba la sensación de los brazos de Wei WuXian rodearle. Era una presencia firme y estable. Amable, reconfortante.

Sabía la opinión que el mundo del cultivo mantenía sobre la temible imagen del Yiling Laozu, pero, estos no conocieron a Wei WuXian como Lan WangJi, así que se dejaron llevar por la cara que su amado les mostró.

Wei Ying fue bondadoso y considerado con la gente común. Con inocentes ajenos a las guerras de poder; cuyas personas se dedicaron a labrar campos y vivir en armonía. Su verdadera cara, fue la de un hombre atormentado, con orígenes oscuros, con un destino insolícito y enemistades por una naturaleza que no ansío. Sus pasatiempos radicaron en beber y sus estudios. Lan WangJi no pudo encontrar la maldad en ello.

Entendio con prontitud que nada era solo blanco y negro. El incierto gris predominó en todo alrededor.

Lan WangJi nunca esperó que sus sentimientos adquirieran tal intensidad la primera vez que se vieron. Por supuesto, fue otra piel, pero era la misma persona. Siempre fue el mismo Wei WuXian. Sentir que había alguien como su igual, se sintió bien.

Más tarde, cuanto más abrumado se sintió por la desesperación que trajo consigo la guerra, encontró la paz en todo lo que había perdido.

Su hogar había sido quemado y su padre muerto. Pero Wei WuXian terminó con la presencia Wen en GusuLan, y más tarde dio fin a la guerra porque Lan WangJi así se lo pidió.

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