Narra Teressa:
Estoy recostada sobre el sillón de mi pequeña habitación de hotel, mirando hacia el techo pero sin mirar nada. Son alrededor de las cuatro de la mañana, llevo despierta por una hora. No trato de regresar a dormir, porque sencillamente sería inútil, el sueño no llegaría a mi. Suelto un suspiro entrecortado, necesito hacer algo o me volveré loca. Tomo mi chamarra y mis llaves y salgo de la habitación cerrando la puerta tras de mi. La madera cruje bajo mis pies mientras sigo avanzando, evito el oxidado elevador y tomo las escaleras, como manía empiezo a contar.
61 escalones.
Cuando llego al final de la escalera, la recepción está en silencio y tenuemente iluminada. El joven recepcionista está profundamente dormido en su silla, dando unos leves ronquidos. Me pongo mi gorro de lana y salgo a la calle. Hace frío, demasiado.
Camino por las calles tratando de distraer a mi mente sin tener mucho éxito. A lo lejos observo un supermercado con el letrero de abierto las 24 hrs. Sonrío y me acerco a él.
Media hora después salgo del supermercado con cuatro bolsas de comida. No sé que haré con ella, por un momento una idea loca y descabellada pasa por mi mente, quiero eliminarla pero después sonrío y me pregunto ¿por qué no?
Paro a un taxi, subo con todo y las bolsas y le doy la dirección al hombre. En el trayecto hacia mi destino me pongo a pensar en varias cosas, como el hecho de que ya no debería de estar en este país, ni siquiera en este continente. Recuesto mi cabeza en la ventanilla, por un momento creo escuchar la voz de mi maestro repitiendo una y otra vez las mismas palabras: sálvate a ti misma, no hay nadie más en esta vida que merezca ser salvado. A veces me pregunto si él tenía en cuenta que yo, menos que nadie, merecía ser salvada. Observo cómo el vidrio se empaña cuando respiro en él.
-Hemos llegado señorita -dice el taxista sacándome de mi mundo. Me incorporo y le pago, bajo del taxi y camino hasta la entrada del departamento. Me detengo frente al 221B Baker Street, hago una mueca, no puedo simplemente tocar, eso sería raro. Dejo las bolsas en el suelo y saco un pasador de mi cabello, abro la puerta en un par de segundos. Tomo las bolsas y entro, cerrando la puerta tras de mi; subo las escaleras tratando de hacer le menor ruido posible. La luz de la sala está encendida, pero ningún ruido viene de adentro, así que entro y la escena que observo hace que mi corazón se detenga un par de segundos. Holmes está sentado en su sillón, profundamente dormido, pero con un violín entre sus manos, como si se hubera dormido tocando.
Mis dedos pican por tocarlo, pero me contengo y doy la vuelta hacia la cocina. Dejo las bolsas de comida sobre la mesa, procuarando no tirar nada. Tomo aire y comienzo a rebuscar en las gavetas cacerolas, platos, cubiertos y vasos, lo cuál es difícil teniendo en cuenta de que la mayoría están siendo utilizados por ojos, hígados y hasta una cabeza... si, no bromeo, es asqueroso. Comienzo a cocinar haciendo el menor ruido posible, me quito mi chaqueta cuando la cocina comienza a entrar en calor. Echo un vistazo a la sala y veo que Holmes sigue profundamente dormido, no creo que despierte en un buen rato, tiene marcas negras muy profundas bajo sus ojos.
Me doy vuelta y sigo con mi labor de cocinar. Cuando la comida que he traido se agota, la luz ya se filtra por las ventanas. Me pongo a preparar café y jugo.
-¿Cómo has entrado? -pregunta una voz ronca, reprimo el impulso de saltar o estremecerme, me obligo a permancer relajada.
-Un amigo mio llamado pasador -digo, pongo una sonrisa en mi rostro y me doy vuelta. Casi pierdo el aliento al verlo, se ve tan... sexy recién levantado.
-¿Cuánto llevas aquí? -pregunta.
-Lo suficiente para saber que babeas mientras duermes, y que haces unos sonidos un tanto... extraños -digo riendo.
-Yo... yo no babeo, ni hago ruidos extraños -puedo ver un leve rubor cuando dice la última parte. Me rio.
-¿Cómo sabes que no lo haces? -pregunto, dejo la jarra de café en la mesa y una taza de té-. En lo que a mi respecta Holmes, creo que necesitas un poco de sexo. Conozco varias mujeres que estarían dispuestas a pasar un rato con un hombre guapo como tú.
-¿Crees que soy guapo? -pregunta con un deje de burla.
-Usted sabe que es guapo señor Holmes, un hombre atractivo y soltero -digo tomando un bollo y dándole una mordida-. Es una lástima.
-¿Qué es una lástima? -pregunta. Sonrío.
-El desayuno está servido señor Holmes, no quiere que se enfríe ¿o si? -pregunto con burla. Por un momento veo un destello de diversión pasar por sus ojos, pero enseguida vuelven a ser tan fríos como siempre. Holmes toma el té de la mesa, lo huele unos segundos y luego le toma.
-Así que un pasador, ¿cierto? -pregunta después de unos minutos, casi me atraganto con el pan francés que estaba comiendo- ¿Qué?
-Esto si es para la historia, el señor Holmes está entablando una conversación conmigo -digo mientras tomo un sorbo de mi café, el frunce el ceño levemente-. Un pasador común y corriente, Holmes. Solo es cuestión de práctica. Pensé que sería un tanto extraño llegar y tocar.
-¿Y acaso es más normal entrar sin que nadie lo sepa? -cuestiona, yo lo pienso durante unos segundos y después me rio.
-Touché -digo. Me maldigo al darme cuenta de que le he dado otra pista de mi.
Él me observa durante un largo tiempo, siento una profunda turbación, quizás en sí, lo que más me sorprende es que siento; le doy a Holmes una sonrisa divertida. La puerta de la cocina se abre y entra la señora Hudson cargando una bandeja con té.
-Buenos días señora Hudson -digo sonriente, la mujer se detiene en el umbral de la puerta y mira con extrañesa a Holmes-. ¿Gusta algo de comer?
-No, gracias querida, he desayunado temprano -dice dejando la bandeja de té en un espacio de la mesa-. No te he oído llegar querida.
-He llegado... bastante temprano, ¿cierto Holmes? -mis ojos se topan con los suyos.
-Bastante temprano, diría yo -dice simplemente. La señora Hudson lo mira y después sonríe, camina hacia la puerta, cuando está en el umbral se gira.
-Es una linda muchacha Holmes, harían linda pareja -dicho esto la mujer se da vuelta y baja por las escaleras, mientras observo divertida como Holmes tose tratando de no ahogarse con el té.
-¿Ha oído señor Holmes? Seríamos una linda pareja, aunque la atractiva y divertida de la relación sería yo -le digo sonriendo.
Holmes simplemente me observa, por una fracción de segundo veo algo distinto en sus ojos. Algo poderoso.
ESTÁS LEYENDO
Sherlock Holmes: El misterio del Nombre -Pausada hasta Junio 2020-
Fiksi Penggemar"Pero cometió un error. Todos lo cometen" Teressa Queen solo ha tenido algo muy claro en toda su vida, y es que solo debe cuidarse la espalda a sí misma, pero un mensaje puede cambiar la vida de muchos en diferentes formas. "... bajo las escaleras y...