CAPITULO 5

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Planificar su venganza le llevó uno o dos días, Jennie sabía que no sería fácil separarlas, y que tampoco sería fácil convencer a una de las dos de irse con ella, sobre todo con lo furiosa que sabían que estaba.

Pero se las arregló.

Dos días más tarde, en tanto Lisa se reunía con algunos de sus contactos militares, Jennie recogió una carpeta que había ocultado el día anterior y caminó hacia la oficina de Chaeyoung, teniendo cuidado de mantener su mano tras la espalda mientras giraba el pequeño mecanismo de cierre sobre el pomo de la puerta que automáticamente la cerraría.

—Necesito que firmes esto, Rosé —le dijo ásperamente mientras caminaba hacia su escritorio, y lo rodeaba hacia ella, como si no sintiera en absoluto náuseas al estar tan cerca.

Puso la carpeta sobre el escritorio frente a ella, la abrió y la extendió mientras se giraba para mirarle.

Chaeyoung no pareció en absoluto interesada en los papeles extendidos frente a sí.

Estaba más interesada en el hecho de que varios botones se habían deslizado liberándose de los ojales de la camisa azul intenso de lino de ella.

—Has estado otra vez en los archivos —le dijo suavemente mientras ella miraba hacia abajo.

Sabía que eso era lo que ella creería. Aparentemente ambas hermanas disfrutaban enormemente del hecho de que los archivadores hacían que sus blusas se estirasen hasta que los botones superiores resbalaban fuera de sus ojales.

Ella suspiró con falsa impaciencia.

—Desde luego. ¿No es ése el objetivo de que ahora me haga cargo de tu archivo? Quizá deberías ser tú quien abotone mis blusas cuando esto pasa.

Una sonrisa burlona asomó a los labios de Chaeyoung. No debería verse tan condenadamente sexy y atractivamente libertina cuando sonreía de esa manera, pensó ella, profundamente turbada.

—Yo estaría más que dispuesta —ofreció aterciopeladamente, al mismo tiempo que giraba la silla para encararla y palmeaba su regazo—. Siéntate aquí, y déjame ver lo que puedo hacer por esa bonita blusa.

Ella sabía que Chaeyoung esperaba que le rompiera los dientes por su oferta, pero prefirió sentarse con calma sobre sus muslos, mirando fijamente la expresión sorprendida con una sonrisa inocente.

—¿Así? —susurró de manera seductora, girando su cuerpo hacia el de ella mientras un brazo le rodeaba la espalda.

—¿Qué es lo que pretendes? —Había un parpadeo de sospecha en las profundidades jade de su mirada mientras la observaba.

—¿Yo? —preguntó ella, sus ojos estrechándose con falsa ira al mismo tiempo que lo observaba cuidadosamente—. De verdad, Chaeyoung, tú lo ofreciste pero si prefieres que no hacerlo —se encogió de hombros e hizo un movimiento para levantarse, consciente que Chaeyoung tendría un atisbo del seductor y diáfano encaje bajo los bordes de su sostén.

—Eh, no he dicho no —curvó el brazo alrededor de la espalda de ella, manteniéndola firme en su sitio—. Sólo me estoy preguntando tus motivos, no has estado precisamente impaciente por jugar aquí últimamente.

Ella se habría reído si no estuviera tan decidida en ese momento.

—Bueno, de verdad, Chaeyoung —espetó ella—. Ustedes dos juntas pueden ser más bien intimidantes, es suficiente para hacer cauteloso hasta al más hastiado.

Ella inyectó justo la cantidad adecuada de irritación y observó con silencioso regocijo cómo se oscurecían reflexivamente los ojos de Chaeyoung.

Ella suspiró, sacudiendo lentamente su cabeza.

𝐏𝐄𝐑𝐕𝐄𝐑𝐒𝐀𝐒 𝐈𝐍𝐓𝐄𝐍𝐂𝐈𝐎𝐍𝐄𝐒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora