Estrés + Dulces

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Hola. Vengo a compartir el tercer capítulo de este fic. Muchas gracias a los que están siguiendo esta loca idea (?) Obvio que también agradezco sus comentarios, me dan ganas de seguir con esto uvu

Espero que este capítulo sea de su agrado :) Y sin más que decir los dejo.

Saludos.

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Disclaimer: Hetalia y sus derivados pertenecen a Hidekaz Himaruya.

Advertencias: Temática slash (hombre/hombre). Diferencia de edad (6 años).

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Los resultados de las clases con Antonio se hicieron visibles. Mis notas subieron superando por poco la media de la clase.

Mis profesores estaban felices, mi abuelo estaba feliz y Antonio estaba feliz.

Todos se la pasaban haciéndome cumplidos respecto a lo rápido que había aprendido y lo bien que resolvía los ejercicios.

La temporada de exámenes pronto llegaría, así que se acordó que durante el mes anterior a estos, a los dos días acordados, se le sumaría el viernes para reforzar.

Como si no fuera suficiente tener que ver dos días al idiota de Antonio.

-Nos vemos mañana entonces -dijo un jueves por la noche, cuando ya se iba de la casa.

Maldije por lo bajo antes de despedirme. Cuanto Antonio salió, me quedé un rato apoyado en la puerta. Sonreí sin querer ante el pensamiento de que ahora vería tres veces a la semana a mi profesor.

Me pareció escuchar una risita. Al levantar la vista me encuentro con Feliciano que estaba asomado desde la sala, mirándome con una sonrisa sugestiva en el rostro.

-Si tienes algo que decir sólo dilo, maldición.

-Oh, no es nada hermano. Solo intentaba adivinar en lo que pensabas.

-Como si fueras capaz. -Sonreí socarronamente.

Juntó sus manos y con los ojos cerrados dijo:

-"Ahora podré ver a Antonio tres días. Soy tan feliz. Ah, aunque no es como que lo quiera ver realmente".

Reí estruendosamente, intentando ocultar mi nerviosismo. El muy estúpido le había atinado a la mitad.

-Como si yo quisiera ver a ese idiota.

Me acerqué a Feliciano para pasarle la mano por la cabeza. Sabía cuánto le molestaba. Era una manera inofensiva de venganza.

-¡No hagas eso!

-Ya -dije mientras colocaba más empeño en hacerlo. Luego salí corriendo divertido mientras Feliciano intentaba atraparme.

Cuando faltaba una semana para comenzar los exámenes, me sentí completamente presionado, ya que todos esperaban demasiado de mi. Incluso el abuelo puso todas sus esperanzas en mi.

De pronto escuché el timbre, mi salvación había llegado. Tomé las llaves y salí corriendo de la casa, encontrando a un sonriente Antonio esperando en la entrada.

-Hola, Lovino. ¿Cómo estás para...?

Me lancé contra él tomándolo fuertemente por los brazos. Se veía confundido.

-¿Lovino...?

-Sácame de aquí, te lo ruego -dije arrastrando las palabras pesadamente.

-¿Por qué? ¿Qué sucede?

-No puedo estudiar más. No me quedan las cosas. No puedo...

Colocó sus manos en mis hombros, provocando que me relajara un poco.

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